Si los trastornos mentales son fuentes de sufrimiento en sí mismos, si un tratamiento psicológico o psiquiátrico es difícil de conseguir en el sistema público de salud o costoso en el privado y, sobre todo, por el sufrimiento personal y familiar que implica, lo mejor es prevenir la salud mental reduciendo las amenazas que se ciernen sobre ella.
La recomendación fundamental para prevenir enfermedades evitables es llevar una vida sana. Esto, en materia de salud física es relativamente posible: alimentación balanceada y sana, ejercicio físico, evitar las sustancias tóxicas, tener cultura de prevención, chequeos médicos regulares, entre otros. La prevención de la salud mental o psicológica es más compleja por la cantidad de factores, fuera de nuestro control, que la afectan.
En el caso de trastornos mentales con orden orgánico, la prevención exige mantener los medicamentos prescritos al pie de la letra junto al control médico regular lo cual, en muchos sistemas de salud, es difícil.
En el caso de trastornos psicológicos o conductuales por causas piscosociales hay que reducir los riesgos que los generan, aprendiendo a manejarlos y cuando se nos escapen de las manos, buscar ayuda profesional con la suerte de conseguirla.
Mantener la salud mental es difícil pero es necesario. Eso suena a perogrullo pero es así. Ya referimos que es más fácil mantenerla cuando se trata de una enfermedad mental con origen orgánico que cuando se sufre por factores psicosociales. Muchos de ellos escapan de nuestro control.
La situación económica, la conflictividad social, los cambios climáticos, la crisis de los servicios básicos (suministro de electricidad, agua, gas, transporte, entre otros), la inflación galopante , así como conflictos bélicos, ahora con amenaza nucleares, ese temor por el futuro forman parte de las preocupaciones que, en menor o mayor grado, afectan al mundo en la actualidad. Indudablemente, mucho más a quienes viven en países pobres y con conflictos bélicos.
En el mundo actual es casi imposible vivir sin estrés, sin estrés del malo, del que nos roba el sueño, el apetito, la motivación cotidiana, las ganas de sexo con disfrute, inclusive las ganas de trabajar o estudiar. Todo eso conspira contra la salud mental.
En algunas sociedades, el descanso, las vacaciones, la pausa necesaria en el trabajo es casi imposible por razones económicas y porque la quietud, para algunas personas, es una amenaza al hacerlas pensar más en sus preocupaciones. Entonces, prefieren evadirlas, no paran de trabajar aumentando los riesgos de salud mental.
Ante la impotencia que nos puede producir la complejidad social en que vivimos y la amenaza constante de más problemas fuera de nuestro control pero que nos afectan, lo que nos queda es reducir el impacto de esas situaciones con lo que está a nuestro alcance, con los recursos personales que podamos movilizar.
La fortaleza interna, la autoconfianza, el tener motivación por algo, es fundamental así como es el afecto: saber que alguien te quiere, que tu quieres. El contar con compañía nutritiva, la posibilidad de una buena conversa consigo mismo o con otra persona. También, el disfrutar de estar solo. Escribir para ti.
El ejercicio físico es un gran recurso para aliviar tensiones: una caminata enérgica, flexiones. Limpiar la casa moviéndose lo más que se pueda, cuidar plantas, cocinar, arreglar algo en el hogar. Una bailadita y el disfrute sexual a través de la masturbación en soledad o, sí se puede, un buen encuentro con otra persona, están entre las recomendaciones más eficientes para el alivio mental.
La pausa es fundamental en la prevención del malestar psíquico o emocional. Pausa no es no hacer nada sino hacer algo diferente, que nos entretenga, nos apetezca. La meditación, u otra técnica oriental como el yoga o el Taichí, son de gran ayuda; comer algo liviano que nos guste, una buena dormida. Ver una película (preferible en el cine que en casa), ir a una exposición, leer, son actividades relajantes, posibles. Para la gente religiosa, la oración.
Reducir la sintonía de noticieros o la conexión con las redes virtuales ayuda a lograr tranquilidad.
Hay muchas actividades que nos relajan y podemos hacer sin mayor costo o adaptándolas a nuestras posibilidades. Es necesario descubrir qué podemos hacer cada uno de nosotros para cuidar nuestra salud mental.
