Guerra e insensibilidad
Foto: captura de pantalla

Desde hace 5 meses, cuando un grupo palestino asaltó un kibutz, asesinando a 1.200 israelíes y secuestrando a más de un centenar de jóvenes judíos asistentes a un concierto al aire libre, Israel, en venganza, asesinó a más de 30.000 palestinos, 13.000 de ellos niñas, niños y adolescentes.

Debajo de los escombros de los centenares de edificios en Gaza destruidos por las bombas israelíes yacen incontables cadáveres, de todas las edades, que, posiblemente, nunca serán rescatados y tampoco contabilizados.

Según un comisionado de las Naciones Unidas, la guerra contra Gaza ha causado más muertes de niñas, niños y adolescentes que cualquier otra. Es una guerra, como todas, despiadada en el campo de batalla, pero esta tiene la peculiaridad de que su transmisión por medios y redes ha permitido ver muchas de las atrocidades y percatarnos de la insensibilidad de guerrilleros y soldados, hacia el enemigo. Vomitivo.

La deshumanización como estrategia

Un objetivo en el entrenamiento militar y policial es inculcar la deshumanización tanto del atacante como del atacado. Un mensaje clave es: en la guerra no luchas contra otro ser humano sino contra un enemigo, una NO persona, y a las no personas hay que aniquilarlas. Si no la matas, te puede matar a ti.

En la cabeza del combatiente se siembra o incentiva el odio hacia el enemigo, la necesidad de actuar con saña, la necesidad de matar. Mientras más sanguinario sea, mejor. Siendo un eficiente guerrero, -léase mientras a más enemigos mates- podrá convertirse en héroe, ser admirado y, seguro, bien remunerado en lo que le quede de vida. Por matar, la sociedad te premiará.

Matar a otro ser humano no debe ser placentero, así se desprecie a quien se asesina. De hecho, si quien lo hizo no tiene rasgos psicopáticos (frialdad o indiferencia ante el sufrimiento de otro ser vivo) o el entrenamiento para deshumanizar no fue efectivo, se generan sentimientos de culpa, remordimiento, en quien ha matado o, al menos le queda un recuerdo que le acompañará, en forma de tormento, por mucho tiempo. estrés post traumático se llama, un hueso duro de roer.

La guerra, por donde se vea, es dura, sanguinaria, inhumana. Así ha sido históricamente y sigue siendo aunque con la experiencia de las traumáticas guerras del siglo pasado, la humanidad vio la necesidad de una cierta regulación en las formas de dirigir la guerra, de combatir, en las maneras de matar en los campos de batalla, para hacerlas menos viles.

En la guerra no todo vale

Las Naciones Unidas, como organismo rector de la convivencia humana, ha tenido como misión paradójica la de humanizar las guerras, crear un cierto código de combate donde el respeto de los derechos humanos -cartilla que ese mismo organismo ha creado- sea un norte y se borre el antiguo principio de que “guerra es guerra y vale todo”.

En los conflictos bélicos de la sociedad contemporánea no todo vale, no todo se permite con el enemigo. Se exige un mínimo de consideración. Por ello, se ha creado el concepto de crímenes de lesa humanidad y el de crímenes de guerra con la intención de poner cierto orden en el caos.

Claro, los grupos terroristas y los ejércitos sanguinarios, ignoran esos conceptos y las consecuencias terminan dependiendo del poder que tenga el violador de estos principios.

Degradación ética y moral

La guerra de Gaza es una guerra de exterminio que comete Israel. Si los palestinos no mueren por las bombas o los disparos, los dejan morir de sed, de hambre, de frío, de impedir acceso a medicamentos. Destruyen los hospitales.

Además de atroces imágenes de niños, niñas agonizando frente a la impotencia de la madre o el cadáver del padre, las redes virtuales han dejado ver escenas – que algunos noticieros han reproducido- de la insensibilidad, la deshumanización, de soldados israelíes que celebran con música al aire libre (como lo hacían sus congéneres ahora secuestrados o muertos por Hamás), la muerte y destrucción que ellos mismos ocasionaron horas antes.

Los propios soldados israelíes se graban y difunden por Tik Tok o Facebook, escenas de ellos humillando a prisioneros palestinos como si fueran presas de caza, o recreándose con la ropa interior de las mujeres palestinas como una forma de golpear la moral del enemigo. La burla, el ensañamiento, la humillación, la ofensa del enemigo como armas de combate. Algo que está prohibido en los códigos de guerra.

La degradación moral, la insensibilidad con la que los israelíes han respondido a la mostrada por los guerrilleros de Hamas, se suma la de sus dirigentes. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se ha hecho el sordo ante el clamor de familiares y amigos de las personas secuestradas, de darle prioridad a su rescate. Guerra es guerra parece decirles.

Allende de las fronteras de Israel, el presidente del país más poderoso del mundo, comprometido con la guerra contra Gaza desde que se inició, anuncia que está gestionando una pausa en la matanza de un promedio de 100 gazatíes diarios, mientras mira a cámara en una bucólica escena en la que se come un helado de fresa. Cosas veredes que no deberían suceder.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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