El mundo actual se debate entre “lo que es”, es decir, la realidad y “lo que nos quieren hacer creer” , es decir, las mentiras sistemáticamente dichas para que puedan parecer “posverdades”.
Esto no es nada nuevo porque, generalmente, quienes ostentan el poder y carecen de legitimidad, han promovido desinformación y falsedades para mantenerlo. En regímenes con claras señales de autoritarismo y restricciones de libertades públicas es mucho más común el fenómeno que, en sistemas políticos democráticos, donde la posibilidad de hacer contrastes informativos es mucho mayor; aunque no se esté exento del todo.
El problema es que en el mundo de hoy estamos enmarcados en la era digital y esta ha permitido como nunca antes, un flujo de información instantánea que, en la mayoría de los casos, es casi imposible de “controlar” como en efecto se hace con muchos medios tradicionales de comunicación.
Patas cortas
Hay que tener muy claro que las nuevas multiplataformas que nos ofrece esta era digital han tenido grandes impactos en el ejercicio de la política y en el comportamiento electoral de la ciudadanía que ahora es menos “partidaria” en términos ideológicos y más abierta a conectarse con narrativas integradoras.
Por ello, las posverdades son realmente poderosas. Independientemente del flujo de datos que puedan contraponerse a las “versiones interesadas” y basadas en la mentira, pero con un componente emocional y partidario muy fuerte, pueden llegar a copar espacios de opinión y respaldo político importantes; pero, como toda mentira, sus “patas” se quedan cortas y se pueden convertir en un verdadero boomerang que deteriore aún más, la escasez de legitimidad de quien o quienes la promuevan.
“Miente, pero miente descaradamente”, “una mentira dicha mil veces se convierte en verdad, (posverdad)”, “¿Sabes cómo es la mejor forma de mantener el poder? Mintiendo”, “mintiendo, ganas”, son estas, algunas de las frases más emblemáticas de algunos genios de la propaganda global en la historia.
Hoy en día, se han sumado poderosas herramientas que fortalecen este esquema grotesco de funcionamiento de muchos líderes en todo el planeta. Este fenómeno ha venido socavando a la democracia en muchos lugares y, en paralelo, fortaleciendo regímenes y líderes con características autocráticas y de una concentración del poder casi similar a la peor época de las monarquías medievales.
Defensas automáticas
Paradójicamente, producen un alineamiento incompresible de muchos sectores intelectuales acostumbrados al método científico para explicar la realidad. Si, es algo extraño, pero es un fenómeno que alimenta las posverdades. Si un gobierno de derecha está montando en la olla un cúmulo de “posverdades” y yo soy liberal, las defiendo. Esto es ya algo recurrente.
Si es lo contrario, un gobierno de izquierda es quien suelta la posverdad y yo soy intelectual marxista o pro marxista, automáticamente defiendo esa postura, aun teniendo los elementos estadísticos científicos que indiquen lo contrario. Es como un concurso de vamos a “creernos el cuento” porque se trata de defender nuestras ideas a cualquier costo; incluyendo, mentir descaradamente.
Pero, la posverdad, como toda mentira sistemática, se va cayendo por su propio peso. Quizás algunas perduren por mucho tiempo; otras no tanto. La historia nos lo ha demostrado hasta la saciedad. Lamentablemente, en algunos casos, con hecho muy dolorosos. Por eso la gran tarea de estos tiempos es reivindicar la noción de democracia y las libertades asociadas a ella, que permiten una más eficaz manera de combatir la mentira proferida desde las instituciones.
Las posverdades se confrontan con más libertad y democracia. Como nos lo ha dicho el Papa Francisco, “las mentiras nacieron en el génesis”, pero luego de siglos de civilización, nació la democracia para permitir desenmascararlas.
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