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OPINIÓN · 16 JULIO, 2022 05:30

Orgullo, sí, orgullo

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Leoncio Barrios | @Leonciobarrios

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Durante junio y julio de cada año, decenas de miles de personas desfilan en diferentes ciudades del mundo para celebrar el orgullo de la diversidad sexual. Según las agencias de noticias, casi todas las marchas de este año desbordaron los estimados de asistencia.

Superada la crisis aguda de la pandemia del COVID, la gente ha vuelto a la calle, entre ella la comunidad LGBTIQ+. Esa amplia y diversa comunidad ha celebrado el mes del orgullo de ser como son y las reivindicaciones sociales que han logrado después de siglos viviendo en la penumbra social.

A pesar de las exitosas marchas, algunas personas que no se identifican, ni entienden a la comunidad LGBTIQ+, pudieran preguntarse: orgullo ¿de qué?

Unas palabritas de entrada

LGBTIQ+ parece una sopa de letras y lo es por incluir las siglas de una variedad de opciones sexuales como son ser lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexuales y queer. Al final, está el símbolo de + para incluir a otras conductas sexuales que no estuvieran representadas en las siglas anteriores. Hay muchas más, pero por allí vamos.

La visibilidad y diversidad de este inmenso grupo de personas que se identifican con LGBTIQ+ ha hecho replantearse que no “todo el mundo” es heterosexual y que optar por una sexualidad alternativa, no es mejor, ni peor, sino distinta y que como seres humanos deben tener los mismos derechos que el resto de la población, en cualquier parte del mundo.

El imperio de la heterosexualidad

Por siglos, por muchos, se consideró que la humanidad, era heterosexual, lo “normal”. Así lo dicen las sagradas escrituras de cualquier religión. Dios creó al macho y a la hembra para que se reprodujeran, podríamos pensar que dicen esas escrituras.

Las escrituras religiosas han dictado pauta cultural y hasta científica a través de los siglos. La medicina hizo suya la creencia religiosa de que solo la heterosexualidad era la norma y por tanto, la opción “sana”. Todas las otras opciones sexuales se consideraron patologías o desviaciones de lo normal hasta hace pocos años.

Eran tiempos en que se creía que la heterosexualidad era lo deseable y la pauta sexual a seguir, y que la homosexualidad o cualquier otra variante sexual eran “desviaciones” sexuales, algo así como ser el engendro del diablo o de la diabla.

El que las conductas sexuales distintas a la heterosexualidad hayan dejado de ser consideradas enfermedades por la Organización Mundial de la Salud, es parte de los logros de la comunidad LGBTIQ+ y de la humanidad porque eso concierne a todos y todas.

Discriminación y homofobia

Aunque la homosexualidad es una conducta sexual existente desde que el hombre es hombre, la mujer es mujer y los intersexuales, por mencionar solo una de las diversidades sexuales, es a partir de la mitad del siglo XX que la comunidad LGBTIQ+ adquiere visibilidad social.

En 50 años de lucha, desde la rebelión en el bar de Stonewall, en Nueva York, la comunidad LGBTIQ+ se ha dado a valientes y tenaces luchas reivindicativas por lograr ser reconocida, escuchada, admitida ( lo cual se ha logrado solo en algunos sitios, pero cada vez en más) y por sobre todo, respetada. Se ha logrado mucho, aunque falte mucho.

En algunas sociedades, grupos y personas persiste la discriminación a la gente de la comunidad LGBTIQ+ . Les discriminan por ser “distintos” o distintas en la forma de comportarse (parece una mujercita o una machorra) o en sus gustos sexuales. Esa discriminación que puede llegar hasta odio es conocida como homofobia u otras expresiones de odio hacia la gente “distinta”.

La homofobia suele ser expresada por grupos o personas que se creen libres de pecado, puras en cuerpo y alma, iluminadas por los dioses, dueñas de la verdad absoluta y poseedores de poder, aunque sea por la fuerza. Gente que siente odio y puede agredir, herir y hasta matar a quien vea diferente, sean maricones, o machorras, o como sea.

