La estrategia de negar la diáspora venezolana
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Este artículo fue publicado originalmente el 26 de febrero de 2023.

La metáfora de tapar el sol con un dedo es muy pertinente para describir la política del gobierno de Nicolás Maduro ante el fenómeno evidente de la migración de millones de venezolanos, que, en un anhelo de sobrevivencia, constituyen un éxodo forzado ante el fracaso de un régimen que ha destruido el país. Cuando se empezó a definir políticamente el chavismo, este se presentó como un movimiento de masas.

Tristemente ahora ocurre un fenómeno de masas, pero como un colectivo que escapa de la Nación debido a la incertidumbre, los salarios precarios en una economía dolarizada, la carencia de servicios esenciales como salud, agua y luz. Así como el hambre rondando a todos aquellos que no estén enchufados con el gobierno. La oposición es el enemigo a fulminar con represión y cárcel. El resto de los ciudadanos controlados por la angustia de que el salario les permita al menos comer.

Desprecio

En el 2018 en una Asamblea de las Naciones Unidas, Maduro afirmó que la diáspora venezolana era una «gran mentira», ante un escenario en donde seguramente se tenían ya datos que lo confirmaban, y cuando los medios internacionales cubrían el desplazamiento como una noticia de impacto internacional y regional. 80% de los desplazados se ubican en América Latina, acentuando las dificultades de los países receptores.

El ocultamiento es una estrategia de larga data, concebida con el criterio de que una falsedad repetida incesantemente termina aceptándose como una verdad. Esta cínica visión, que excluye la capacidad de discernimiento de los receptores, proviene de las concepciones de Goebbels (el cerebro de la propaganda nazi).

Personajes como Putin usan esta táctica para tratar de justificar lo injustificable: la invasión a Ucrania y la consecuente guerra fratricida. Así defiende la tradición soviética, y los territorios que le pertenecían y que desaparecieron con la caída del muro de Berlín. La culpa proviene de la amenaza de los países de Occidente unidos en su contra.

En el ocultamiento de acciones sin ética es clave la adjudicación de las culpas a otra instancia. Para Maduro y otros chavistas los dramas nacionales provienen siempre del imperio yanqui, las sanciones a su gobierno, los medios de comunicación y la derecha autóctona vende patria.

Su aliado Putin también justifica la invasión a Ucrania y la consecuente guerra fratricida, como una respuesta a las acciones en su contra por parte de Occidente y sus agencias políticas. Para los gobiernos de talante antidemocrático esta estrategia les permite justificar sus tropelías y creer que vale todo y que saldrán indemnes.

En el caso de la diáspora venezolana no sólo se niega su existencia, sino que se evidencia un desprecio inhumano hacia ella. Es tratada sin el más mínimo respeto por sus derechos humanos, que tampoco los protegen en el país al que huyen. Así los discriminan al presentarlas como personas que se van engañadas, manipuladas y luego explotadas como si de cierta manera «merecen» su tragedia, porque no aceptan que «Venezuela ha mejorado».

Emergencia humanitaria

Los profesionales en ejercicio de distintas áreas claves para nuestro desarrollo comenzaron a emigrar del país desde antes del 2015, buscando mejores condiciones de trabajo en vista de la incertidumbre y la crisis imparable. Esto constituye una pérdida irrecuperable en distintas especialidades de salud, economía y enseñanza universitaria, entre otros. Algunos de ellos lograron insertarse en su área, otros ejerciendo trabajos menores o en situación de minusvalía en relación con su formación.

Posteriormente han huido -en un éxodo forzado- venezolanos en condición de pobreza o en emergencia humanitaria. En la cobertura mediática y en las redes sociales se ven familias con niños caminando kilómetros con increíble coraje y con la esperanza de encontrar amparo y mejores condiciones de sobrevivencia. Los testimonios son desgarradores.

Llegan a la frontera de otros países sin documentos y pasando hambre e intemperie para presionar la entrada que es respondida con ayuda o rechazo, dependiendo de las condiciones y políticas de los países receptores.

Ha habido apoyo en estos lugares pero también xenofobia, el término «veneco» resuena con desprecio. Algunas personas en esta situación dicen que los venezolanos nos hemos convertidos en parias deambulantes. Son discursos e imágenes que entristecen y no lo asociamos con la nación próspera en la que nos formamos. Producen dolor e impotencia. En este sector poblacional probablemente existen ciudadanos a los que pretendió atender el chavismo en su prédica ideológica y que hoy terminan en las calles como vendedores callejeros o mendigos.

Para terminar de fijar la impostura del gobierno de Maduro, crearon un plan llamado Vuelta a la Patria -que dicen exitoso- para promocionar que los emigrantes regresen y aprovechen el mejoramiento de Venezuela. Seguro que el poeta Pérez Bonalde se entristecería al ver que el título de su elegía a la Patria tenga este triste destino. El contexto nacional desmiente totalmente tal mejoramiento: la economía dolarizada, salarios miserables, una hiperinflación indetenible, especulación. La población asediada por tales limitaciones se esfuerza por medio comer.

Mientras, un sector privilegiado hace gala de lujos y ostentosa riqueza. Un doloroso chiste que rompe aquello de la «igualdad» buscada por la revolución.

El drama de los salarios de hambre es una estrategia para mantener controlada a la población trabajadora y a su familia. Esto afecta a todos los sectores: salud, servicios, empresas, docencia.

Esta destrucción del país pensante ha afectado a las universidades de manera arrolladora, muchos profesores calificados se han visto obligados a emigrar, renunciar o vivir recaudando incluso ayuda de alimentos y medicinas para los más afectados. Después de haberse quemado las pestañas para estudiar y obtener diplomas para su ejercicio, se han agregado a los más necesitados de la población.

Actualmente no hace falta formación para obtener nombramientos o títulos, ahora se regalan. Futuro y progreso del país más que inciertos.

Solidaridad

El impacto de este inmenso fenómeno migratorio es visto como un desplazamiento que marcará la historia mundial, y ha recibido solidaridad de los países receptores entre los cuales destaca la gestión de Colombia, y de los presidentes Santos y Duque que establecieron planes de atención y apoyo muy generosos. Colombia, Perú y Ecuador son los que han recibido más venezolanos en un desplazamiento que se orienta hacia el sur del continente: Brasil, Chile, Argentina.

Últimamente hay una orientación hacia Centroamérica y al norte. En ello resalta el horror que significa el paso por el peligroso Tapón del Darién, con la esperanza de ganar Panamá, y luego el sueño norteamericano, hoy más inalcanzable que nunca por las recientes restricciones.

Ahora bien, esos países requieren apoyo para atender a todas esas familias, siendo un desafío regional. Por ello intervienen las agencias internacionales que se ocupan del asunto para apoyarlos, entre ellas: ACNUR -la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados-; OIM -la Organización Internacional para las Migraciones-; y la recientemente creada Plataforma Regional de Coordinación.

Estas instancias son las que han ido gestionando el drama, señalando cifras de su amplitud, y buscando recursos. En 2022 se alcanzó un monto de 1790 millones de dólares que han resultado insuficientes.

Debido a esta carencia de medios necesarios para alimentación, salud, alojamiento, educación, inserción, desde 2019 se han realizado encuentros internacionales para solicitar aportes, los primeros fueron organizados por la Unión Europea en España, Bruselas, y el último por Canadá. No obstante, lo logrado no alcanzó lo requerido ante tal emergencia. Lamentablemente se afirma que el desplazamiento no disminuirá porque la crisis que lo origina se ha incrementado.

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De la misma autora: El habla liberadora de la resistencia