Para el 18 de febrero de 1983, el Metro de Caracas apenas llevaba unas semanas de inaugurado y los Tiburones de La Guaira celebraban que eran subcampeones de la Serie del Caribe. Era el viernes tras los carnavales, pero se le marcó como el “Viernes negro” por su significado en la historia económica venezolana.
Aquella tarde de febrero, trabajadores, pensionados y todas aquellas personas con ahorros en bolívares vieron cómo se esfumaba su dinero y, además, asistieron al inicio de un período de inestabilidad en la relación entre el bolívar y el dólar estadounidense que todavía persiste en Venezuela.
Si se quiere entender qué pasó en el llamado “Viernes negro” venezolano hace 40 años, se puede empezar por mirar estas cuatro claves:
Este “Viernes negro” fue la última oportunidad que tuvieron los venezolanos de comprar dólares a la tasa fija de 4,30 bolívares en los bancos y las casas de cambio dispuestas en todo el territorio nacional.
El cuerpo directivo del Banco Central de Venezuela (BCV) estuvo reunido durante el sábado 19 de febrero desde antes de las nueve de la mañana, para decidir qué se haría con la venta de divisas en el país. Luego, el encuentro siguió en La Casona entre el presidente del BCV del momento, Leopoldo Díaz Bruzual, y el ministro de Hacienda, Arturo Sosa, con el tren del Poder Ejecutivo.
Los venezolanos y la prensa esperaban que el presidente Luis Herrera Campins hiciese una alocución pública para explicar la situación, pero hubo que esperar hasta la noche de aquel domingo 20 de febrero para conocer las nuevas medidas económicas. Inicialmente, solo se dispuso la suspensión de la venta de divisas para el lunes 21 y el martes 22 de febrero.
Mientras se definían las características del nuevo control cambiario que se iba a imponer en Venezuela, la venta libre de dólares y otras monedas extranjeras como el marco alemán, el cruceiro brasileño y el dólar canadiense se suspendió hasta el viernes 25 de febrero. La extensión se hizo por decreto presidencial, al igual que los dos primeros días de la medida extraordinaria.
La decisión más importante que tomó la administración de Luis Herrera Campins fue la emisión de un decreto que acababa con “la libre convertibilidad”. En otras palabras, se impuso un control de cambio con tres tasas diferentes que se llamó Régimen de Cambio Diferencial (Recadi).
Esta decisión impuso un dólar a 4,30 bolívares solo para la compra de bienes prioritarios para el país y el pago de la deuda externa. Otra tasa de 6 bolívares para las importaciones privadas y una tasa adicional a 7,50 bolívares, para la venta a viajeros que iban al extranjero.
Esta tercera tasa de cambio empezó en 7,50 bolívares tras el “Viernes negro”, pero sufría ajustes de forma mensual. En mayo de 1983, por ejemplo, ya se encontraba en más de 9 bolívares y cerró en diciembre de ese año por encima de los 12 bolívares.
Los economistas calificaron las medidas tomadas por el gobierno de Campins como una macrodevaluación del bolívar. Quienes más experimentaron el impacto de la medida fueron los venezolanos que tenían sus ahorros en bolívares.
Los trabajadores públicos y privados, pensionados y aquellos extranjeros con depósitos en bolívares perdieron 74,42% del valor de sus ahorros durante esa semana. Esto ocurrió porque si querían comprar dólares u otra divisa para un viaje internacional, entonces tenían que cancelar 7,50 bolívares.
La huella del “Viernes negro” en la sociedad venezolana está relacionada no solo con las medidas económicas, sino con la estabilidad cambiaria de más de 20 años que tenía el país y que le permitía establecer un precio fijo para el dólar. El nacimiento de Recadi y el control cambiario supusieron una ruptura de esa estabilidad económica.
Foto principal: Archivo de Fotografía Urbana | Twitter
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Para el 18 de febrero de 1983, el Metro de Caracas apenas llevaba unas semanas de inaugurado y los Tiburones de La Guaira celebraban que eran subcampeones de la Serie del Caribe. Era el viernes tras los carnavales, pero se le marcó como el “Viernes negro” por su significado en la historia económica venezolana.
Aquella tarde de febrero, trabajadores, pensionados y todas aquellas personas con ahorros en bolívares vieron cómo se esfumaba su dinero y, además, asistieron al inicio de un período de inestabilidad en la relación entre el bolívar y el dólar estadounidense que todavía persiste en Venezuela.
Si se quiere entender qué pasó en el llamado “Viernes negro” venezolano hace 40 años, se puede empezar por mirar estas cuatro claves:
Este “Viernes negro” fue la última oportunidad que tuvieron los venezolanos de comprar dólares a la tasa fija de 4,30 bolívares en los bancos y las casas de cambio dispuestas en todo el territorio nacional.
El cuerpo directivo del Banco Central de Venezuela (BCV) estuvo reunido durante el sábado 19 de febrero desde antes de las nueve de la mañana, para decidir qué se haría con la venta de divisas en el país. Luego, el encuentro siguió en La Casona entre el presidente del BCV del momento, Leopoldo Díaz Bruzual, y el ministro de Hacienda, Arturo Sosa, con el tren del Poder Ejecutivo.
Los venezolanos y la prensa esperaban que el presidente Luis Herrera Campins hiciese una alocución pública para explicar la situación, pero hubo que esperar hasta la noche de aquel domingo 20 de febrero para conocer las nuevas medidas económicas. Inicialmente, solo se dispuso la suspensión de la venta de divisas para el lunes 21 y el martes 22 de febrero.
Mientras se definían las características del nuevo control cambiario que se iba a imponer en Venezuela, la venta libre de dólares y otras monedas extranjeras como el marco alemán, el cruceiro brasileño y el dólar canadiense se suspendió hasta el viernes 25 de febrero. La extensión se hizo por decreto presidencial, al igual que los dos primeros días de la medida extraordinaria.
La decisión más importante que tomó la administración de Luis Herrera Campins fue la emisión de un decreto que acababa con “la libre convertibilidad”. En otras palabras, se impuso un control de cambio con tres tasas diferentes que se llamó Régimen de Cambio Diferencial (Recadi).
Esta decisión impuso un dólar a 4,30 bolívares solo para la compra de bienes prioritarios para el país y el pago de la deuda externa. Otra tasa de 6 bolívares para las importaciones privadas y una tasa adicional a 7,50 bolívares, para la venta a viajeros que iban al extranjero.
Esta tercera tasa de cambio empezó en 7,50 bolívares tras el “Viernes negro”, pero sufría ajustes de forma mensual. En mayo de 1983, por ejemplo, ya se encontraba en más de 9 bolívares y cerró en diciembre de ese año por encima de los 12 bolívares.
Los economistas calificaron las medidas tomadas por el gobierno de Campins como una macrodevaluación del bolívar. Quienes más experimentaron el impacto de la medida fueron los venezolanos que tenían sus ahorros en bolívares.
Los trabajadores públicos y privados, pensionados y aquellos extranjeros con depósitos en bolívares perdieron 74,42% del valor de sus ahorros durante esa semana. Esto ocurrió porque si querían comprar dólares u otra divisa para un viaje internacional, entonces tenían que cancelar 7,50 bolívares.
La huella del “Viernes negro” en la sociedad venezolana está relacionada no solo con las medidas económicas, sino con la estabilidad cambiaria de más de 20 años que tenía el país y que le permitía establecer un precio fijo para el dólar. El nacimiento de Recadi y el control cambiario supusieron una ruptura de esa estabilidad económica.
Foto principal: Archivo de Fotografía Urbana | Twitter