El mundo ha cambiado, las sociedades, la cultura y la gente también. Ahora se ve con otros ojos, se es más tolerante a la diversidad, hay más respeto pero, alguna gente, quizás mucha, sigue pensando como en los tiempos de las cavernas.

A las marchas del orgullo gay, no solo asisten quienes se sienten miembros de la comunidad LGBTIQ+, también desfilan sus familias, amistades, hijos e hijas o quienes no tienen un vinculo directo con ellas, ellos y elles, pero que apoyan, reconocen la diversidad sexual y quieren una sociedad más justa, solidaria, respetuosa de las diferencias sexuales.

Una pregunta pertinente

Ante el impacto de las marchas del orgullo gay, alguien en las redes se pregunta: “Orgullo de qué? Yo soy heterosexual y no lo voy cantando en marchas, ni me dan un mes para celebrarme”. Interesante pregunta con una respuesta simple: Quienes han detentado históricamente el poder sexual y tienen sus derechos civiles garantizados, no tienen necesidad de exigir protección, ni de protestar por la discriminación de la que son víctimas las minorías sexuales. Ese es otro cantar.

Las minorías sexuales salen a la calle a celebrar sus logros, reivindicaciones. Por siglos, esas minorías han sido invisibilizadas, humilladas, discriminadas por ser como son. Ahora, celebran el orgullo de ser como son y no sentir vergüenza, miedo, por ello. Es el disfrute de la libertad que le ha costado siglos alcanzar y que aún falta por lograr.

Hoy, más que en años recientes, en todo el mundo, las minorías sexuales tienen que afianzar sus luchas. Por un lado, defender lo que han logrado y por el otro, potenciar esos logros. Hay que seguir exigiendo derechos y hay que educar a las nuevas generaciones sobre la diversidad sexual. Una forma de fortalecer los derechos fundamentales.

Por allí viene o está el fantasma del conservadurismo que intenta borrar de un plumazo los logros de las minorías sexuales, como lo está haciendo con las mujeres. A ellas, inclusive a las heterosexuales, se les está arrebatando el poder sobre su propio cuerpo.

Llegará el día en que el mes, la semana, el día del orgullo LGBTIQ+, cada vez en más ciudades, sea solo de celebración, por ahora sigue siendo tiempo de defensa y lucha.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: ¡Mujeres del mundo, unías!

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Superada la crisis aguda de la pandemia del COVID, la gente ha vuelto a la calle, entre ella la comunidad LGBTIQ+. Esa amplia y diversa comunidad ha celebrado el mes del orgullo de ser como son y las reivindicaciones sociales que han logrado después de siglos viviendo en la penumbra social.

A pesar de las exitosas marchas, algunas personas que no se identifican, ni entienden a la comunidad LGBTIQ+, pudieran preguntarse: orgullo ¿de qué?

Unas palabritas de entrada

LGBTIQ+ parece una sopa de letras y lo es por incluir las siglas de una variedad de opciones sexuales como son ser lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexuales y queer. Al final, está el símbolo de + para incluir a otras conductas sexuales que no estuvieran representadas en las siglas anteriores. Hay muchas más, pero por allí vamos.

La visibilidad y diversidad de este inmenso grupo de personas que se identifican con LGBTIQ+ ha hecho replantearse que no “todo el mundo” es heterosexual y que optar por una sexualidad alternativa, no es mejor, ni peor, sino distinta y que como seres humanos deben tener los mismos derechos que el resto de la población, en cualquier parte del mundo.

El imperio de la heterosexualidad

Por siglos, por muchos, se consideró que la humanidad, era heterosexual, lo “normal”. Así lo dicen las sagradas escrituras de cualquier religión. Dios creó al macho y a la hembra para que se reprodujeran, podríamos pensar que dicen esas escrituras.

Las escrituras religiosas han dictado pauta cultural y hasta científica a través de los siglos. La medicina hizo suya la creencia religiosa de que solo la heterosexualidad era la norma y por tanto, la opción “sana”. Todas las otras opciones sexuales se consideraron patologías o desviaciones de lo normal hasta hace pocos años.

