Niños y niñas en la guerra
Los heridos del hospital Al-Ahli fueron llevados a otra clínica cercana en Gaza. Foto: Getty Images

No quería escribir sobre la guerra de estos días, la del cercano oriente, pero me parece trivial, frívolo, hacerlo sobre otro tema. Lo hago movilizado por la matanza indiscriminada de civiles en este conflicto, de hombres y mujeres, en particular de niños y niñas.   

Además de la población civil muerta en cualquier conflicto bélico, hay otras muertes también lamentables: la de militares que participan activamente en el campo de batalla. Pienso en ellos y ellas, en su padre y madre, otros familiares y amistades. También en la pareja y en los hijos e hijas que quedan en la orfandad afectiva.  Pero, al fin y al cabo, ellos y ellas decidieron hacer sus vidas para las batallas, los civiles, no.

Si la muerte de un militar combatiendo es lamentable más lo es la de civiles que, estando en la sala de su casa o durmiendo, mueren por bombas o ataques sorpresivos. Abochornan esas muertes. Pero más, sí, mucho más, la de niños y niñas que se encontraban en los kibutz o en cualquier lugar de Gaza.

Las noticias reportan que cerca de 40 niños fueron asesinados durante el asalto de Hamas a los kibutz y un número no precisado de menores está entre las casi 200 personas que mantienen secuestradas.  En el otro bando, se reportan más de 3.000 fallecidos por los bombardeos, siendo niños o niñas, la cuarta parte de esos muertos. Muchos más han sido heridos o quedaron huérfanos.

No se trata de cuál bando va perdiendo por el número de muertos, como si fuera un juego deportivo, pero las cifras dicen de la desproporción de los ataques y producen escalofríos y el cuerpo se estremece cuando se oye: “En los ataques a Gaza muchas de las víctimas son niños y niñas”. 

La narrativa sobre el conflicto 

La escalada del conflicto comenzó siendo llamada “el ataque de Hamas a Israel”, después “la guerra de Israel contra Hamas”, pero esta última se ha convertido en una razia contra todo un pueblo, el de Palestina. Hamas se ha diluido. 

Aproximadamente, dos millones de habitantes de Gaza han sido obligados a desplazarse por riesgo de muerte y se les impide recibir alimentos, agua, electricidad y medicamentos. No son palabras menores, es una barbaridad.

Un hospital en Gaza donde, por supuesto, había gente hospitalizada y mucha más refugiada creyendo que allí estaría protegida, fue bombardeado. Según el ministerio de salud de esa zona, casi medio millar de personas murieron en ese ataque.  Muchos niños y niñas, inclusive bebés. Parece que los hospitales pasaron a ser objetivos de guerra.

El bombardeo al hospital es un crimen de lesa humanidad.  Aunque, ningún bando reconozca ser el criminal, haya sido quien haya sido, ha cometido un crimen colectivo y ojalá, algún día, sea sancionado.  Esos crímenes no prescriben.

Horas después del abominable ataque al hospital, el portavoz de uno de los bandos dice, al tiempo que niega su responsabilidad: “La explosión no fue en la sede del hospital sino en el estacionamiento del edificio” y “las cifras (de víctimas) están infladas”. Parece que dijera: “No fue en el hospital sino cerquita y han muerto algunas personas, tampoco tantas. No sé a qué viene tanto escándalo”.  En la propaganda de guerra, el cinismo es un arma frecuente.

El pánico como arma de guerra

Una semana después del asalto a kibutz y a la fiesta al aire libre, los rehenes de los militantes del Hamás siguen secuestrados. No se sabe nada de ellos pero deben estar viviendo en pánico, como sus familiares. También una parte de la población civil de Israel teme que, de un momento a otro, les puede pasar algo, debe sentir pánico. 

El pánico de millones que viven en Gaza no es por lo que les puede pasar sino por lo que les está pasando. En el territorio atacado, las ONG calculan que cada 15 minutos muere un niño o una niña víctimas de las bombas. 

Según los estudiosos de conflictos bélicos producir pánico en la población civil, el sitiarla, dejarla sin agua, electricidad, impedir el acceso a alimentos y  medicamentos, obligarla a huir en una sola dirección, están tipificados como crímenes de guerra. Se conocen como actos de genocidio.

Los ataques indiscriminados a la población civil de Gaza están produciendo crisis, heridas y muertes e inestabilidad local y mundial. Inestabilidad emocional, digo. Es difícil que alguien se quede tranquilo después de leer o ver noticias sobre esa guerra. 

En Gaza estamos viendo una película de terror, pero de la vida real. Quizás en navidades sigamos en pánico. Falta mucho por ver.

La posible revancha

Los niños y niñas muertos, en cualquiera de los bandos, son santos inocentes. Quedan los sobrevivientes que han sido heridos o testigos de atrocidades y han sentido un miedo terrible. Ellos y ellas crecerán traumatizados por la guerra y quienes hayan perdido a miembros de su familia o a amigos posiblemente piensen en la revancha y se conviertan en prematuros combatientes para vengar a los suyos. Pudiéramos estar ante una guerra de nunca acabar. 

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Guerras y solidaridad

Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.