En Cuba el mar es alimento, descanso, esperanza y cementerio. Los pescadores que confían en esas aguas que los proveerán de pescados también desconfían de sus bravas olas camino a la Florida. Buceando en las aguas del Atlántico, en los barcos hundidos y también en las memorias familiares, el joven cronista cubano Pedro Sosa le escribe a ese mar omnipresente y corrosivo que marcó el devenir y los límites de la Revolución