Ante algunas reacciones a mi artículo de la semana pasada quisiera precisar y ampliar algunas nociones. Particularmente si el racismo es solo cuestión de individuos y grupos aislados, si a todas las personas y grupos les mueve el racismo y sí el racismo, por ser cuestión de razas, es algo biológico, parte de la naturaleza humana.
El racismo no solo está en la cabeza y en la conducta de algunas personas o grupos, se expresa de múltiples formas y vías. Hay racismo institucional cuando miembros de esas instituciones lo manifiestan al ejercer sus funciones. Por ejemplo, los agentes policiales de Estados Unidos denunciados por agresiones desmedidas hacia ciudadanos negros, incluido el asesinato.
Los partidos políticos conservadores o de derecha en Europa mantienen claros discursos racistas al acusar a los migrantes, especialmente si son negros o morenos, de ser la causa de los problemas sociales de sus países y llaman a la población local a luchar contra ellos. No a matarlos, como hicieron los nazis con los judíos, pero sí a regresarlos a sus países.
El rechazo y la agresión de nacionales contra migrantes en Latinoamérica se debe más a sentimientos xenofóbicos que racistas. La xenofobia es el rechazo a personas que, aun teniendo características físicas y socioeconómicas semejantes a la de los locales, son ajenas a la comunidad y son percibidas como amenazas.
Racismo y xenofobia suelen tener componentes de aporofobia o rechazo a los pobres. Una expresión clasista muy específica.
Los pobres suelen ser percibidos como un sector con problemas de todo tipo que, cuando emigran, poco o nada aportan al país o región donde llegan. Pero, al mismo tiempo, son vistos como competencia en los puestos de trabajo y en los servicios sociales de los pobres locales. Ese es un argumento frecuente en los discursos de políticos conservadores para ganar seguidores.
La creencia de superioridad de una raza sobre otra está implícita en el racismo. Esa superioridad se atribuye a razones biológicas como son el color de piel y otros rasgos físicos.
Una teoría del conflicto social sostiene que el racismo se expresa en forma de espejo: El grupo que desprecia a otro grupo también es despreciado por ese grupo. Blancos desprecian a negros, negros desprecian a blancos, por ejemplo. Esto se cumple en términos de conflictos bélicos pero no por racismo.
Cuando negros o indígenas agreden a blancos, no lo hacen por creerse superiores. La agresión del agredido es una respuesta defensiva, no, necesariamente, racista. Luchar contra el agresor no hace creer superior al grupo agredido.
Racismo no es solo cuestión de rasgos físicos, incluye también aspectos culturales, religiosos, estilos de vida, comportamientos que forman parte de lo despreciado; por esta razón, el racismo se puede confundir con otras razones de conflicto social a las que ya nos hemos referido como la xenofobia y el clasismo.
El racismo puede ser tan fuerte que, como los grandes dolores físicos, puede no percibirse. Es entonces cuando aparece el rechazo endógeno, hacia sí mismo, y se da el endorracismo que lleva a rechazar a quienes tienen color de piel y rasgos similares a quien los percibe.
En los países Latinoamericanos, donde las razas se han mezclado, los descendientes que tienen rasgos de negros y/o indígenas pudieran ignorar sus rasgos de la raza o razas despreciadas y revalorizar sus rasgos de blanco.
En casi todo el mundo, las poblaciones negras e indígenas forman parte de los sectores más pobres y suelen tener menor nivel educativo, por ello pueden ser despreciadas y a poca gente le gusta verse con rasgos que se desprecian. Esto potencia el endorracismo y surge el afán por “mejorar la raza”.
Si para mucha gente latinoamericana los rasgos negros son intolerables más lo son los rasgos indígenas. Lo indígena se pudiera apreciar en lo pintoresco, lo turístico, lo servil, pero hasta allí. De otras formas, mientras más lejos mejor.
Racismo, xenofobia y clasismo, todas creaciones sociales, hacen de la suya en nuestras relaciones cotidianas.
El racismo, aunque se exprese por el color de la piel, no se lleva en la sangre. El racismo, como toda creencia, es aprendido y, por tanto, se puede cambiar.
La forma en la que se percibe a los negros, indígenas, asiáticos, judíos, árabes y otros grupos sociales, ha cambiado con el pasar del tiempo y ahora, en algunos sectores, hay más tolerancia; pero hay que cambiar más, mucho más, hasta extinguir todo lo que signifique rechazo y produzca odio hacia otro ser humano.
El racismo pervive porque ayuda a mantener el statu quo, el privilegio de unos pocos sectores sociales sobre otros.
El racismo, como cualquier otra creencia, y su consecuente conducta, se supera con educación, con ejemplos positivos. No con multas, ni con prisión. Penas de ese tipo llevan a inhibir conductas, no a extinguirlas.
Las familias, las instituciones escolares, los medios de comunicación, las redes, cada uno de nosotros debería promover mensajes de tolerancia, igualdad, respeto entre las razas, en todos los campos, el deporte entre ellos y, por supuesto, en los discursos políticos.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: ¿Qué tan racista soy?
