Gustavo Petro se convierte en el primer presidente de izquierda en dirigir a Colombia, un país tradicionalmente de derecha, donde el poder se ha alternado entre conservadores, liberales y otros grupos partidistas sucedáneos, «todos a la diestra».

El escenario no es un hecho casual. Lo anterior contribuye a la «franja roja» que va tiñendo Latinoamérica, como resultado de la gran asimetría y exclusión social que ha caracterizado a nuestros países, —de vision cortoplacista-, donde la riqueza se concentra en unos pocos, y las miserias se reparten entre las mayorías. Esto hace que un discurso con subido tono social, inunde el alma de los pueblos, que terminan imponiendo su voluntad, así como «comprando» la esperanza de escalar en una pirámide social, muy puntiaguda, desde tiempos de la Colonia.

Definitivamente, la esperanza es inextinguible porque hasta ahora, ni los modelos más neoliberales, ni los más socialistas, han podido «arrancar» a los más pobres de su pobreza, ni a los más ricos de su riqueza.

Petro es ampliamente criticado por la mayoría de la prensa colombiana, dada su ideología abiertamente «zurda», y su historia de guerrillero, razón por la cual la aristocracia de ese país tiene sentimientos entremezclados de miedo y asco.

El nuevo presidente ha prometido a lo largo de su campaña, así como lo hizo el día de su triunfo, y en declaraciones ulteriores, que no cambiará la Constitución de Colombia, que respetará la institucionalidad, focalizando su gestión en la reactivación económica del país, la inclusión social y la preservación del ambiente; dejando entrever, que entregará la presidencia, tras los 4 años de período que le corresponden.

Mas allá de que celebramos el proceso democrático en Colombia, como en cualquier lugar del mundo, en lo que a Venezuela respecta, el nuevo mandatario nos entusiasma con la posibilidad de restablecer inmediatamente las relaciones diplomáticas y comerciales con nuestro país. A claras luces es favorecedor para ambos países.

Socios

Venezuela y Colombia tienen una frontera compartida de 2.219 km, que circunda de norte a sur. Desde el siglo XIX, por razones geográficas, ambos países han sido socios comerciales de excepción. De hecho, en 1973, Venezuela se une a la Comunidad Andina para afianzar los lazos comerciales con los países de la región, siendo Colombia, por gran distancia, el primer socio de nuestro país. Con Colombia existieron incluso acuerdos arancelarios bilaterales y una Zonas Libres fronterizas. En 2006, tras la suscripción del tratado de libre comercio entre Colombia, Perú y EE. UU., el gobierno de Chávez, decide salir de la Comunidad Andina para «no subyugarse a la voluntad yanqui».

No obstante, la separación de Venezuela de dicha Comunidad, entre 2007, 2008 y años ulteriores, se registraron importaciones de Colombia a Venezuela que superaron los 6 mil millones de dólares anuales.

Tradicionalmente, nuestro país ha sido un gran exportador de materia prima a Colombia, y el vecino país, con un aparato industrial mucho más desarrollado que el nuestro —al César lo que es del César—, ha exportado a Venezuela productos semiterminados y terminados en los rubros automotriz, químico, farmacéutico, alimentos, bebidas, textiles, calzado y muchos otros.

Por las fracturas políticas entre ambos países, que vieron cierto alivio durante la administración del presidente Santos, las relaciones políticas y comerciales se fueron deteriorando hasta el punto de que el intercambio comercial lícito es hoy casi inexistente, persistiendo el contrabando de frontera, que hace mucho daño a ambas naciones.

Hermana República

No es vana la denominación mutua de hermana República, que emplean Venezuela y Colombia para referirse entre ellas, ya que las épocas de crisis económicas, sociales y políticas, ambos países han sido receptores de migrantes bilateralmente. Así, para no hablar de la gesta independentista común, por ejemplo, entre los años 70’s y 90’s, Venezuela se hizo de una ingente cantidad de inmigrantes colombianos que sembraron en nuestro país, y la hicieron su patria.

Del mismo modo, desde que se iniciara la severa crisis económica venezolana en 2017, cerca de 2 millones de venezolanos se han desplazado a Colombia, donde han sido acogidos e incluso legalizados durante el gobierno de Iván Duque, siendo la única consideración que ha tenido con Venezuela, después de tantos años de reciprocidad.

Colombianos y venezolanos no sólo compartimos Libertador, fe, idioma y raíces históricas, comidas y costumbres, sino también un profundo respeto por el otro. Por lo tanto, no entendemos cómo coyunturas y circunstancias políticas hayan podido separarnos como pueblos. Y ojo, esa responsabilidad, también ha sido bilateral.

Como siempre los políticos y los gobiernos se olvidan de la historia, de los acuerdos comerciales, y, sobre todo, de la gente, esa que circulaba libremente entre nuestras fronteras.

Un nuevo capítulo

La presidencia de Petro, quien asumirá su cargo en agosto 2022, podría ser el comienzo de una nueva etapa en las relaciones bilaterales entre ambas naciones. Petro y Maduro han coincidido en restablecer una serie de iniciativas que promuevan el comercio, legalicen el paso fronterizo y restablezcan las conexiones terrestres y aéreas entre Venezuela y Colombia.

«El Gobierno de Venezuela manifiesta la más firme voluntad de trabajar en la construcción de una renovada etapa de relaciones integrales por el bien común de la nación que compartimos amparadas en dos Repúblicas soberanas» señaló la Cancillería venezolana, tras el triunfo de Petro.

Por otra parte, Petro durante su campaña presidencial ha asegurado, una y otra vez, que estrechará vínculos diplomáticos y comerciales con nuestro país. Está por verse cómo se ejecutará tal promesa, y cómo los gringos reaccionan ante esto, dado que Colombia no sólo es miembro de la OTAN, sino además, EE. UU. ha sido su aliado en temas de guerra en las últimas décadas, con nueve bases militares gringas de gran tamaño y un buen número de soldados americanos en territorio colombiano.

Sin duda, el triunfo de Petro en Colombia, y la ya inminente victoria de Lula en las próximas elecciones de Brasil, dibujan una nueva realidad geopolítica para Venezuela, que bien puede capitalizarse económicamente, si están dadas las voluntades políticas de los tres países.

Mientras el líder opositor, Juan Guaidó, «da patadas de ahogado» y le pide a Petro que reconozca su fallido gobierno interino, los venezolanos de a pie, como Usted y como yo, pedimos a nuestros gobernantes que escuchen nuestras voces, que se volteen al pueblo para entender lo que nos agobia, y lo que nos ha agobiado durante décadas.

Llegó el momento de atender las necesidades sociales y económicas de las mayorías, y olvidarse de mezquindades políticas y «del poder por el poder». Estamos en un mundo y mercado global, del que queremos ser parte, y que el bienestar alcance a todos. Como bloque de países alineados podemos lograrlo, y es labor suya y mía el recordarlo, en el día a día, en nuestro hacer cotidiano, y en las urnas electorales, claro está.

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