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Albany Andara Meza | @AlbanyAndara
Foto por Mairet Chourio (@mairetchourio)La música recorrió cada rincón del Afinque de Marín el 6 de enero y los murales multicolores cobraron vida en la plazoleta iluminada con farolillos. Fascinadas por el ardiente ritmo de la salsa y los tambores, las parejas se abrazaron para bailar entre vueltas, risas y cuchicheos. Fue el Día de Reyes en Venezuela, noche de fiesta en San Agustín del Sur.
Centenares de personas de todas partes de la capital y de otros países se reunieron cerca del teatro Alameda, al oeste caraqueño, en el mismo lugar en el que están las obras de muralismo del proyecto Guaguancó de Colores.
El arte fluye allí, en ese espacio popular dónde hay niños con la piel tostada y los ojos brillantes retratados en las paredes, también pinturas de orgullosos adultos afrocaribeños, imponentes indígenas y casas típicas del sector. Imágenes que cuentan historias de este barrio de más de 47 mil habitantes, construido en el municipio Libertador del Área Metropolitana de Caracas.
Locales y extranjeros acudieron al Afinque de Marín el primer viernes de 2023 atraídos por la propuesta musical de distintos artistas, incluyendo a José Luis “Cheo” Pardo, cofundador de la famosa banda Los amigos invisibles y uno de los organizadores de la fiesta que se tituló “San Agustín, al son de la bendición”.
Movieron las caderas y los pies mientras entonaban letras de Héctor Lavoe. Cantaron en voz alta: “Orgullo tengo de ustedes. Mi gente siempre responde”, y bailaron solos o acompañados. Viejos amigos se reencontraron en una marea de periodistas, comediantes, dibujantes, productores, cantantes, profesores y estudiantes de áreas e ideologías distintas. Disfrutaron de las mismas canciones, se pusieron al día y algunos se recibieron entre abrazos o besos.
Los fotógrafos se maravillaron por la variedad de rostros y pieles. Capturaron los momentos en los que la multitud alzaba las manos, los instantes en los que se mecía, seducida por las melodías a todo volumen; el recorrido de los vasos y botellas de cerveza, sangría, vino, ron y anís de mano en mano.
No es la primera vez que en San Agustín se arma un evento donde la algarabía, el alcohol y la música latina son los protagonistas. Hay razones históricas por las que se le considera uno de los centros culturales más importantes de Caracas y el corazón salsero de la ciudad.
“Si bien 100 % San Agustín tiene desde 2019, nosotros tenemos más de 30 años de trabajo en nuestro barrio”, dice Reinaldo Mijares, coordinador de la organización 100 % San Agustín, sobre la gestión cultural en la zona. “San Agustín es un barrio anfitrión, donde la gente te saluda y te sonríe. Es un barrio muy ligado a las artes, a la música y a la danza y te marca un camino. Esto es una pequeña luz para Caracas”.
Caracas se convirtió en una ciudad silente y solitaria por casi dos años a causa de una prolongada cuarentena, luego de que el primer contagiado de COVID-19 arribara al país en marzo de 2020.
La fundación 100 % San Agustín nació un año antes con el objetivo de gestionar la vida cultural de la parroquia a través de colaboraciones con distintas organizaciones. Sin embargo, por un tiempo tuvo que funcionar bajo las restricciones impuestas por el Estado por razones de bioseguridad.
“Luego creamos el plan 100 % San Agustín 2020 – 2030, que tiene entre sus objetivos que San Agustín se convierta en un eje turístico y cultural de la ciudad de Caracas. Que tiene un área de formación donde tenemos más de 300 niños”, apunta Mijares.
En 2022 las actividades de la organización se retomaron, cuando la ciudad ya había recuperado parte del movimiento. “San Agustín, al son de la bendición” fue organizado por 100 % San Agustín, Bajo el Árbol Producciones y el caraqueño José “Cheo” Pardo. Este último cuenta que todo comenzó con una pregunta que hizo al volver de Estados Unidos: ¿Dónde se baila salsa en Caracas?
