El próximo 2 de octubre habrá elecciones presidenciales en Brasil, en su primera vuelta. Los dos protagonistas que hasta ahora destacan son los conocidísimos Lula Da Silva de 76 años y Jair Bolsonaro de 67. Ese país enorme de más de ocho millones de kilómetros cuadrados y con una economía que se ubica entre las quince primeras a nivel mundial, constituye una potencia regional cuya importancia geopolítica es enorme. Todo un bocado de intereses se mueve en una elección donde hasta ahora Lula encabeza las encuestas con alrededor de 18 puntos de ventaja sobre el actual mandatario y candidato a la reelección Bolsonaro.
Lula Da Silva viene teniendo mejor conexión con los jóvenes y con los más pobres del país. El recuerdo de su etapa como presidente entre 2002 y 2010 con un eje central en las políticas públicas enfocado hacia lo social, le ha dado un posicionamiento importante que lo mantiene con la primera opción. Bolsonaro, por el contrario, mantiene una mejor conexión en el segmento hombres y evangélicos. Allí ha venido afianzando su estrategia y a través de su esposa, intenta recuperar apoyo entre las mujeres que no lo ven con buenos ojos por la narrativa que ha proyectado. Ha venido creciendo en las últimas semanas, pero no se sabe si podrá evitar al menos una derrota en primera vuelta en un país donde nadie ha podido vencer en esta instancia. No existen precedentes en ese sentido y de acuerdo a como se movilicen las tendencias estas últimas semanas, Lula podría ser el primer caso de victoria sin necesidad de acudir a segunda vuelta, aunque viene la etapa más compleja de la campaña y en una época donde las tendencias son inseguras hasta último momento.
La hipotética segunda vuelta sería el 30 de octubre. En este caso, seguramente la polarización sería la protagonista y dependiendo de las estrategias de ambos comandos de campaña, se moverían las tendencias en una elección que puede marcar una pauta importante en la actual reorganización de la geopolítica global. La samba brasileña puede apuntarse hacia China o Estados Unidos y de allí, hacia los foros regionales donde este país suramericano tendrá que ejercer un peso que ha perdido en los últimos años. Bolsonaro ha tenido buenas relaciones con China y Rusia. Sus posiciones diplomáticas en el conflicto ucraniano han generado mucha suspicacia en Occidente, aunque su impacto no haya sido importante. Lula ha coincidido en esta posición, en no criticar a Putin sino más bien culpando a ambos presidentes, tanto el de Ucrania como el de Rusia, del conflicto bélico. Esto puede indicarnos hasta dónde están influyendo Rusia y China en la política latinoamericana.
Brasil entre el 2014 y el 2016 fue un protagonista estelar en la esfera internacional. Tanto el mundial de fútbol (2014) y los juegos olímpicos (2016) le dieron un estatus enorme en el plano global que, aunque con Jair Bolsonaro se fue diluyendo, también es cierto que un país con semejantes dimensiones y población, indudablemente, está llamado a convertirse en un referente permanente. Estas elecciones de octubre 2022 pueden marcar el camino que seguirá la región en los próximos años.
Si gana Lula, veremos si la moderación que caracterizó su gobierno en el pasado se ha afianzado o, por el contrario, será diferente en un momento político que parece ya muy lejano de sus primeras experiencias en el paso por el poder. Se aplicará aquel axioma que indica que « es el hombre y sus circunstancias que lo definen» o mantendrá su tradicional enfoque de negociar heredado de su pasado como dirigente sindical. En caso de una reelección de Bolsonaro, veremos cómo se mueve en un ambiente poco cordial con su narrativa extrema en algunos campos de la vida cotidiana y cómo logra reconectar a Brasil con un entorno político poco ganado a su visión particular. Como vemos, la samba y la geopolítica estarán muy conectadas en estas próximas semanas.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Lula Da Silva viene teniendo mejor conexión con los jóvenes y con los más pobres del país. El recuerdo de su etapa como presidente entre 2002 y 2010 con un eje central en las políticas públicas enfocado hacia lo social, le ha dado un posicionamiento importante que lo mantiene con la primera opción. Bolsonaro, por el contrario, mantiene una mejor conexión en el segmento hombres y evangélicos. Allí ha venido afianzando su estrategia y a través de su esposa, intenta recuperar apoyo entre las mujeres que no lo ven con buenos ojos por la narrativa que ha proyectado. Ha venido creciendo en las últimas semanas, pero no se sabe si podrá evitar al menos una derrota en primera vuelta en un país donde nadie ha podido vencer en esta instancia. No existen precedentes en ese sentido y de acuerdo a como se movilicen las tendencias estas últimas semanas, Lula podría ser el primer caso de victoria sin necesidad de acudir a segunda vuelta, aunque viene la etapa más compleja de la campaña y en una época donde las tendencias son inseguras hasta último momento.
La hipotética segunda vuelta sería el 30 de octubre. En este caso, seguramente la polarización sería la protagonista y dependiendo de las estrategias de ambos comandos de campaña, se moverían las tendencias en una elección que puede marcar una pauta importante en la actual reorganización de la geopolítica global. La samba brasileña puede apuntarse hacia China o Estados Unidos y de allí, hacia los foros regionales donde este país suramericano tendrá que ejercer un peso que ha perdido en los últimos años. Bolsonaro ha tenido buenas relaciones con China y Rusia. Sus posiciones diplomáticas en el conflicto ucraniano han generado mucha suspicacia en Occidente, aunque su impacto no haya sido importante. Lula ha coincidido en esta posición, en no criticar a Putin sino más bien culpando a ambos presidentes, tanto el de Ucrania como el de Rusia, del conflicto bélico. Esto puede indicarnos hasta dónde están influyendo Rusia y China en la política latinoamericana.
Brasil entre el 2014 y el 2016 fue un protagonista estelar en la esfera internacional. Tanto el mundial de fútbol (2014) y los juegos olímpicos (2016) le dieron un estatus enorme en el plano global que, aunque con Jair Bolsonaro se fue diluyendo, también es cierto que un país con semejantes dimensiones y población, indudablemente, está llamado a convertirse en un referente permanente. Estas elecciones de octubre 2022 pueden marcar el camino que seguirá la región en los próximos años.
Si gana Lula, veremos si la moderación que caracterizó su gobierno en el pasado se ha afianzado o, por el contrario, será diferente en un momento político que parece ya muy lejano de sus primeras experiencias en el paso por el poder. Se aplicará aquel axioma que indica que « es el hombre y sus circunstancias que lo definen» o mantendrá su tradicional enfoque de negociar heredado de su pasado como dirigente sindical. En caso de una reelección de Bolsonaro, veremos cómo se mueve en un ambiente poco cordial con su narrativa extrema en algunos campos de la vida cotidiana y cómo logra reconectar a Brasil con un entorno político poco ganado a su visión particular. Como vemos, la samba y la geopolítica estarán muy conectadas en estas próximas semanas.
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