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Historias de docentes | De profesora en la UDO a montar una bodega casera

LA HUMANIDAD · 21 FEBRERO, 2023 18:50

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Ronny Rodríguez Rosas | @ronnyrodriguez


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Sobeida Yépez* se olvidó de las vacaciones en Margarita y Cumaná, esas que todos los años hacía con sus dos hijos. Una semana en la isla y otra en el estado Sucre, donde disfrutaban de las playas, compras en centros comerciales y paseos.

Hace siete años, en 2016, fue la última vez que, junto a sus hijos, visitó la isla para relajarse de un año impartir clases en las aulas de la Universidad de Oriente (UDO) en el núcleo Los Guaritos, en Maturín, capital del estado Monagas.

En el año 1993 egresó de la UDO-Sucre como licenciada en Educación mención Biología. Su carrera docente la inició en una extensión rural del Pedagógico en San Antonio, al norte de Monagas. Después pasó a una escuela en el sur de esta región hasta que en 1999 comenzó su carrera en la UDO.

Llegó hasta docente asociada, el penúltimo escalafón de la profesión docente universitaria. Para ello debió hacer dos posgrados y comenzó un doctorado, del cual desistió cuando la inflación comenzó a hacer mella en su presupuesto y la diferencia entre ser asociado y titular era muy pequeña.

Ahora lamenta no haber estudiado una carrera adicional, con la que pudiera estirar el salario. Como profesora asociada percibe 1,2 dólares diarios y debe invertir el salario mínimo que paga el Estado venezolano (130 bolívares) en pasajes para llegar a las aulas de clase.

Las salas de baño de la UDO-Los Guaritos no funcionan en los módulos 3 y 4, donde actualmente imparten clases

Docente por vocación

“Me gusta dar clases y lo hago por vocación, porque siempre quise ser docente y lo mío es la enseñanza, pero actualmente todo decayó. No hay pedagogía, no tenemos escritorios en las aulas, ni siquiera los servicios más básicos como electricidad para los laboratorios ni agua en los baños”, dice sobre las condiciones de la UDO, vandalizada durante el primer año de la pandemia del COVID-19 en Venezuela.

En plena crisis, entre los años 2017 y 2019, cuando hubo escasez de alimentos, medicinas y hasta gasolina, Yépez comenzó a vender productos al detal en su casa, ubicada en una urbanización de la Zona Industrial de Maturín, al oeste de la ciudad.

Con ello cortaba la brecha entre el salario que percibía docente, muy poco para poder subsistir, y lograba obtener dinero en efectivo para movilizarse y lograr algunas ganancias como sostén de hogar.

Un símbolo del deterioro

Pero como un árbol que se seca y sus hojas comienzan a caerse, en esos años de crisis su vehículo -que compró a contado en una agencia de automóviles donde les daban créditos a los docentes de la UDO o los carros sin mucho papeleo porque tenían solvencia económica- quedó en el garaje de la vivienda.

Sin dinero para costear los onerosos repuestos, por casi dos años esa camioneta de paseo cuatro puertas fue como un testigo del deterioro de la calidad de vida en su hogar y en el resto de Venezuela.

Yépez trató de repararla, pero no pudo. Optó finalmente por venderla y tratar de adquirir un vehículo de segunda mano en 2022, pero el aumento abrupto del dólar no le permitió hacerlo como ella esperaba. La pequeña bodega, ese emprendimiento para obtener ganancias, tampoco da el mismo dinero que antes. Sus vecinos, también arropados por la crisis económica, se privan de dulces y golosinas, optan por los alimentos más básicos y en pequeñas cantidades para estirar el presupuesto familiar.

Crisis en la UDO

Esta profesora asociada volvió este año a las clases presenciales en la UDO por la imposibilidad de hacerlo a distancia. Ni en su residencia ni tampoco los estudiantes cuentan con Internet para cumplir con esta modalidad. Aunque la UDO es reparada, los módulos 1 y 2 aún los laboratorios no tienen electricidad.

Los módulos 3 y 4 de la UDO-Los Guaritos están deteriorados. Los laboratorios no tienen electricidad

Asiste tres veces por semana y trata de impartir clases. En la universidad no hay marcadores para la pizarra, lo tienen que costear entre ella y los bachilleres, pero no siempre se puede. Cuando las temperaturas son más altas opta por impartir la instrucción en los pasillos o debajo de las frondosas matas que resisten en la casa de estudios.

“Cómo podemos dar clases así. Los estudiantes no tienen pupitres. Mi escritorio no tiene tabla y a veces se me rompe la ropa en un pupitre viejo que tengo como silla. No hay condiciones ni para los estudiantes ni para los docentes. Gano un dólar diario y eso al final de mes o a mitad de quincena no cubre mis necesidades. Un docente universitario que en el pasado tenía acceso a vivienda, a un seguro que cubría a los familiares y podía darse el lujo de tomar vacaciones, ahora debe hacer dos o tres trabajos adicionales para vivir”.