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Ante algunas reacciones a mi artículo de la semana pasada quisiera precisar y ampliar algunas nociones. Particularmente si el racismo es solo cuestión de individuos y grupos aislados, si a todas las personas y grupos les mueve el racismo y sí el racismo, por ser cuestión de razas, es algo biológico, parte de la naturaleza humana.
El racismo no solo está en la cabeza y en la conducta de algunas personas o grupos, se expresa de múltiples formas y vías. Hay racismo institucional cuando miembros de esas instituciones lo manifiestan al ejercer sus funciones. Por ejemplo, los agentes policiales de Estados Unidos denunciados por agresiones desmedidas hacia ciudadanos negros, incluido el asesinato.
Los partidos políticos conservadores o de derecha en Europa mantienen claros discursos racistas al acusar a los migrantes, especialmente si son negros o morenos, de ser la causa de los problemas sociales de sus países y llaman a la población local a luchar contra ellos. No a matarlos, como hicieron los nazis con los judíos, pero sí a regresarlos a sus países.
El rechazo y la agresión de nacionales contra migrantes en Latinoamérica se debe más a sentimientos xenofóbicos que racistas. La xenofobia es el rechazo a personas que, aun teniendo características físicas y socioeconómicas semejantes a la de los locales, son ajenas a la comunidad y son percibidas como amenazas.
Racismo y xenofobia suelen tener componentes de aporofobia o rechazo a los pobres. Una expresión clasista muy específica.
Los pobres suelen ser percibidos como un sector con problemas de todo tipo que, cuando emigran, poco o nada aportan al país o región donde llegan. Pero, al mismo tiempo, son vistos como competencia en los puestos de trabajo y en los servicios sociales de los pobres locales. Ese es un argumento frecuente en los discursos de políticos conservadores para ganar seguidores.
La creencia de superioridad de una raza sobre otra está implícita en el racismo. Esa superioridad se atribuye a razones biológicas como son el color de piel y otros rasgos físicos.
Una teoría del conflicto social sostiene que el racismo se expresa en forma de espejo: El grupo que desprecia a otro grupo también es despreciado por ese grupo. Blancos desprecian a negros, negros desprecian a blancos, por ejemplo. Esto se cumple en términos de conflictos bélicos pero no por racismo.
Cuando negros o indígenas agreden a blancos, no lo hacen por creerse superiores. La agresión del agredido es una respuesta defensiva, no, necesariamente, racista. Luchar contra el agresor no hace creer superior al grupo agredido.
Racismo no es solo cuestión de rasgos físicos, incluye también aspectos culturales, religiosos, estilos de vida, comportamientos que forman parte de lo despreciado; por esta razón, el racismo se puede confundir con otras razones de conflicto social a las que ya nos hemos referido como la xenofobia y el clasismo.
El racismo puede ser tan fuerte que, como los grandes dolores físicos, puede no percibirse. Es entonces cuando aparece el rechazo endógeno, hacia sí mismo, y se da el endorracismo que lleva a rechazar a quienes tienen color de piel y rasgos similares a quien los percibe.
En los países Latinoamericanos, donde las razas se han mezclado, los descendientes que tienen rasgos de negros y/o indígenas pudieran ignorar sus rasgos de la raza o razas despreciadas y revalorizar sus rasgos de blanco.
En casi todo el mundo, las poblaciones negras e indígenas forman parte de los sectores más pobres y suelen tener menor nivel educativo, por ello pueden ser despreciadas y a poca gente le gusta verse con rasgos que se desprecian. Esto potencia el endorracismo y surge el afán por “mejorar la raza”.
Si para mucha gente latinoamericana los rasgos negros son intolerables más lo son los rasgos indígenas. Lo indígena se pudiera apreciar en lo pintoresco, lo turístico, lo servil, pero hasta allí. De otras formas, mientras más lejos mejor.
Racismo, xenofobia y clasismo, todas creaciones sociales, hacen de la suya en nuestras relaciones cotidianas.
El racismo, aunque se exprese por el color de la piel, no se lleva en la sangre. El racismo, como toda creencia, es aprendido y, por tanto, se puede cambiar.
La forma en la que se percibe a los negros, indígenas, asiáticos, judíos, árabes y otros grupos sociales, ha cambiado con el pasar del tiempo y ahora, en algunos sectores, hay más tolerancia; pero hay que cambiar más, mucho más, hasta extinguir todo lo que signifique rechazo y produzca odio hacia otro ser humano.
El racismo pervive porque ayuda a mantener el statu quo, el privilegio de unos pocos sectores sociales sobre otros.
El racismo, como cualquier otra creencia, y su consecuente conducta, se supera con educación, con ejemplos positivos. No con multas, ni con prisión. Penas de ese tipo llevan a inhibir conductas, no a extinguirlas.
Las familias, las instituciones escolares, los medios de comunicación, las redes, cada uno de nosotros debería promover mensajes de tolerancia, igualdad, respeto entre las razas, en todos los campos, el deporte entre ellos y, por supuesto, en los discursos políticos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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