La interrogante lo llevó al barrio, muy cerca del Teatro Alameda, donde rápidamente se sintió cómodo en medio de la expresión artística y la cultura del sitio, que lleva existiendo desde principios del siglo XX. A partir de entonces creció hasta convertirse en un punto conocido por ser la cuna de grandes personalidades del mundo del arte en Venezuela como, por ejemplo, el Grupo Madera.
“Me obsesiona la idea de que yo crecí en una ciudad en la que había muchos puntos donde se encontraban este y oeste, norte y sur. Verdaderos puntos de encuentro. Crecí en una ciudad así y desde hace un tiempo siento que no hay esos lugares donde gente de todo tipo se consigue. Y esto me pareció una oportunidad maravillosa para sembrar una semilla para que la gente se vea en todos los lugares”, dice Pardo.
Una autora chilena, Isabel Allende, escribió en 2003 que en Caracas los “ricos y pobres se mezclan” mientras que en su propio país “los límites son claros”. Esa confluencia de gente de todas las clases en los mismos lugares de la urbe la sorprendía.
No obstante, a partir de 2013 y con la llegada de una crisis compleja que se agravó velozmente en Venezuela, las cosas cambiaron. Periodistas y ONG comenzaron a reportar que la capital se convirtió en una burbuja, donde se agudizaron las diferencias entre estratos sociales y la desigualdad se hizo más visible que nunca.
“Hay mucha gente que está viniendo por primera vez. Los resultados están aquí, hablan por sí solos: la gente quiere pasarla bien, quiere gozar y conectar. Creo que se van felices a su casa y es ahí donde vuelven. Hay una necesidad de estos eventos en Caracas. Yo los necesito y por lo que estoy viendo más personas también. De esto aprendí que se puede recuperar la vida nocturna en Caracas al 100 %, lo que hay es que ponerse”, puntualizó Pardo.
Anderson Cordero, bajista, cree que San Agustín es un “templo” para bailar salsa y que una vez que se asiste a sus fiestas siempre se vuelve.
“Esto es increíble, aquí te consigues a todo el mundo”, expresa.
La fiesta del 6 de enero empezó al caer el atardecer amarillo que arropa a Caracas y al Afinque de Marin casi todos los días. Los tambores llegaron más tarde, a las 8:30 p.m., entre aplausos del público.
Esta propuesta musical vino de la agrupación Cabio Sile Shangó, conformada en 1994 por percusionistas de San Agustín del Sur: Richard Parada, José “Rufinito” Palacios, Naifer Hernández, Juan “El Indio” Betancourt, Dionis Bahamonde, Yorjan Cardona, Yilber Faltini, Pedro Guzmán y Darwin Tovar.
“Invitamos a toda Caracas, a Raquel y todo aquel, para el reencuentro y la celebración del año que comienza”, fue la publicación que se hizo viral en redes sociales a inicios del mes. Si bien se estima que la capital está poblada por un aproximado de 4 millones de personas, pocas veces se ve la aglomeración multicultural que hubo la noche del viernes en San Agustín.
Decenas de niños corrían de un lado a otro, entre los murales de colores; stands improvisados ofrecían bebidas con nombres curiosos. Varios adultos mayores bailaron solos, con los ojos cerrados y una mano en el pecho.
Los más jóvenes estrecharon manos de desconocidos con amplias sonrisas. Un grupo le sirvió de guía a un francés perdido. Algunos se dedicaron a echarle una mano a un conductor cuyo carro pareció averiarse a las 10:00 p.m. Los perros calientes se acabaron en el único puesto callejero cercano, al igual que los pastelitos y las empanadas.
“Jamás había asistido a algo como esto. Pero quiero seguir viniendo, en esta ciudad necesitamos un respiro”, comentó Alicia Rosas, quien se trasladó desde Chacao, unos siete kilómetros, para bailar en la plazoleta.
San Agustín absorbió en una noche a parte del este, el oeste y el centro de la capital venezolana hasta convertirlos en uno solo, en un grito de alegría, una masa vibrante que se mueve a un mismo son.
