Este artículo fue publicado originalmente el 17 de mayo de 2024
Vivir en una sociedad patriarcal puede ser perjudicial por diversas razones, la principal de todas ellas, la de imponer una estructura social que otorga un poder desproporcionado a los hombres en comparación con las mujeres. Pero como somos sistemas dentro de sistemas, el que a las mujeres no nos vaya bien, pone en jaque la sostenibilidad social en todo el planeta, en el corto, mediano y largo plazo.
Aquí ofrezco diez razones por las cuales vivir en modo patriarcal no favorece a nadie:
- Las expectativas sociales y culturales impuestas a hombres y mujeres en una sociedad machista y androcéntrica pueden generar presión y estrés. Las normas y roles asociados a la masculinidad y feminidad a menudo llevan a la supresión de la individualidad y de la expresión personal.
- En una sociedad patriarcal, los roles de género tienden a ser rígidos y estereotipados. Esto limita las opciones y expectativas tanto para hombres como para mujeres, afectando su libertad para elegir profesiones, estilos de vida y relaciones.
- En sociedades patriarcales, las mujeres a menudo están subrepresentadas en puestos de liderazgo político, empresarial y social. Esta falta de representación lleva a la toma de decisiones de forma unidimensional, sin tener en cuenta las perspectivas y necesidades de la mitad de la población, por lo tanto, son respuestas limitadas a los desafíos y problemas de toda índole.
- En una sociedad patriarcal, las decisiones sobre la salud reproductiva y los derechos sexuales de las mujeres a menudo están sujetas a normas impuestas por el Estado, la Iglesia o empresas. Esto puede limitar la autonomía de las mujeres sobre sus propios cuerpos y decisiones, aumentando indicadores de mortalidad materna, embarazo adolescente o violencia obstétrica, con evidente impacto en los indicadores básicos de desarrollo poblacional.
- Las leyes en sociedades patriarcales no proporcionan la misma protección y derechos a mujeres que a hombres. Este hecho perpetúa la impunidad en casos de violencia de género y discriminación. Las altas tasas de violencia física, sexual o psicológica dirigida hacia las mujeres, así como la falta de recursos y apoyo para las víctimas, son indicadores altamente preocupantes.
- La jerarquía social de lo masculino sobre lo femenino produce el efecto de la brecha salarial, incluso cuando hombres y mujeres desempeñen roles y tiempos de dedicación similares. Esto las condena a ellas a la dependencia económica, a la feminización de la pobreza y al trabajo precario. La persistente diferencia entre los ingresos es un indicador más de la enorme desigualdad económica y laboral en todos los países.
- Las presiones y expectativas impuestas por una sociedad patriarcal pueden contribuir a generar problemas de salud mental, como la ansiedad y la depresión, tanto en hombres como en mujeres. El machismo a menudo estigmatiza la vulnerabilidad y la expresión abierta de las emociones, lo que incrementa el gasto público en materia sanitaria, aumenta la tasa de suicidios y disminuye la productividad y rendimiento per cápita.
- El patriarcado también puede tener efectos negativos para los hombres, aunque a veces estos aspectos pueden pasar desapercibidos debido a la concentración en las desigualdades de género que enfrentan las mujeres. En este sistema se tiende a presentar un modelo de masculinidad dominante, haciendo que aquellos que no se ajustan a sus preceptos se sientan excluidos o estigmatizados. La noción patriarcal de que los hombres deben controlar las relaciones puede limitar su capacidad para establecer interacciones equitativas y saludables con sus parejas, amistades y familiares.
- Un ambiente que tolera o perpetúa comentarios, actitudes o comportamientos sexistas, así como la presencia de conductas de acoso sexual y discriminación, contribuye a la creación de espacios de intolerancia y exclusión. Si las oportunidades de formación, desarrollo profesional y ascenso están sesgadas hacia un sexo en detrimento del otro, se agrava la desigualdad en términos de participación laboral.
- Desde el patriarcado, la labor de los cuidados y el trabajo doméstico tiene menos valor, fomentando un modelo que deja por fuera todo el conjunto de acciones que sostienen la vida. No es sano ni lógico, desmeritar el trabajo que muchas mujeres realizan sin remuneración ni valor social. Tampoco es justa esa irregular distribución de la carga que supone ocuparse de niños, adultos mayores, higiene y todo lo que sea necesario para sostener el aparato productivo. La ausencia de políticas públicas que apoyen la conciliación entre vida laboral y personal, como licencia parental equitativa o flexibilidad laboral, son reflejo de esa disparidad.
- El patriarcado es el padre de las guerras, de los conflictos, del estrés, las crisis y la cultura del malestar porque sus principales valores descansan en el autoritarismo, en la lucha como modelo de interacción social, en la exclusión, la imposición del más fuerte, la apropiación de la verdad y los recursos, el egoísmo y la reserva de privilegios para unos pocos. Es un modo de vida que nos ha traído escasez, agendas anti derechos, violencia y todas las formas de injusticia conocidas y por conocer.
Por una sociedad más libre y sin estructuras de género
Es importante destacar que estas diez razones no son exhaustivas y que las implicaciones de vivir en una sociedad patriarcal pueden variar según la cultura y las circunstancias específicas, pero lo que sí es esencial, es reconocer que la lucha contra el patriarcado no sólo nos beneficia a las mujeres, sino que también busca crear una sociedad más equitativa y libre para todas las personas que la componen.
Romper con una cultura patriarcal implica una transformación profunda de las actitudes, normas y estructuras que perpetúan las desigualdades y el movimiento que la lleva adelante, se llama feminismo.
Con educación y sensibilización, revisión de las políticas y prácticas, más promoción de liderazgos de mujeres, comunicación abierta y honesta y la creación de una cultura de alta responsabilización que garantice consecuencias claras para quienes perpetúen la discriminación, podremos invertir este desbalance de poder que históricamente se ha ejercicio en contra de nosotras.
Acabar con el patriarcado es una gesta que lleva tiempo y requiere persistencia, pero no abandonemos por difícil, el sueño de poder vivir en sociedades más saludables y equitativas.
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De la misma autora: La lucha por la libertad: el rol de las mujeres en la democracia y el poder