Aunque el Ejecutivo regional inició las refacciones en dos módulos, no toda la universidad recibe mantenimiento

*Nombre cambiado por petición de la docente

LA HUMANIDAD · 21 FEBRERO, 2023

Historias de docentes | De profesora en la UDO a montar una bodega casera

Texto por Ronny Rodríguez Rosas | @ronnyrodriguez

Sobeida Yépez* se olvidó de las vacaciones en Margarita y Cumaná, esas que todos los años hacía con sus dos hijos. Una semana en la isla y otra en el estado Sucre, donde disfrutaban de las playas, compras en centros comerciales y paseos.

Hace siete años, en 2016, fue la última vez que, junto a sus hijos, visitó la isla para relajarse de un año impartir clases en las aulas de la Universidad de Oriente (UDO) en el núcleo Los Guaritos, en Maturín, capital del estado Monagas.

En el año 1993 egresó de la UDO-Sucre como licenciada en Educación mención Biología. Su carrera docente la inició en una extensión rural del Pedagógico en San Antonio, al norte de Monagas. Después pasó a una escuela en el sur de esta región hasta que en 1999 comenzó su carrera en la UDO.

Llegó hasta docente asociada, el penúltimo escalafón de la profesión docente universitaria. Para ello debió hacer dos posgrados y comenzó un doctorado, del cual desistió cuando la inflación comenzó a hacer mella en su presupuesto y la diferencia entre ser asociado y titular era muy pequeña.

Ahora lamenta no haber estudiado una carrera adicional, con la que pudiera estirar el salario. Como profesora asociada percibe 1,2 dólares diarios y debe invertir el salario mínimo que paga el Estado venezolano (130 bolívares) en pasajes para llegar a las aulas de clase.

Las salas de baño de la UDO-Los Guaritos no funcionan en los módulos 3 y 4, donde actualmente imparten clases

Docente por vocación

“Me gusta dar clases y lo hago por vocación, porque siempre quise ser docente y lo mío es la enseñanza, pero actualmente todo decayó. No hay pedagogía, no tenemos escritorios en las aulas, ni siquiera los servicios más básicos como electricidad para los laboratorios ni agua en los baños”, dice sobre las condiciones de la UDO, vandalizada durante el primer año de la pandemia del COVID-19 en Venezuela.

En plena crisis, entre los años 2017 y 2019, cuando hubo escasez de alimentos, medicinas y hasta gasolina, Yépez comenzó a vender productos al detal en su casa, ubicada en una urbanización de la Zona Industrial de Maturín, al oeste de la ciudad.

Con ello cortaba la brecha entre el salario que percibía docente, muy poco para poder subsistir, y lograba obtener dinero en efectivo para movilizarse y lograr algunas ganancias como sostén de hogar.

Un símbolo del deterioro

Pero como un árbol que se seca y sus hojas comienzan a caerse, en esos años de crisis su vehículo -que compró a contado en una agencia de automóviles donde les daban créditos a los docentes de la UDO o los carros sin mucho papeleo porque tenían solvencia económica- quedó en el garaje de la vivienda.

Sin dinero para costear los onerosos repuestos, por casi dos años esa camioneta de paseo cuatro puertas fue como un testigo del deterioro de la calidad de vida en su hogar y en el resto de Venezuela.

Yépez trató de repararla, pero no pudo. Optó finalmente por venderla y tratar de adquirir un vehículo de segunda mano en 2022, pero el aumento abrupto del dólar no le permitió hacerlo como ella esperaba. La pequeña bodega, ese emprendimiento para obtener ganancias, tampoco da el mismo dinero que antes. Sus vecinos, también arropados por la crisis económica, se privan de dulces y golosinas, optan por los alimentos más básicos y en pequeñas cantidades para estirar el presupuesto familiar.

Crisis en la UDO

Esta profesora asociada volvió este año a las clases presenciales en la UDO por la imposibilidad de hacerlo a distancia. Ni en su residencia ni tampoco los estudiantes cuentan con Internet para cumplir con esta modalidad. Aunque la UDO es reparada, los módulos 1 y 2 aún los laboratorios no tienen electricidad.

Los módulos 3 y 4 de la UDO-Los Guaritos están deteriorados. Los laboratorios no tienen electricidad

Asiste tres veces por semana y trata de impartir clases. En la universidad no hay marcadores para la pizarra, lo tienen que costear entre ella y los bachilleres, pero no siempre se puede. Cuando las temperaturas son más altas opta por impartir la instrucción en los pasillos o debajo de las frondosas matas que resisten en la casa de estudios.

“Cómo podemos dar clases así. Los estudiantes no tienen pupitres. Mi escritorio no tiene tabla y a veces se me rompe la ropa en un pupitre viejo que tengo como silla. No hay condiciones ni para los estudiantes ni para los docentes. Gano un dólar diario y eso al final de mes o a mitad de quincena no cubre mis necesidades. Un docente universitario que en el pasado tenía acceso a vivienda, a un seguro que cubría a los familiares y podía darse el lujo de tomar vacaciones, ahora debe hacer dos o tres trabajos adicionales para vivir”.

Aunque el Ejecutivo regional inició las refacciones en dos módulos, no toda la universidad recibe mantenimiento

*Nombre cambiado por petición de la docente

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QUÉ CHÉVERE

QUÉ INDIGNANTE

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