Foto: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

En Venezuela no hay leyes que protejan a los gays, lesbianas, bisexuales, trans, intersexuales o no binarios. El matrimonio igualitario es una propuesta engavetada, ajustar el nombre a la identidad de género es improbable de lograr a nivel legal y las parejas del mismo sexo apenas pueden caminar de la mano en público sin ser abordadas por funcionarios con nula formación sobre la diversidad y la igualdad.

«Vivimos en una realidad en la que se nos clasifica y aquello que no se ajusta a la clasificación es considerado enfermizo, perverso y aberrante. Algo que hay que controlar y castigar, por eso hay violencia hacia las disidencias sexuales. Y la violencia es desde muchos ámbitos», dice sobre el tema Manuel Gerardo Sánchez, historiador y escritor, a Efecto Cocuyo en videollamada desde España.

El país sigue al final de la lista en materia de derechos de la comunidad LGBTIQ+ en la región. Es decir, pasa otro 28 de julio (Día Internacional del Orgullo) en el mismo puesto. Los avances, propuestas y planes han terminado por convertirse en promesas vacías por parte del Estado, que voltea la mirada ante las exigencias cada vez más urgentes de una población que solicita respeto y, sobre todo, garantías.

Como apunta Sánchez, el entorno es violento para las diversidades, tanto a nivel social como institucional. En 2023, el Observatorio Venezolano de Violencias LGBTIQ+ registró 461 casos de discriminación, entre los que se cuentan desapariciones, extorsiones y amenazas de muerte.

«En Venezuela y en buena parte de la región, pese a la gran cantidad de trabajos que hay publicados dentro y fuera del país, el grueso de la población no entiende el género como lo que es: una construcción social. El gran problema es la naturalización del género, todavía se cree que el género es un derivado de lo biológico. Hay entonces una violencia consuetudinaria que se ejerce contra todo aquello que sea diferente», afirma el autor.

Sánchez entiende el panorama actual, porque ha estudiado y escrito suficiente para comprender cómo se teje la desigualdad en el territorio venezolano, cómo logran —con bastante dificultad— las personas LGBTIQ+ sobrevivir y crecer en un ambiente hostil, que se torna aún más duro debido a la crisis humanitaria compleja.

Del tema trata su última novela, En Verano Duele Más, en la que el protagonista reflexiona y describe, en una ficción con tintes periodísticos, su vida en la «segunda capital de Monagas» y los abusos de los que fue víctima, incluso desde su núcleo familiar.

Sin legislación, los atropellos se encadenan

«Lo importante de este testimonio es llenar de significado aquello que parece que no lo tiene», apunta Manuel Gerardo sobre su obra.

Reitera que no se trata de una crónica periodística, a pesar de los datos reales sobre migración, economía y deterioro del sistema de salud pública.

«Es que a partir de un relato que levanté periodísticamente, construí una ficción. Es un híbrido», asegura. El texto ofrece una visión en primera persona de la experiencia de crecer en un entorno machista, lleno de descalificativos, y de las huellas imborrables que dejan los abusos sexuales en alguien que no tiene como defenderse ni a donde acudir, a nivel legal o social.

La historia de Camille Dager, protagonista del libro, acerca al lector a un mundo donde el rechazo, el asco a lo diferente, la vulnerabilidad y la violencia están constantemente presentes. Dibuja además la búsqueda de identidad en un país significativamente atrasado en comparación con el resto de la región.

Protesta de la población Lgbtiq en el Ministerio Público (Mairet Chourio)
Protesta de población Lgbtiq en el Ministerio Público en 2023. Foto: Mairet Chourio.

La periodista Ariana Basciani de The Objective apuntó que Sánchez no se enfoca en resolver el «acertijo de la crisis política, social y económica» de Venezuela:

«… más bien intenta encontrar respuestas en temas que están relacionados con el acercamiento y la supervivencia de las identidades sexuales dentro de entornos hostiles o totalitarios», explica Basciani.

El historiador recordó a Efecto Cocuyo que el problema de la discriminación hacia LGBTIQ+ no solo se enmarca en la falta de una legislación eficiente e instituciones preparadas, sino que también incluye la intolerancia y el desconocimiento de la sociedad, que ha causado que miles de personas LGBTIQ+ opten por irse de Venezuela.

En países como Uruguay, Chile o España, que cuentan con leyes que protegen los derechos de la comunidad, también se registran episodios violentos o discriminatorios, dice Sánchez. Si la situación es difícil en estos escenarios, en el contexto venezolano empeora.

«Cuando no hay nada, los atropellos se encadenan», apunta el autor.

Años de exigencias sin respuestas

La Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (Ilga World) advierte que en Venezuela no hay protección constitucional para la identidad de género o la expresión de género, tampoco protección contra la discriminación en la provisión de bienes y servicios o contra la discriminación en la educación.

Uno de los episodios discriminatorios más recientes ocurrió en el centro comercial El Sambil de La Candelaria, en el centro de Caracas, cuando una pareja de hombres fue abordada por la vigilancia del lugar por estar tomados de las manos, el 8 de junio.

En el país queda un camino largo por recorrer, que las organizaciones no gubernamentales insisten en iniciar a la brevedad. Este año, múltiples embajadas se han sumado a los eventos y actividades que reconocen los derechos para personas LGBTIQ+.

Este 28 de junio los defensores y activistas exhortan al Estado a realizar una completa revisión sobre la estructura patriarcal y machista que ahora sostiene la legislación venezolana y garantizar a la comunidad una existencia digna y los derechos fundamentales que lleva décadas solicitando.

«La desatención de las autoridades es tan obvia que llega a una violación que es la anulación de la existencia. Es preterir al otro. Y esto me parece gravísimo, porque lo que pasa en un contexto de represión institucional es que «no solo te infrinjo castigo, sino que te niego, te anulo», es una deshumanización», explica Sánchez.

Referente a la literatura sobre las vidas LGBTIQ+, el autor espera que los «textos literarios estén cada vez más a la orden del día para que todo aquello que es extraño deje de serlo».

«En Verano Duele Más habla de una víctima que deja de ser víctima, habla de una reconciliación y la superación de un dolor. La victimización deja de ser su lugar de habla. Él entiende que cómo él hay otros. Es al final un tributo y una ofrenda que él hace a otros para que se encuentren con él, y en ese «encontrarse» consiguen algo maravilloso que es la liberación del dolor», puntualiza.

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