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OPINIÓN · 10 DICIEMBRE, 2022 05:30

Ellas, culpables

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Leoncio Barrios | @Leonciobarrios

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Una pandemia de mujeres asesinadas por su pareja o ex pareja sacude al mundo. Pandemia, a pesar de que solo en algunos países el feminicidio -o el asesinato de una mujer por quien fue su amor- es dato policial o epidemiológico y son noticia de importancia. En la mayoría de las regiones pobres y alejadas del centro urbano, crímenes de ese tipo pueden ser una cifra negra, desconocida.

Pudiera parecer que ahora o, que solo en algunos países, los feminicidios son un problema de salud pública, que hay más, pero no; es que ahora y en ese lugar tienen más visibilidad y resonancia que antes o en otras partes. Eso porque el movimiento de liberación de las mujeres ha adquirido más poder.

En otros países, en otras culturas, en otras cabezas pudiera considerarse normal que un hombre mate a “su” mujer. Al fin y al cabo, esa mujer era “de su propiedad”, si bien no mercantil pero sí sentimental. Además, se piensa que “alguna falta ha debido cometer ella”. Así lo pautan algunas culturas y pensamientos retrógrados.

Ellas, siempre culpables

Las sagradas escrituras católicas, apostólicas, romanas -las que privan en nuestra cultura occidental- rezan que una mujer fue la causa de la perdición del hombre (del varón) y del Paraíso. Desde entonces, a las de su sexo se les acusa, se les juzga y se les sentencia por ser mujer. Y si, para colmo, es madre, como lo son la inmensa mayoría, doblemente culpable de los males de los hijos y las hijas.

En el pensamiento machista, la mujer, por ser mujer, si no es culpable de algún acto erróneo, suele ser ciudadana bajo toda sospecha. Ya sea conduciendo una familia, un automóvil, una empresa o un país. Se les considera emocionales, irracionales, peligrosas por imprudentes y, como si fuera poco, histéricas. Hombre histérico es maricón, mujer histérica es mujer. Los y las machistas consideran que hay excepciones, claro, pero que a ellas, por algún lado se les ve la costura.

El machismo está profundamente enraizado en nuestras culturas, es lo «normal». De allí que irrumpir contra el pensamiento o ideología machista es insurgir contra lo establecido, contra el status quo, es quebrantar las normas. De allí que les cueste tanto admitir que hay crímenes machistas. Prefieren verlos como violencia en la pareja aunque sea muy raro que una mujer asesine a su marido.

Hay mujeres machistas, aunque ignoren que lo son. Ellas asumen que las relaciones entre hombres y mujeres sobre la base del dominio de ellos es lo “normal”. Así se comportan ante la sociedad, ante su pareja y crían a sus hijas e hijos con esos patrones. Cumplen con su deber, como toda mujer debe hacer.

De la cultura de la violencia a la cultura de la violación

En todo el mundo, hay hombres y mujeres, sociedades completas, con pensamiento tan retardatarios que sin llegar a justificar los abusos sexuales y feminicidios, sospechan que la mujer violada o asesinada “algo malo ha debido hacer para que eso ocurriera”.

La tendencia social de culpabilizar a la mujer víctima de la violencia doméstica o de los abusos sexuales de los cuales es víctima, está muy generalizada en todo el mundo. Alexandra Rutherford, psicóloga feminista estadounidense, investigando la violencia hacia a la mujer -hace más de 50 años- llegó a la conclusión de que la sociedad machista había generado una cultura de la violación. Poco después las Naciones Unidas reconocieron esto como un problema.

Cultura de la violación se refiere a un pensamiento social que genera actitudes comprensivas acerca de por qué un hombre (o grupo de hombres) viola a una mujer. Algo debe haber hecho ella para que ellos lo hicieran, está en la base de ese pensamiento. Ella, al fin y al cabo, es la culpable de la mala conducta de ellos.

La cultura de la violación no promueve los abusos sexuales pero genera una lógica que ayuda a disculpar al violador o violadores y voltea la tortilla: la víctima es la culpable. Ella hizo lo que no debía hacer.

La cultura de la violación asume que la mujer debe comportarse como Dios y la sociedad manda. Se refiere a que ellas, por ejemplo, deben salir de su casa solo a actividades relacionadas con la familia (incluye a trabajar), hacerlo acompañada y en horas en que una mujer (decente) no tiene porqué estar en la calle. Vestirse en forma recatada, no consumir bebidas espirituosas, no aceptar invitaciones, no resistirse ante órdenes masculinas.

Algunas culturas de la violación exigen a las mujeres llevar el velo bien puesto. Si ellas no se comportan de esa manera, corren el riesgo de ser agredidas, violadas, asesinadas.

De lo que acabo de decir infiero

El problema de la violencia hacia la mujer ha llegado a la más altas esferas mundiales y espacios de poder no porque haya aumentado sino porque se ha hecho visible algo que históricamente ha ocurrido.

Ahora se escucha más sobre la violencia hacia la mujer porque ellas han logrado, después de siglos de opresión, hacer oír sus voces de protesta, inclusive de las que ya no pueden hablar porque las mataron. En contraposición al avance social de las mujeres, la cultura de la violación -que prefiero llamarla la cultura contra la mujer (en la que también comulgan mujeres)- toma fuerza.

