Karla Pérez, a quien en el pueblo costero, ubicado al este de Vargas, conocen cariñosamente con el apodo de “Kalala" o como “la niña de la bala", llegó a su hogar desde Chile, donde migró hace tres años, para participar en las actividades propias del Corpus Christi y de la manifestación de religiosidad popular de los Diablos Danzantes de Naiguatá. La mujer, que hoy tiene 45 años, paga promesa desde los 11, pues asegura que el Santísimo Sacramento, le salvó la vida