¿Por qué América Latina tiene un desempeño económico inferior?
El bolívar se redujo a la mitad tras un año de la reconversión monetaria Credit: EFE

El título de esta columna está relacionado con un informe, publicado el pasado mes de septiembre, proveniente de un equipo de trabajo denominado G-30 (organismo compuesto por académicos, banqueros y especialistas económicos, fundado en 1978, que procura ofrecer análisis económicos rigurosos alrededor del mundo). Dicho informe enfoca sus esfuerzos en examinar las economías y gobiernos latinoamericanos para responder la pregunta central que asoma este texto.

No me extenderé. De inmediato, iré a la médula de sus diagnósticos y soluciones.

Los analistas identifican cuatro síndromes explicativos en el desempeño económico latinoamericano: 1) la inestabilidad macroeconómica endémica (Argentina, Ecuador y Venezuela); 2)  fallas del mercado y del gobierno, así como la escasez de proyectos de inversión privada de alto rendimiento (Colombia, Chile, Paraguay y Perú); 3) mala asignación de la productividad, las disparidades regionales, la narcoviolencia y el deterioro institucional (México); 4) déficits presupuestarios endémicos, las altas tasas de interés reales y los bajos ahorros nacionales (Brasil).

Con respecto al primer síndrome señalan los eternos problemas fiscales: gastar más de lo que ingresa, los incrementos de deuda, inflación e hiperinflación como obstaculizadores de cualquiera buena perspectiva de inversión y crecimiento.

En cuanto al segundo manifiestan que, pese a que se cuente con buena salud macroeconómica, lamentablemente persisten fallas de mercado y de gobierno que no permiten impulsar un crecimiento económico sostenido.

En relación con el tercero, mencionan que la asignación asimétrica de bienes y servicios entre las diferentes regiones del respectivo país genera profundización de las desigualdades internas en todos los ámbitos, y si a esto le sumamos el crimen organizado y el deterioro de la capacidad institucional y la calidad de la administración pública, definitivamente tenemos un cóctel que dinamita cualquier intento de dinamismo económico a largo plazo.

En lo relativo al cuarto síndrome detallan que el incumplimiento de una disciplina fiscal, los altos impuestos, las tasas de interés elevadas y el negativo ahorro público, no permite levantar cabeza por más de un buen año.

Por cierto, a todo lo anterior debemos agregarle los retrocesos democráticos que han tenido varios países latinoamericanos (no hace falta nombrarlos), la mala gobernanza, un ambiente político polarizado, la baja confianza ciudadana y, finalmente, el terreno fértil para el florecimiento de la antipolítica con su consecuente captura populista.

Soluciones

Asumiendo estas dificultades, ¿qué hacer?

El informe se enfoca en sugerir cambios en el diseño institucional con el propósito de detener la notable desconfianza ciudadana y, en paralelo, reconstruir capacidades estatales que puedan tejer reformas profundas que incrementen el atractivo de la inversión productiva en cada uno de estos países. Evidentemente, para que se materialice todo esto es necesario un liderazgo político arrojado.

Asimismo, el informe del G-30 termina recordando que la llegada de las nuevas tecnologías y la necesidad de la generación de energía limpia podría acercar nuevas oportunidades a Latinoamérica para empezar a transitar hacia un círculo virtuoso social y político.

Además, terminan declarando que América Latina no está condenada al estancamiento, pero ponen sus fichas en una advertencia que suena a medio optimismo real e indulgente: “Es posible encontrar un camino alternativo, pero requerirá de buenos políticos, buenas políticas y buena suerte”.

En simple, este informe nos recuerda que la política tiene mucho que decir, en primera, segunda, tercera y última instancia. Y para responder la pregunta de esta columna, creo que mejor lo contestaría –paradójicamente– otra pregunta:  ¿tendremos alguna generación de gobernantes que estén dispuestos a entregar su capital político para emprender las reformas complejas que impulsarían la inversión, la productividad, el ahorro, las mejoras en el capital humano, la eficiencia gubernamental, la credibilidad de las instituciones y, en consecuencia, el crecimiento sostenido a largo plazo? Juzgue usted.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: ¿Deja vu o es diferente esta vez?

Economista con un Magister en Políticas Públicas. Colaborador de varios medios nacionales.