Recién se celebró el día mundial de la Salud Mental. Como siempre, estas celebraciones buscan que la gente tome conciencia y haga algo sobre el tema del día. Hacerlo sobre salud mental es difícil. Comenzando por el mismo concepto y de lo que él se deriva.
La salud mental nos remite a que no estemos enfermos mentalmente. Quiere decir que psicológicamente, con sus componentes emocionales, cognitivos, perceptuales y conductuales, por mencionar solo algunos de los procesos de nuestra “mente” o psique, funcionen «bien». Lo conductual va incluido en lo psicológico porque en algunos enfoques de psicología, la conducta expresa lo que «nos pasa por dentro».
Para el diagnóstico de la salud mental, psicólogos y psiquiatras se guían por un manual elaborado por la Organización Mundial de la Salud, – el DSM- desde finales de los años 60 y que va por su quinta actualización. En ese manual aparece una larga lista de trastornos o enfermedades mentales y cada una tiene un cierto número de síntomas. Dependiendo de la cantidad de síntomas que se capten en la persona o que ella se reconozca, se hace diagnóstico de la enfermedad.
Para el común de la gente y también para los profesionales de la salud, que una persona esté» bien» o «mal» psicológicamente, esté sana mentalmente, tiene que ver con una conducta equilibrada y la capacidad de adaptación al medio social. Así, una persona será normal si se adapta a las normas, si responde como se espera de ella. Si no, algo anda mal. Son criterios muy subjetivos Pero el gran problema con la salud mental es la cantidad de factores externos e internos que la afectan.
La salud mental puede afectarse por múltiples razones, entre ellas, orgánicas. Nuestro organismo, particularmente el cerebro, puede trabajar de manera que altera funciones psicológicas como el pensamiento, la percepción, la motivación o anímicas y, por supuesto, la conducta.
La base orgánica del trastorno mental es lo que produce las enfermedades mentales complejas, que tienen una base neurológica, como la esquizofrenia, la bipolaridad, o las psicopatías, entre otras. Estas enfermedades requieren medicación. Un relativo bajo número de la población está afectada por este tipo de enfermedades.
El gran problema con la salud mental está en los factores sociales que la afectan y gran parte de esos acontecimientos están fuera de nuestro control. Por ello, es casi imposible escapar de ellos. Lo que varía es la manera en la que cada uno de nosotros reacciona ante estos factores.
La salud mental de cada quien está afectada por acontecimientos positivos, los que nos alegran, nos exaltan, nos entusiasman como también hay acontecimientos negativos, que nos golpean anímicamente, nos entristecen, nos enfurecen o atemorizan o reaccionamos en consecuencia. Si cualquiera de esas reacciones es proporcional al acontecimiento que la produjo y se supera en un relativo corto tiempo, se considera normal y deseable en términos de salud.
El problema, en términos de salud mental, está en la desproporción, frecuencia y duración de las reacciones ante lo que nos ocurra. Recordemos la exigencia de equilibrio, de ni tanto ni tan poco, para que se considere que estamos sanos mentalmente.
Cuando se habla de salud mental en términos oficiales, como en la celebración del día dedicado a este tema, dos acciones parecieran primordiales: la atención y la prevención. Debería mencionarse en orden inverso pero debido a que la prevención es más compleja, queda para más adelante.
En casi todos los sistemas de salud del mundo hay un déficit en los servicios de atención a la salud mental, psicológica o psiquiátrica. De hecho, la Organización Mundial de la Salud, la considera el área más desatendida de los sistemas de salud, inclusive en los países ricos. ¿Qué decir de los pobres?.
En cualquier sistema de salud, la prioridad la tienen los servicios de salud física por aquello de que si no hay vida, no hay nada.
En la atención de la salud mental hay un problema de costos en tiempo y dinero. Mientras un problema menor de salud física se puede resolver en una o pocas consultas y con medicamentos, cualquier problema de salud mental requiere de varias, a veces de muchas, consultas y no se resuelve, necesariamente, con medicamentos sino que exigen seguimiento profesional frecuente.
A pesar de la insuficiencia y deficiencias conceptuales en los servicios de atención primaria a la salud mental, los casos graves o complicados suelen ser atendidos en forma semejante a los de salud física, pero en este caso, se suma el problema del estigma.
Las sociedades de todos los tiempos han considerado a los problemas mentales como una vergüenza, un oprobio, inclusive en el medioevo se consideraron como resultados de una acción diabólica y por tanto, que se debe ocultar. Por ello, las instalaciones para atender a quienes sufren enfermedades psiquiátricas suelen estar en el abandono, como los leprocomios de entonces. Ahora se pueden encontrar algunas dignas, privadas, a alto costo, o públicas, en países ricos.
Si las casas de reposo, los sanatorios, los manicomios, como se les llamen, prestaran servicios de calidad, dignos, humanizados, el problema de la atención a la salud mental estaría parcialmente resuelto.
