La crisis migratoria mundial se agudiza con el pasar del tiempo. Cada vez son más países afectados por la migración consecuencia del desequilibrio económico y la calidad de vida entre países ricos y países pobres, pero también producto de conflictos políticos, bélicos, religiosos, planes personales, la presión social, entre otros desencadenantes de dicho fenómeno.
La crisis migratoria adquiere notoriedad pública por las consecuencias que denuncian los países de destino, pero poco se dice de los orígenes. Preferible, no ver.
Regiones de Europa, los Estados Unidos y algunos países de América latina, África y Asia están seriamente afectadas por la migración externa. Ese tema tiene relevancia capital en las agendas políticas de los países afectados e inciden de una manera u otra en sus cursos electorales y en la administración estatal.
La migración es un tema sensible y complejo a varios niveles, el personal, el familiar, el nacional, el regional, el mundial. Es un drama humano porque así como se siente tristeza al partir o alegría por irse, los inmigrantes pueden generar expresiones de afecto y solidaridad a donde llegan, pero también pueden generar rechazo.
La xenofobia, el racismo, el sexismo, el clasismo, la aporofobia (miedo o rechazo a los pobres) se avivan en los nativos ante la presencia de alguien distinto, que viene de afuera y es visto como una amenaza para su estabilidad, su buen vivir. La migración da pie a discursos que, como mínimo, se pueden considerar xenófobos. La xenofobia engloba mucho.
Emigrar no es fácil
La experiencia de emigrar no se puede generalizar. Cada emigrante la vive a su manera. Hay quienes emigran en la mejor forma posible: por decisión propia, a su tiempo, con recursos económicos, apoyo social o familiar en el sitio de destino, una oferta o contrato de trabajo o ideas y recursos para promover un proyecto personal en el nuevo lugar y algo fundamental: una visa y perspectivas de pronta estabilidad desde el punto de vista legal. Si se tiene eso y algo más, se emigra en góndola y seguro que en avión.
Si emigrar en buenas condiciones tiene riesgos y dificultades, es mucho más difícil hacerlo en precarias condiciones, es decir, sin recursos económicos, sin ayuda, contra los deseos personales, sin seguridad de ningún tipo, sin planes ciertos, sin certeza ni tan siquiera de llegar a donde se quiere ir. Son los que emigran a pie o nadando. Todo a la buena de Dios, a la suerte, veremos.
En precarias condiciones emigra la inmensa mayoría de quienes hoy se desplazan de un lugar a otro en búsqueda de una vida mejor. Ese grupo es visto en los países de llegada como un problema no solo por algunas autoridades sino por gran parte de la población, incluyendo a algunos inmigrantes que llegaron anteriormente.
El problema de la migración
Cuando se habla de crisis migratoria es porque los que están llegando al país de destino son pobres, con poca capacitación laboral, e inclusive, con piel oscura o negra. Son quienes llegan por tierra, atravesando fronteras a pie, en América y por mar, en patera o a nadando, en Europa, constituyendo una carga económica para el país de destino. Son los parias de la tierra, a quienes se considera la “migración irregular”, la indeseada.
La migración tiene, como mínimo, dos caras problemáticas: Una, en el país de origen, que por falta de condiciones pierde a un sector de la población que, por edad, es la de la mayor fuerza de trabajo, pierde mano de obra (de cualquier tipo y nivel) y ocasiona problemas sociales al desintegrarse las familias queda en espera. Quedan niños, niñas y adolescentes, por un lado, y, por el otro, personas mayores en soledad y las más desafortunadas, al desamparo.
La otra cara problemática de la migración está el país receptor que se ve obligado a recibir a centenares, millares de habitantes que no tenía previsto y como se ve en las imágenes en las redes y medios, muchos son Jóvenes y muy probablemente, con muy poca capacitación laboral y, sin duda, con patrones culturales distintos a los del lugar de llegada que así como pueden enriquecer, pueden causar inconvenientes.
El mayor problema es humano
La razón expuesta por quienes combaten la inmigración es su ilegalidad o situación irregular, lo cual es responsabilidad del país de destino. La carencia de esos “papeles” condenan al inmigrante a vivir en un limbo, por un tiempo, y quien sabe, sí en un infierno. Sobre todo, es necesario insistir, si se emigra sin recursos económicos, sin ayuda, ni protección.
La ilegalidad es la gran excusa de quienes acusan a la migración de ser un problema en sí mismo y generar otros. El discurso xenófobo olvida o ignora que la gente no es legal o ilegal, la gente es gente. Los inmigrantes son humanos y como humanos tienen derechos.
Las autoridades del país de origen y las del país destino migratorio tienen que aunar esfuerzos para hacer de la migración algo positivo que responda a una necesidad social de todos los tiempos.
Hay que atacar las mafias migratorias que comercian con personas, pero, por sobre todo, hay que generar mejores condiciones de vida en el país de origen. Sembrar ilusiones, equilibrar al obsceno desequilibrio económico mundial y por supuesto, que cesen las guerras y se aminoren los conflictos políticos, sociales, religiosos, de cualquier orden y lugar.
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