En el fondo, lo que la cultura de la violación no admite es la osadía de las mujeres de creerse libres. Eso no, porque amenaza al estado patriarcal y con el patriarcado (o el machismo) no te metas.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Una pandemia de mujeres asesinadas por su pareja o ex pareja sacude al mundo. Pandemia, a pesar de que solo en algunos países el feminicidio -o el asesinato de una mujer por quien fue su amor- es dato policial o epidemiológico y son noticia de importancia. En la mayoría de las regiones pobres y alejadas del centro urbano, crímenes de ese tipo pueden ser una cifra negra, desconocida.

Pudiera parecer que ahora o, que solo en algunos países, los feminicidios son un problema de salud pública, que hay más, pero no; es que ahora y en ese lugar tienen más visibilidad y resonancia que antes o en otras partes. Eso porque el movimiento de liberación de las mujeres ha adquirido más poder.

En otros países, en otras culturas, en otras cabezas pudiera considerarse normal que un hombre mate a “su” mujer. Al fin y al cabo, esa mujer era “de su propiedad”, si bien no mercantil pero sí sentimental. Además, se piensa que “alguna falta ha debido cometer ella”. Así lo pautan algunas culturas y pensamientos retrógrados.

Ellas, siempre culpables

Las sagradas escrituras católicas, apostólicas, romanas -las que privan en nuestra cultura occidental- rezan que una mujer fue la causa de la perdición del hombre (del varón) y del Paraíso. Desde entonces, a las de su sexo se les acusa, se les juzga y se les sentencia por ser mujer. Y si, para colmo, es madre, como lo son la inmensa mayoría, doblemente culpable de los males de los hijos y las hijas.

En el pensamiento machista, la mujer, por ser mujer, si no es culpable de algún acto erróneo, suele ser ciudadana bajo toda sospecha. Ya sea conduciendo una familia, un automóvil, una empresa o un país. Se les considera emocionales, irracionales, peligrosas por imprudentes y, como si fuera poco, histéricas. Hombre histérico es maricón, mujer histérica es mujer. Los y las machistas consideran que hay excepciones, claro, pero que a ellas, por algún lado se les ve la costura.

El machismo está profundamente enraizado en nuestras culturas, es lo «normal». De allí que irrumpir contra el pensamiento o ideología machista es insurgir contra lo establecido, contra el status quo, es quebrantar las normas. De allí que les cueste tanto admitir que hay crímenes machistas. Prefieren verlos como violencia en la pareja aunque sea muy raro que una mujer asesine a su marido.

Hay mujeres machistas, aunque ignoren que lo son. Ellas asumen que las relaciones entre hombres y mujeres sobre la base del dominio de ellos es lo “normal”. Así se comportan ante la sociedad, ante su pareja y crían a sus hijas e hijos con esos patrones. Cumplen con su deber, como toda mujer debe hacer.

De la cultura de la violencia a la cultura de la violación

En todo el mundo, hay hombres y mujeres, sociedades completas, con pensamiento tan retardatarios que sin llegar a justificar los abusos sexuales y feminicidios, sospechan que la mujer violada o asesinada “algo malo ha debido hacer para que eso ocurriera”.

La tendencia social de culpabilizar a la mujer víctima de la violencia doméstica o de los abusos sexuales de los cuales es víctima, está muy generalizada en todo el mundo. Alexandra Rutherford, psicóloga feminista estadounidense, investigando la violencia hacia a la mujer -hace más de 50 años- llegó a la conclusión de que la sociedad machista había generado una cultura de la violación. Poco después las Naciones Unidas reconocieron esto como un problema.

Cultura de la violación se refiere a un pensamiento social que genera actitudes comprensivas acerca de por qué un hombre (o grupo de hombres) viola a una mujer. Algo debe haber hecho ella para que ellos lo hicieran, está en la base de ese pensamiento. Ella, al fin y al cabo, es la culpable de la mala conducta de ellos.

La cultura de la violación no promueve los abusos sexuales pero genera una lógica que ayuda a disculpar al violador o violadores y voltea la tortilla: la víctima es la culpable. Ella hizo lo que no debía hacer.

La cultura de la violación asume que la mujer debe comportarse como Dios y la sociedad manda. Se refiere a que ellas, por ejemplo, deben salir de su casa solo a actividades relacionadas con la familia (incluye a trabajar), hacerlo acompañada y en horas en que una mujer (decente) no tiene porqué estar en la calle. Vestirse en forma recatada, no consumir bebidas espirituosas, no aceptar invitaciones, no resistirse ante órdenes masculinas.

Algunas culturas de la violación exigen a las mujeres llevar el velo bien puesto. Si ellas no se comportan de esa manera, corren el riesgo de ser agredidas, violadas, asesinadas.

De lo que acabo de decir infiero

El problema de la violencia hacia la mujer ha llegado a la más altas esferas mundiales y espacios de poder no porque haya aumentado sino porque se ha hecho visible algo que históricamente ha ocurrido.

Ahora se escucha más sobre la violencia hacia la mujer porque ellas han logrado, después de siglos de opresión, hacer oír sus voces de protesta, inclusive de las que ya no pueden hablar porque las mataron. En contraposición al avance social de las mujeres, la cultura de la violación -que prefiero llamarla la cultura contra la mujer (en la que también comulgan mujeres)- toma fuerza.

En el fondo, lo que la cultura de la violación no admite es la osadía de las mujeres de creerse libres. Eso no, porque amenaza al estado patriarcal y con el patriarcado (o el machismo) no te metas.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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QUÉ INDIGNANTE

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OPINIÓN · 9 DICIEMBRE, 2022 05:30

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