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Un negocio no siempre implica una gestión comercial o financiera. Entre las distintas acepciones de negocio, el diccionario de la Real Academia Española, refiere: “aquello que es objeto o materia de una ocupación lucrativa o de interés”.

Ahora bien, si esta acepción, busca analizarse desde el concepto de poder que lo presenta como el elemento característico del aspecto político de la sociedad, entonces podrán articularse para hacer posible hablar del “negocio del poder”, tal como habrá de intentarlo esta disertación.

Específicamente, del negocio por el que apuesta el poder (político). Al concepto de “poder”, un buen número de menciones atreven a juzgar según la praxis política seguida por las circunstancias, aunque algunas, de modo mordaz, tal como la expuesta por el escritor y médico soviético, Mijail Bulgakov.

Puntualiza que “todo poder es una violencia sobre la gente”. Un siglo atrás, el novelista francés, Honorato de Balzac, había señalado que “todo poder es una conspiración permanente”.

El poder como medio de negociación

En el ordenamiento que establece toda sociedad, a fin de jerarquizar los distintos niveles de autoridad que procuran infundir la normativa dirigida a hacer funcional los estamentos sociales, políticos, militares, culturales y económicos los cuales regulan las diferentes ocupaciones y servicios, no es difícil advertir el negocio que el poder abusivo, suscita.  Por tanto, el propósito de esta disertación apunta precisamente a revisar lo que acontece en torno a lo que encierra todo negocio del poder. 

Y cómo el poder se reviste de la condición ocasional de la cual se aprovechan funcionarios de toda clase, para convertirlo y utilizarlo como medio de negociación.

Cabe iniciar estas líneas dejando ver que el poder de cualquier negociación, advertida como hecho político, es la prerrogativa de la cual se valen empleados públicos para afianzar la ventaja que dicha oportunidad brinda. Y de esa manera, hacerse de la influencia que la misma permite para lograr el objetivo que, desde el poder (político), ansían alcanzar. 

Conseguir el resultado perseguido, depende no sólo de la posición política que aduce el funcionario. También, se sujeta a ciertas habilidades interpersonales que ponen a prueba la habilidad, la destreza y osadía del funcionario involucrado. Inclusive, del miedo infundido hacia el entorno. De manera que, a mayor poder expuesto, mayor posibilidad de una intervención más eficiente respecto de la respuesta buscada.

Las profundidades

Pero el negocio del poder, infunde otros intereses que conducen a hacer del poder una razón contundente que gira alrededor de circunstancias y coyunturas que se suceden en medio de situaciones cuyas enrarecidas condiciones políticas avivan el egoísmo, el temor, la envidia, la intimidación. Resentimientos estos azuzados por la revancha que inducen propósitos capaces de desvirtuar la legalidad y legitimidad de situaciones ecuánimes que regulan la vida de toda una colectividad.

Acá, justamente, en medio de contextos que tienen vasta incidencia para determinar cambios a conveniencia de sus intereses, se deparan eventos provocados por negocios contaminados de un poder (político) cargado del abuso que caracteriza el ejercicio desmedido de dicho poder. 

En medio de esta referencia, convertida en praxis propia de un ejercicio político desmesurado, cabe la referencia que el filósofo político inglés, Thomas Hobbes, adujo a este respecto. Señaló que “el poder de un hombre “(…) consiste en los medios para obtener una ventaja futura determinada” (Del Leviatán).

Es el problema que desata quienes al hacerse de algún tipo de poder o cuota de éste. Pero al mismo tiempo, dicho problema es expresión de la confusión que intempestivamente surge en la persona toda vez que se ve tentado por circunstancias modeladas, de alguna forma, por atractivos que lo seducen.

Atractivos estos que penetran conceptos, valores y principios que son vistos como fuentes de disposición de medios. Ellos capaces de modificar en principio (a modo de razón aritmética) el estatus-quo de quien está en el juego del poder. 

A manera de conclusiones

Podría inferirse que en el fragor de situaciones donde se dé cualquier negocio oscuro desde el poder, no habría haber poder suficiente para convalidar cualquier negocio rentable. Así sería, si acaso no hay, de lado del individuo que presume ejercer dicho poder, otro individuo animado a comportarse del modo deseado por el primero.

Aunque en todo negocio incitado por el poder (político), hay razones que proliferan alrededor del aludido negocio. Pues en el desempeño de su intervención, ambos obtienen pingües ganancias. Lo cual ayuda a opacar la situación en cuestión.   

Esa ahí cuando la teoría política, habla del poder (político) como relación de comportamientos. Comportamientos, procederes o actuaciones que comprometen antecedentes de violación, de ensañamiento, de desobediencia moral y ética y de resquebrajamientos de ley. Incluso, de ideologías políticas transgresoras de derechos humanos y libertades.

Es el caso de quienes se acusan de corruptos, opresores y expoliadores y que, por convivir apegado a tan perversos hábitos, siempre se postulan como candidatos con suficientes garantías de ganar aquellos desempeños donde se sitúan quienes mejor disposición demuestran ante todo lo relacionado con el negocio del poder.

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