“Tenemos una musculatura para la ensoñación. Los caraqueños somos gente amable y alegre. Se van a seguir encendiendo luces como esta para que nuestra ciudad toda brille”, comenta Mijares. “Tenemos gente bonita y talentosa. Siempre digo: Cuando vengas a San Agustín ándate con cuidado… que al primer descuido te abrazan”.
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Centenares de personas de todas partes de la capital y de otros países se reunieron cerca del teatro Alameda, al oeste caraqueño, en el mismo lugar en el que están las obras de muralismo del proyecto Guaguancó de Colores.
El arte fluye allí, en ese espacio popular dónde hay niños con la piel tostada y los ojos brillantes retratados en las paredes, también pinturas de orgullosos adultos afrocaribeños, imponentes indígenas y casas típicas del sector. Imágenes que cuentan historias de este barrio de más de 47 mil habitantes, construido en el municipio Libertador del Área Metropolitana de Caracas.
Locales y extranjeros acudieron al Afinque de Marín el primer viernes de 2023 atraídos por la propuesta musical de distintos artistas, incluyendo a José Luis “Cheo” Pardo, cofundador de la famosa banda Los amigos invisibles y uno de los organizadores de la fiesta que se tituló “San Agustín, al son de la bendición”.
Movieron las caderas y los pies mientras entonaban letras de Héctor Lavoe. Cantaron en voz alta: “Orgullo tengo de ustedes. Mi gente siempre responde”, y bailaron solos o acompañados. Viejos amigos se reencontraron en una marea de periodistas, comediantes, dibujantes, productores, cantantes, profesores y estudiantes de áreas e ideologías distintas. Disfrutaron de las mismas canciones, se pusieron al día y algunos se recibieron entre abrazos o besos.
Los fotógrafos se maravillaron por la variedad de rostros y pieles. Capturaron los momentos en los que la multitud alzaba las manos, los instantes en los que se mecía, seducida por las melodías a todo volumen; el recorrido de los vasos y botellas de cerveza, sangría, vino, ron y anís de mano en mano.
No es la primera vez que en San Agustín se arma un evento donde la algarabía, el alcohol y la música latina son los protagonistas. Hay razones históricas por las que se le considera uno de los centros culturales más importantes de Caracas y el corazón salsero de la ciudad.
“Si bien 100 % San Agustín tiene desde 2019, nosotros tenemos más de 30 años de trabajo en nuestro barrio”, dice Reinaldo Mijares, coordinador de la organización 100 % San Agustín, sobre la gestión cultural en la zona. “San Agustín es un barrio anfitrión, donde la gente te saluda y te sonríe. Es un barrio muy ligado a las artes, a la música y a la danza y te marca un camino. Esto es una pequeña luz para Caracas”.
Caracas se convirtió en una ciudad silente y solitaria por casi dos años a causa de una prolongada cuarentena, luego de que el primer contagiado de COVID-19 arribara al país en marzo de 2020.
La fundación 100 % San Agustín nació un año antes con el objetivo de gestionar la vida cultural de la parroquia a través de colaboraciones con distintas organizaciones. Sin embargo, por un tiempo tuvo que funcionar bajo las restricciones impuestas por el Estado por razones de bioseguridad.
“Luego creamos el plan 100 % San Agustín 2020 – 2030, que tiene entre sus objetivos que San Agustín se convierta en un eje turístico y cultural de la ciudad de Caracas. Que tiene un área de formación donde tenemos más de 300 niños”, apunta Mijares.
En 2022 las actividades de la organización se retomaron, cuando la ciudad ya había recuperado parte del movimiento. “San Agustín, al son de la bendición” fue organizado por 100 % San Agustín, Bajo el Árbol Producciones y el caraqueño José “Cheo” Pardo. Este último cuenta que todo comenzó con una pregunta que hizo al volver de Estados Unidos: ¿Dónde se baila salsa en Caracas?
La interrogante lo llevó al barrio, muy cerca del Teatro Alameda, donde rápidamente se sintió cómodo en medio de la expresión artística y la cultura del sitio, que lleva existiendo desde principios del siglo XX. A partir de entonces creció hasta convertirse en un punto conocido por ser la cuna de grandes personalidades del mundo del arte en Venezuela como, por ejemplo, el Grupo Madera.
