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Historias de docentes | Gilbert Peña dejó la enseñanza por la construcción

LA HUMANIDAD · 12 FEBRERO, 2023 09:52

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Ronny Rodríguez Rosas | @ronnyrodriguez


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Atrás quedaron el ruido del timbre, la formación de los estudiantes para cantar el Himno Nacional y el compartir entre docentes para Gilbert Peña, un profesor de 40 años de edad que desde 2016 comenzó a compaginar su trabajo en las aulas con diversas labores.

En ese año la crisis económica que arrastraba Venezuela golpeó a todos. Los anaqueles de los supermercados se vaciaron de productos, una escasez generalizada popularizó el “bachaqueo”, la comercialización de alimentos de primera necesidad que se vendían al mejor postor y se empezó a hablar de una emergencia humanitaria compleja, un concepto que era tan lejano, de países en guerras como Siria o los que padecen hambrunas en África. Pero que desde entonces, este fenómeno ha expulsado a más de 7 millones de venezolanos, como lo recogen cifras del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur).

Te recomendamos: “No pensé que tendría que trabajar en el campo para sobrevivir”, afirman maestros en el sur de Aragua

Peña aprovechó sus vacaciones ese año para dedicarse a la actividad informal. A diferencia de otros colegas que venden productos o hasta café en las calles, él se montó en un camión de carga pesada para repartir materiales de construcción: cabillas, cemento y arena, que pronto se convirtieron en sus nuevas tizas, borradores y hojas de evaluación, aquellas que finalmente dejó cuando llegó la pandemia del coronavirus a Venezuela en el  2020.

A partir de 2016 compaginó su labor en el aula con trabajos de construcción

Estabilidad económica que no llega

Sus sueños de una estabilidad económica, de ser docente porque le gusta la enseñanza, porque obtenía un salario digno y beneficios de un seguro médico para las emergencias en el hogar y de formar a las nuevas generaciones, solo lo pudo disfrutar entre el año 2008 —cuando egresó de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) en Maturín- y 2013.

Te sugerimos: «No vinimos a bailar bolero con la policía», docentes vuelven a protestar este 30 de enero

“La crisis salarial para los docentes se comenzó a sentir en 2015. Mi esposa y yo somos maestros, pero desde ese año nuestros dos salarios sólo nos permitían cubrir las necesidades básicas, los usábamos exclusivamente para la alimentación”, dijo a Efecto Cocuyo.

En 2009 eran Gilbert, su esposa y un hijo. Pero desde 2016 la familia creció. Ahora tienen tres hijos y debe salir a las 7:30 de la mañana a trabajar cerca de su vivienda, esa que pudo comprar con su sueldo de maestro y un crédito hipotecario.

Foto: Cortesía Gilbert Peña

De las aulas a las cabillas

Los lápices ahora son martillos, cinceles y escardillas. Los pizarrones se transformaron en paredes, suelos de maleza y las brochas sirven de pluma para escribir —ya no en planillas de evaluación— sino en paredes que debe pintar para ganarse el pan.

“En el año 2020, cuando comenzó la pandemia, abandoné el sistema educativo. Obligado por la crisis tuve que salir a buscar trabajo en labores de albañilería, limpieza y pintura. Desde entonces me dedico a la construcción, la soldadura y hasta la jardinería”.

Cuando una semana es buena, como ayudante de construcción puede obtener hasta 50 dólares. Mientras su esposa tiene aún un salario que no llega a los 30 dólares al mes, Gilbert toma su carretilla con las dos palas, un machete y, ataviado con botas plásticas, recorre las calles de su urbanismo, en la Zona Industrial de Maturín, donde los vecinos lo contratan para reparaciones menores.

De las aulas de clase extraña las ocurrencias de los estudiantes, el compartir con sus colegas docentes y el contacto con la comunidad académica. Calcula que pudo formar en sus 12 años de maestro hasta 2.000 mil estudiantes, a razón de unos 200 por año, allá en el liceo Marco Antonio Saluzzo, un plantel público en el centro de la capital del estado Monagas.

“Aún cuando vas por la calle hay estudiantes que te dicen ‘profe’ con mucho cariño. Eso es satisfactorio, pero no tener que llevar a tu casa o ganar 600 bolívares, que fue mi último sueldo cuando me sacaron de nómina en octubre de 2022, no puedo permitírmelo. Toda mi edad productiva se me está yendo y no veo futuro”.