Ante el embate de las circunstancias económicas, políticas, sociales fuera de nuestro control, a cada uno nos queda algo por hacer. Lo importante es no dejarnos atrapar por la impotencia.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: La difícil salud mental
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Si los trastornos mentales son fuentes de sufrimiento en sí mismos, si un tratamiento psicológico o psiquiátrico es difícil de conseguir en el sistema público de salud o costoso en el privado y, sobre todo, por el sufrimiento personal y familiar que implica, lo mejor es prevenir la salud mental reduciendo las amenazas que se ciernen sobre ella.
La recomendación fundamental para prevenir enfermedades evitables es llevar una vida sana. Esto, en materia de salud física es relativamente posible: alimentación balanceada y sana, ejercicio físico, evitar las sustancias tóxicas, tener cultura de prevención, chequeos médicos regulares, entre otros. La prevención de la salud mental o psicológica es más compleja por la cantidad de factores, fuera de nuestro control, que la afectan.
En el caso de trastornos mentales con orden orgánico, la prevención exige mantener los medicamentos prescritos al pie de la letra junto al control médico regular lo cual, en muchos sistemas de salud, es difícil.
En el caso de trastornos psicológicos o conductuales por causas piscosociales hay que reducir los riesgos que los generan, aprendiendo a manejarlos y cuando se nos escapen de las manos, buscar ayuda profesional con la suerte de conseguirla.
Mantener la salud mental es difícil pero es necesario. Eso suena a perogrullo pero es así. Ya referimos que es más fácil mantenerla cuando se trata de una enfermedad mental con origen orgánico que cuando se sufre por factores psicosociales. Muchos de ellos escapan de nuestro control.
La situación económica, la conflictividad social, los cambios climáticos, la crisis de los servicios básicos (suministro de electricidad, agua, gas, transporte, entre otros), la inflación galopante , así como conflictos bélicos, ahora con amenaza nucleares, ese temor por el futuro forman parte de las preocupaciones que, en menor o mayor grado, afectan al mundo en la actualidad. Indudablemente, mucho más a quienes viven en países pobres y con conflictos bélicos.
En el mundo actual es casi imposible vivir sin estrés, sin estrés del malo, del que nos roba el sueño, el apetito, la motivación cotidiana, las ganas de sexo con disfrute, inclusive las ganas de trabajar o estudiar. Todo eso conspira contra la salud mental.
En algunas sociedades, el descanso, las vacaciones, la pausa necesaria en el trabajo es casi imposible por razones económicas y porque la quietud, para algunas personas, es una amenaza al hacerlas pensar más en sus preocupaciones. Entonces, prefieren evadirlas, no paran de trabajar aumentando los riesgos de salud mental.
Ante la impotencia que nos puede producir la complejidad social en que vivimos y la amenaza constante de más problemas fuera de nuestro control pero que nos afectan, lo que nos queda es reducir el impacto de esas situaciones con lo que está a nuestro alcance, con los recursos personales que podamos movilizar.
La fortaleza interna, la autoconfianza, el tener motivación por algo, es fundamental así como es el afecto: saber que alguien te quiere, que tu quieres. El contar con compañía nutritiva, la posibilidad de una buena conversa consigo mismo o con otra persona. También, el disfrutar de estar solo. Escribir para ti.
El ejercicio físico es un gran recurso para aliviar tensiones: una caminata enérgica, flexiones. Limpiar la casa moviéndose lo más que se pueda, cuidar plantas, cocinar, arreglar algo en el hogar. Una bailadita y el disfrute sexual a través de la masturbación en soledad o, sí se puede, un buen encuentro con otra persona, están entre las recomendaciones más eficientes para el alivio mental.
La pausa es fundamental en la prevención del malestar psíquico o emocional. Pausa no es no hacer nada sino hacer algo diferente, que nos entretenga, nos apetezca. La meditación, u otra técnica oriental como el yoga o el Taichí, son de gran ayuda; comer algo liviano que nos guste, una buena dormida. Ver una película (preferible en el cine que en casa), ir a una exposición, leer, son actividades relajantes, posibles. Para la gente religiosa, la oración.
Reducir la sintonía de noticieros o la conexión con las redes virtuales ayuda a lograr tranquilidad.
Hay muchas actividades que nos relajan y podemos hacer sin mayor costo o adaptándolas a nuestras posibilidades. Es necesario descubrir qué podemos hacer cada uno de nosotros para cuidar nuestra salud mental.
Ante el embate de las circunstancias económicas, políticas, sociales fuera de nuestro control, a cada uno nos queda algo por hacer. Lo importante es no dejarnos atrapar por la impotencia.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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