“Al maestro con cariño”
Docentes protestan en Caracas. Foto: Iván E. Reyes

El año 2024 inicia con el anuncio de movilizaciones de maestros en las calles. Las reivindicaciones por las que “patearon calles” durante el año pasado siguen siendo las mismas, no lograron avances en el mejoramiento de sus condiciones sociolaborales.

Nuestros estudiantes se están quedando huérfanos de docentes. La diáspora de educadores de los centros educativos en busca de oportunidades, dentro y fuera del país, es cada vez mayor.

Pero están los que permanecen pese a las circunstancias. Son los héroes y heroínas que madrugan, toman el precario transporte colectivo, hacen lo imposible para estirar lo poco que ganan, mantienen una familia, pierden peso por su precaria alimentación, lidian con una carga emocional que no los hace claudicar y siguen allí aprendiendo,  de forma creativa, a surfear  la adversidad

Es el ejercicio de una “Pedagogía de la Esperanza”, término acuñado por el educador brasileño Paulo Freire, evocando ese anhelo como un  testimonio del esfuerzo silencioso y generoso de muchos que impiden que la esperanza muera.  

Gerenciar la esperanza

Falta comida, agua, transporte, útiles y sin duda su efecto es devastador, pero gerenciar la esperanza es el reto fundamental de los tiempos que vivimos. El papel principal del maestro es mantener la capacidad de inspirar, de darle un sentido, una razón de ser, a sus estudiantes, incluso a los representantes.

No se trata de desconocer la realidad y sus dificultades, se trata de no dejar que secuestre la capacidad de construir y avivar la esperanza con nuestras acciones. 

Las escuelas tienen que convertirse en semilleros de luz y los maestros en sus jardineros. La educación emocional nos da alternativas para desarrollar ese proceso. 

Daniel Goleman caracteriza a las personas inteligentes emocionalmente pues muestran automotivación, expresan y conocen sus emociones y reconocen y valoran las de los demás; son perseverantes a pesar de las dificultades, poseen autocontrol ante los conflictos, tienen empatía y comprensión ante las necesidades de los otros y mantienen la esperanza y una actitud positiva. 

Nuestras escuelas tienen que ser espacios para sembrar la esperanza de que si hay “luz al final del túnel”. 

Honrando a los educadores de vocación 

“Cabe destacar que me mantengo en la escuela porque tengo fe, esperanza y amor. Porque creo en la escuela como mecanismo de cambio para transformar vidas. Me motiva llegar a la escuela en la mañana y recibir el saludo y cariño de los estudiantes. Me motiva, porque me gusta ser ejemplo de vida de muchos niños y niñas y, sobre todo, me apasiona el triunfo de quienes he guiado (…).

(…) Me motiva, porque siento que Dios me ha dotado de este maravilloso don de enseñar y de emplearlo de la mejor manera posible. También me motiva el deseo de aportar a la calidad educativa, a contribuir con mi país y me motiva saber que la figura del maestro es clave en el proceso educativo y en la vida de muchos niños y niñas. Deseo ver un país libre de tanta desidia, con docentes comprometidos, con nuevas convicciones, con ganas de luchar y trasformar los corazones de niños y niñas”, son palabras de Yajaira, una maestra de Fe y Alegría. 

Como Yajaira, son muchos los educadores que, a pesar de la oscuridad mantienen viva la esperanza de manera silenciosa y comprometida. A todos ellos, nuestro reconocimiento y cariño en su día.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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