“Me obsesiona la idea de que yo crecí en una ciudad en la que había muchos puntos donde se encontraban este y oeste, norte y sur. Verdaderos puntos de encuentro. Crecí en una ciudad así y desde hace un tiempo siento que no hay esos lugares donde gente de todo tipo se consigue. Y esto me pareció una oportunidad maravillosa para sembrar una semilla para que la gente se vea en todos los lugares”, dice Pardo.
Una autora chilena, Isabel Allende, escribió en 2003 que en Caracas los “ricos y pobres se mezclan” mientras que en su propio país “los límites son claros”. Esa confluencia de gente de todas las clases en los mismos lugares de la urbe la sorprendía.
No obstante, a partir de 2013 y con la llegada de una crisis compleja que se agravó velozmente en Venezuela, las cosas cambiaron. Periodistas y ONG comenzaron a reportar que la capital se convirtió en una burbuja, donde se agudizaron las diferencias entre estratos sociales y la desigualdad se hizo más visible que nunca.
“Hay mucha gente que está viniendo por primera vez. Los resultados están aquí, hablan por sí solos: la gente quiere pasarla bien, quiere gozar y conectar. Creo que se van felices a su casa y es ahí donde vuelven. Hay una necesidad de estos eventos en Caracas. Yo los necesito y por lo que estoy viendo más personas también. De esto aprendí que se puede recuperar la vida nocturna en Caracas al 100 %, lo que hay es que ponerse”, puntualizó Pardo.
Anderson Cordero, bajista, cree que San Agustín es un “templo” para bailar salsa y que una vez que se asiste a sus fiestas siempre se vuelve.
“Esto es increíble, aquí te consigues a todo el mundo”, expresa.
La fiesta del 6 de enero empezó al caer el atardecer amarillo que arropa a Caracas y al Afinque de Marin casi todos los días. Los tambores llegaron más tarde, a las 8:30 p.m., entre aplausos del público.
Esta propuesta musical vino de la agrupación Cabio Sile Shangó, conformada en 1994 por percusionistas de San Agustín del Sur: Richard Parada, José “Rufinito” Palacios, Naifer Hernández, Juan “El Indio” Betancourt, Dionis Bahamonde, Yorjan Cardona, Yilber Faltini, Pedro Guzmán y Darwin Tovar.
“Invitamos a toda Caracas, a Raquel y todo aquel, para el reencuentro y la celebración del año que comienza”, fue la publicación que se hizo viral en redes sociales a inicios del mes. Si bien se estima que la capital está poblada por un aproximado de 4 millones de personas, pocas veces se ve la aglomeración multicultural que hubo la noche del viernes en San Agustín.
Decenas de niños corrían de un lado a otro, entre los murales de colores; stands improvisados ofrecían bebidas con nombres curiosos. Varios adultos mayores bailaron solos, con los ojos cerrados y una mano en el pecho.
Los más jóvenes estrecharon manos de desconocidos con amplias sonrisas. Un grupo le sirvió de guía a un francés perdido. Algunos se dedicaron a echarle una mano a un conductor cuyo carro pareció averiarse a las 10:00 p.m. Los perros calientes se acabaron en el único puesto callejero cercano, al igual que los pastelitos y las empanadas.
“Jamás había asistido a algo como esto. Pero quiero seguir viniendo, en esta ciudad necesitamos un respiro”, comentó Alicia Rosas, quien se trasladó desde Chacao, unos siete kilómetros, para bailar en la plazoleta.
San Agustín absorbió en una noche a parte del este, el oeste y el centro de la capital venezolana hasta convertirlos en uno solo, en un grito de alegría, una masa vibrante que se mueve a un mismo son.
“Tenemos una musculatura para la ensoñación. Los caraqueños somos gente amable y alegre. Se van a seguir encendiendo luces como esta para que nuestra ciudad toda brille”, comenta Mijares. “Tenemos gente bonita y talentosa. Siempre digo: Cuando vengas a San Agustín ándate con cuidado… que al primer descuido te abrazan”.