¿El mundo empeora o es una sensación?
Foto: EFE

¿Acaso tuvo razón el filósofo y psicólogo alemán Arnheim Rudolf cuando escribió su obra “Un mundo al revés”?, ¿o el escritor español Miguel Calatayud al emular la inspiración de Rudolf insistiendo en los desafueros y descomposición que marca al mundo en un contexto de insólitos y absurdos cambios?

La historia cultural se ha valido del argumento del “mundo al revés” para construir una categoría de análisis propia de la historiografía. Aunque la misma ha sido igualmente aprovechada por la Ciencia Política.

¿Acaso alguna vez no ha sentido que el mundo va de mal en peor? Seguramente sí. De manera que cualquier análisis prospectivo es posible que haya terminado afirmando que no hay un rumbo determinado o, como pregona el filósofo de calle, “como vaya viniendo, vamos viendo”.

Cada gobierno que asciende al poder promete lo que nunca llegará a cumplir. Por lo contrario, enrarece propuestas para valerse de la esperanza. Así termina creando más problemas.

¿Dónde se entromete el poder?

No hay duda de que el poder es lo que define al mundo en todas sus manifestaciones. Sólo que el utilitarismo, el revanchismo, el oportunismo, la extorsión, la represión, la corrupción, los intereses, las apetencias y majaderías del gobernante determinan la dirección que tergiversa al mundo. Ahí es cuando el mundo comienza a empeorar, comienza a agujerearse, a desequilibrarse a estropearse.

La mala interpretación de ideologías políticas suma al engaño. La debilidad por el poder que padecen los políticos de oficio hace que se conviertan en cómplices de tales desmanes. Por eso encubren sus alevosas opiniones con mentiras fabricadas, elaboradas en los contaminados laboratorios de política gubernamental. Esos políticos se hacen indolentes a los reclamos, clamores y protestas de la población. La hipocresía actúa como su mejor arma.

Si no logran que la ciudadanía crea las mentiras camufladas de verdades politizadas proceden a violentar la voluntad de la población distorsionando así las realidades. Siempre a instancia de la avidez del gobernante.

Uno de los mecanismos que utilizan este tipo de sistemas políticos para acosar, intimidar y vulnerar a la población es la guerra contra la conciencia. Son laboriosas tácticas de manipulación colectiva las que emplea el poder para someter, obnubilar e importunar actitudes a partir del manejo subliminal y, al mismo tiempo grosero, de la conciencia de la ciudadanía.

Así es como el gobernante logra sus cuestionados propósitos. Siempre ayudado por gobernantes aliados, políticos corruptos y militares inconstitucionales y deshonestos. Es así como el poder sabe burlarse de valores y principios, del civismo, de los derechos y las libertades. Es acá donde sobran las razones para preguntarse si es que ¿el mundo empeora o es una sensación?    

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