Con la atención de la salud mental en crisis y las dificultades en prevenir ese tipo de enfermedades, hay que reconocer que este es uno de los grandes problemas de la humanidad.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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La salud mental nos remite a que no estemos enfermos mentalmente. Quiere decir que psicológicamente, con sus componentes emocionales, cognitivos, perceptuales y conductuales, por mencionar solo algunos de los procesos de nuestra “mente” o psique, funcionen «bien». Lo conductual va incluido en lo psicológico porque en algunos enfoques de psicología, la conducta expresa lo que «nos pasa por dentro».
Para el diagnóstico de la salud mental, psicólogos y psiquiatras se guían por un manual elaborado por la Organización Mundial de la Salud, – el DSM- desde finales de los años 60 y que va por su quinta actualización. En ese manual aparece una larga lista de trastornos o enfermedades mentales y cada una tiene un cierto número de síntomas. Dependiendo de la cantidad de síntomas que se capten en la persona o que ella se reconozca, se hace diagnóstico de la enfermedad.
Para el común de la gente y también para los profesionales de la salud, que una persona esté» bien» o «mal» psicológicamente, esté sana mentalmente, tiene que ver con una conducta equilibrada y la capacidad de adaptación al medio social. Así, una persona será normal si se adapta a las normas, si responde como se espera de ella. Si no, algo anda mal. Son criterios muy subjetivos Pero el gran problema con la salud mental es la cantidad de factores externos e internos que la afectan.
La salud mental puede afectarse por múltiples razones, entre ellas, orgánicas. Nuestro organismo, particularmente el cerebro, puede trabajar de manera que altera funciones psicológicas como el pensamiento, la percepción, la motivación o anímicas y, por supuesto, la conducta.
La base orgánica del trastorno mental es lo que produce las enfermedades mentales complejas, que tienen una base neurológica, como la esquizofrenia, la bipolaridad, o las psicopatías, entre otras. Estas enfermedades requieren medicación. Un relativo bajo número de la población está afectada por este tipo de enfermedades.
El gran problema con la salud mental está en los factores sociales que la afectan y gran parte de esos acontecimientos están fuera de nuestro control. Por ello, es casi imposible escapar de ellos. Lo que varía es la manera en la que cada uno de nosotros reacciona ante estos factores.
La salud mental de cada quien está afectada por acontecimientos positivos, los que nos alegran, nos exaltan, nos entusiasman como también hay acontecimientos negativos, que nos golpean anímicamente, nos entristecen, nos enfurecen o atemorizan o reaccionamos en consecuencia. Si cualquiera de esas reacciones es proporcional al acontecimiento que la produjo y se supera en un relativo corto tiempo, se considera normal y deseable en términos de salud.
El problema, en términos de salud mental, está en la desproporción, frecuencia y duración de las reacciones ante lo que nos ocurra. Recordemos la exigencia de equilibrio, de ni tanto ni tan poco, para que se considere que estamos sanos mentalmente.
Cuando se habla de salud mental en términos oficiales, como en la celebración del día dedicado a este tema, dos acciones parecieran primordiales: la atención y la prevención. Debería mencionarse en orden inverso pero debido a que la prevención es más compleja, queda para más adelante.
En casi todos los sistemas de salud del mundo hay un déficit en los servicios de atención a la salud mental, psicológica o psiquiátrica. De hecho, la Organización Mundial de la Salud, la considera el área más desatendida de los sistemas de salud, inclusive en los países ricos. ¿Qué decir de los pobres?.
En cualquier sistema de salud, la prioridad la tienen los servicios de salud física por aquello de que si no hay vida, no hay nada.
En la atención de la salud mental hay un problema de costos en tiempo y dinero. Mientras un problema menor de salud física se puede resolver en una o pocas consultas y con medicamentos, cualquier problema de salud mental requiere de varias, a veces de muchas, consultas y no se resuelve, necesariamente, con medicamentos sino que exigen seguimiento profesional frecuente.
A pesar de la insuficiencia y deficiencias conceptuales en los servicios de atención primaria a la salud mental, los casos graves o complicados suelen ser atendidos en forma semejante a los de salud física, pero en este caso, se suma el problema del estigma.
Las sociedades de todos los tiempos han considerado a los problemas mentales como una vergüenza, un oprobio, inclusive en el medioevo se consideraron como resultados de una acción diabólica y por tanto, que se debe ocultar. Por ello, las instalaciones para atender a quienes sufren enfermedades psiquiátricas suelen estar en el abandono, como los leprocomios de entonces. Ahora se pueden encontrar algunas dignas, privadas, a alto costo, o públicas, en países ricos.
Si las casas de reposo, los sanatorios, los manicomios, como se les llamen, prestaran servicios de calidad, dignos, humanizados, el problema de la atención a la salud mental estaría parcialmente resuelto.
Con la atención de la salud mental en crisis y las dificultades en prevenir ese tipo de enfermedades, hay que reconocer que este es uno de los grandes problemas de la humanidad.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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