Eran tiempos en que se creía que la heterosexualidad era lo deseable y la pauta sexual a seguir, y que la homosexualidad o cualquier otra variante sexual eran “desviaciones” sexuales, algo así como ser el engendro del diablo o de la diabla.

El que las conductas sexuales distintas a la heterosexualidad hayan dejado de ser consideradas enfermedades por la Organización Mundial de la Salud, es parte de los logros de la comunidad LGBTIQ+ y de la humanidad porque eso concierne a todos y todas.

Discriminación y homofobia

Aunque la homosexualidad es una conducta sexual existente desde que el hombre es hombre, la mujer es mujer y los intersexuales, por mencionar solo una de las diversidades sexuales, es a partir de la mitad del siglo XX que la comunidad LGBTIQ+ adquiere visibilidad social.

En 50 años de lucha, desde la rebelión en el bar de Stonewall, en Nueva York, la comunidad LGBTIQ+ se ha dado a valientes y tenaces luchas reivindicativas por lograr ser reconocida, escuchada, admitida ( lo cual se ha logrado solo en algunos sitios, pero cada vez en más) y por sobre todo, respetada. Se ha logrado mucho, aunque falte mucho.

En algunas sociedades, grupos y personas persiste la discriminación a la gente de la comunidad LGBTIQ+ . Les discriminan por ser “distintos” o distintas en la forma de comportarse (parece una mujercita o una machorra) o en sus gustos sexuales. Esa discriminación que puede llegar hasta odio es conocida como homofobia u otras expresiones de odio hacia la gente “distinta”.

La homofobia suele ser expresada por grupos o personas que se creen libres de pecado, puras en cuerpo y alma, iluminadas por los dioses, dueñas de la verdad absoluta y poseedores de poder, aunque sea por la fuerza. Gente que siente odio y puede agredir, herir y hasta matar a quien vea diferente, sean maricones, o machorras, o como sea.

El mundo ha cambiado, las sociedades, la cultura y la gente también. Ahora se ve con otros ojos, se es más tolerante a la diversidad, hay más respeto pero, alguna gente, quizás mucha, sigue pensando como en los tiempos de las cavernas.

A las marchas del orgullo gay, no solo asisten quienes se sienten miembros de la comunidad LGBTIQ+, también desfilan sus familias, amistades, hijos e hijas o quienes no tienen un vinculo directo con ellas, ellos y elles, pero que apoyan, reconocen la diversidad sexual y quieren una sociedad más justa, solidaria, respetuosa de las diferencias sexuales.

Una pregunta pertinente

Ante el impacto de las marchas del orgullo gay, alguien en las redes se pregunta: “Orgullo de qué? Yo soy heterosexual y no lo voy cantando en marchas, ni me dan un mes para celebrarme”. Interesante pregunta con una respuesta simple: Quienes han detentado históricamente el poder sexual y tienen sus derechos civiles garantizados, no tienen necesidad de exigir protección, ni de protestar por la discriminación de la que son víctimas las minorías sexuales. Ese es otro cantar.

Las minorías sexuales salen a la calle a celebrar sus logros, reivindicaciones. Por siglos, esas minorías han sido invisibilizadas, humilladas, discriminadas por ser como son. Ahora, celebran el orgullo de ser como son y no sentir vergüenza, miedo, por ello. Es el disfrute de la libertad que le ha costado siglos alcanzar y que aún falta por lograr.

Hoy, más que en años recientes, en todo el mundo, las minorías sexuales tienen que afianzar sus luchas. Por un lado, defender lo que han logrado y por el otro, potenciar esos logros. Hay que seguir exigiendo derechos y hay que educar a las nuevas generaciones sobre la diversidad sexual. Una forma de fortalecer los derechos fundamentales.

Por allí viene o está el fantasma del conservadurismo que intenta borrar de un plumazo los logros de las minorías sexuales, como lo está haciendo con las mujeres. A ellas, inclusive a las heterosexuales, se les está arrebatando el poder sobre su propio cuerpo.

Llegará el día en que el mes, la semana, el día del orgullo LGBTIQ+, cada vez en más ciudades, sea solo de celebración, por ahora sigue siendo tiempo de defensa y lucha.

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