A este profesor lo sacaron de nómina en octubre de 2020. Durante 12 años formó a unos 2 mil estudiantes

LA HUMANIDAD · 12 FEBRERO, 2023

Historias de docentes | Gilbert Peña dejó la enseñanza por la construcción

Texto por Ronny Rodríguez Rosas | @ronnyrodriguez

Atrás quedaron el ruido del timbre, la formación de los estudiantes para cantar el Himno Nacional y el compartir entre docentes para Gilbert Peña, un profesor de 40 años de edad que desde 2016 comenzó a compaginar su trabajo en las aulas con diversas labores.

En ese año la crisis económica que arrastraba Venezuela golpeó a todos. Los anaqueles de los supermercados se vaciaron de productos, una escasez generalizada popularizó el “bachaqueo”, la comercialización de alimentos de primera necesidad que se vendían al mejor postor y se empezó a hablar de una emergencia humanitaria compleja, un concepto que era tan lejano, de países en guerras como Siria o los que padecen hambrunas en África. Pero que desde entonces, este fenómeno ha expulsado a más de 7 millones de venezolanos, como lo recogen cifras del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur).

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Peña aprovechó sus vacaciones ese año para dedicarse a la actividad informal. A diferencia de otros colegas que venden productos o hasta café en las calles, él se montó en un camión de carga pesada para repartir materiales de construcción: cabillas, cemento y arena, que pronto se convirtieron en sus nuevas tizas, borradores y hojas de evaluación, aquellas que finalmente dejó cuando llegó la pandemia del coronavirus a Venezuela en el  2020.

A partir de 2016 compaginó su labor en el aula con trabajos de construcción

Estabilidad económica que no llega

Sus sueños de una estabilidad económica, de ser docente porque le gusta la enseñanza, porque obtenía un salario digno y beneficios de un seguro médico para las emergencias en el hogar y de formar a las nuevas generaciones, solo lo pudo disfrutar entre el año 2008 —cuando egresó de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) en Maturín- y 2013.

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“La crisis salarial para los docentes se comenzó a sentir en 2015. Mi esposa y yo somos maestros, pero desde ese año nuestros dos salarios sólo nos permitían cubrir las necesidades básicas, los usábamos exclusivamente para la alimentación”, dijo a Efecto Cocuyo.

En 2009 eran Gilbert, su esposa y un hijo. Pero desde 2016 la familia creció. Ahora tienen tres hijos y debe salir a las 7:30 de la mañana a trabajar cerca de su vivienda, esa que pudo comprar con su sueldo de maestro y un crédito hipotecario.

Foto: Cortesía Gilbert Peña

De las aulas a las cabillas

Los lápices ahora son martillos, cinceles y escardillas. Los pizarrones se transformaron en paredes, suelos de maleza y las brochas sirven de pluma para escribir —ya no en planillas de evaluación— sino en paredes que debe pintar para ganarse el pan.

“En el año 2020, cuando comenzó la pandemia, abandoné el sistema educativo. Obligado por la crisis tuve que salir a buscar trabajo en labores de albañilería, limpieza y pintura. Desde entonces me dedico a la construcción, la soldadura y hasta la jardinería”.

Cuando una semana es buena, como ayudante de construcción puede obtener hasta 50 dólares. Mientras su esposa tiene aún un salario que no llega a los 30 dólares al mes, Gilbert toma su carretilla con las dos palas, un machete y, ataviado con botas plásticas, recorre las calles de su urbanismo, en la Zona Industrial de Maturín, donde los vecinos lo contratan para reparaciones menores.

De las aulas de clase extraña las ocurrencias de los estudiantes, el compartir con sus colegas docentes y el contacto con la comunidad académica. Calcula que pudo formar en sus 12 años de maestro hasta 2.000 mil estudiantes, a razón de unos 200 por año, allá en el liceo Marco Antonio Saluzzo, un plantel público en el centro de la capital del estado Monagas.

“Aún cuando vas por la calle hay estudiantes que te dicen ‘profe’ con mucho cariño. Eso es satisfactorio, pero no tener que llevar a tu casa o ganar 600 bolívares, que fue mi último sueldo cuando me sacaron de nómina en octubre de 2022, no puedo permitírmelo. Toda mi edad productiva se me está yendo y no veo futuro”.

A este profesor lo sacaron de nómina en octubre de 2020. Durante 12 años formó a unos 2 mil estudiantes

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