Otro capítulo de esta historia autoritaria
Foto:EFE

Se terminó la primera fase del proceso de elección presidencial 2024 en Venezuela con varios claroscuros. Pero en un evidente contexto de operaciones autoritarias por parte de Maduro y compañía, ¿qué otra cosa podríamos esperar?

En otras palabras, si no tenemos fuerzas para imponer nada y, a su vez, el autoritario tiene el poder de impedir lo mínimo, ¿cómo podemos creer que nos permitirán lograr lo máximo o que nuestras acciones serán permitidas sin obstáculos?

Con todas las idas y vueltas que implicó el proceso de inscripción de la candidatura opositora, con todo el largo proceso que ha sido la reconstrucción de confianzas internas opositoras y, por supuesto, con todo el parto que ha significado convencer a la mayoría opositora que no debemos abandonar la ruta electoral, tildar al resto que no apoye mi candidatura de traidores, de vendidos o de Judas, pareciera una recriminación del ámbito religioso y no de la política (además de un flaco favor a la construcción de fuerzas opositoras).

No estamos en Dinamarca

Recordemos algo esencial: La política no sirve para la salvación de las almas, sabemos que existe otro medio para eso. En la arena política no se busca la pureza del ser humano, simplemente se busca dirigir proyectos que avancen lo que se puede dentro de lo que se quiere.

Dicho lo anterior, indudablemente que María Corina Machado fue la candidata presidencial elegida por la mayoría opositora, y en un contexto democrático ella se inscribiría sin contratiempos y nadie cuestionaría su participación electoral. Pero no estamos en Dinamarca, y su/nuestra aspiración choca con todas las arbitrariedades de un sistema autocrático que lo impide descaradamente. Entonces, ¿qué hacer?

Reconociendo que Maduro y compañía para mantenerse en el poder solo tienen como estrategia dos herramientas: la abstención y la división. Pregunto: ¿por qué le daremos el gusto de morder algunos de esos anzuelos? Incluso cuando ellos lo han dicho de todas las formas posibles que son felices cuando nos abstenemos o dividimos y, acto seguido, les dejamos la vía libre para gobernar otro período.

División por superar

Ahora bien, la buena noticia es que pareciera que la abstención está siendo derrotada, pero todavía les está quedando la división. Es muy pronto para saber si la división está operando con suficiente efectividad para aterrizar de nuevo en el frustrante escenario del 2018. Sin embargo, en cualquier caso, en este último punto la palabra final la tiene la dirigencia opositora respondiendo las siguientes preguntas:

¿Se mantienen unidos por medio de alguna candidatura efectivamente inscrita o vuelven al discurso de las idealizaciones y el pensamiento mágico?

¿Se convence de que el país quiere votar en contra de Maduro, y que nadie está enamorado de Manuel Rosales, María Corina, Enrique Márquez o Corina Yoris?

¿Coincidirán en reconocer los medios posibles con los cuales cuentan para lograr el cambio político u ofrecerán promesas de salvación imposibles de cumplir?

Enfriar emociones

En las últimas declaraciones, hasta ahora, los actores opositores involucrados han guardado las formas, han sido cautelosos y no hay señales claras que demuestren que se pretenda dinamitar la unidad.

Ahora falta que se enfríen algunas emociones, se deseche el análisis de escenarios con moralina y, en definitiva, se elija la candidatura consensuada (con programa de gobierno firmado para que la candidatura importe poco y la propuesta de cambio político resalte más).

En fin, este capítulo ha terminado con algunos vidrios rotos, pero la casa sigue en pie. Es importante que sigamos rechazando el esquema de la confrontación porque en ese terreno no hemos ganado nunca y no resolvemos nada (sólo resolvemos 6 años más de Maduro en el poder).

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Escenarios políticos-electorales para su revisión

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