El término autocracia se define como un «régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad». También como una «forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley» es decir, la consolidación del poder en una sola persona a diferencia de la distribución del poder en diversas instituciones para limitar y controlar la voluntad individual.
Cómo, entonces, si la humanidad vivió infinitos procesos para limitar el poder de las personas para distribuirlo y hacerlo más institucional, hoy en día están proliferando gobiernos con claras señales autocráticas alrededor del mundo. Han venido reapareciendo el caudillismo, el híper liderazgo, la concentración del poder en una sola persona, el culto a la personalidad y los héroes, salvadores de la patria, que terminan pasando por encima de las instituciones, desacreditándolas ante la opinión pública.
Los ataques que con saña se hacen contra la Unión Europea por parte de políticos y fracciones, buscan romper los equilibrios que se generan desde la institucionalidad, articulaciones y consensos necesarios para limitar las “extravagancias” de pseudo-líderes que solo piensan en incrementar sus cuotas de poder. Boris Johnson es un claro ejemplo de ello. Llegó al poder en Gran Bretaña desprestigiando a Bruselas como centro del poder político comunitario y promoviendo el brexit. Aunque el proceso de separación se dio, hoy los ciudadanos británicos sienten que ha sido un error garrafal haberse dejado llevar por un político populista y autocrático que resultó en un gran fiasco. Hoy Johnson también es un cadáver político pero cuanto daño causó a Inglaterra y a Europa con sus modos autocráticos.
En América Latina nos hemos venido llenando también de “próceres” que hacen lo que sea por alargar sus mandatos presidenciales y así conectarse con el “coroto” de por vida, dándole una estocada a las instituciones. Ortega en Nicaragua, Bukkele en El Salvador, Maduro en Venezuela, entre otros casos, que quieren seguir atados al poder por mucho tiempo, como si no existiese relevo posible en el marco de la necesidad de alternabilidad política para una sana convivencia democrática.
Estas nuevas formas de autocracia se están apoyando en las redes sociales para difundir desinformación y polarización entre buenos y malos para enganchar audiencias cada vez más amplias, que se conectan a la destrucción masiva programada de las instituciones con apego a la visceralidad y emociones repotenciadas. Muchos pseudo líderes actuales usan esta fórmula para convertirse en “dioses” a quienes seguir en lugar de dirigentes. Sus narrativas en forma de posverdades intoxican audiencias llenas de problemas y necesidades que requieren culpar a alguien, especialmente si son instituciones para dar rienda suelta a una relación dizque personal con su líder y carta blanca para la reivindicación y la venganza. Al final, todo el poder se reconcentra y se hace más arbitrario, más autócrata, más autoritario y más despiadado. Para volverlo a democratizar pueden pasar años y hasta décadas como lo hemos visto en innumerables ejemplos históricos.
Un ciudadano responsable y atento por los asuntos públicos debe formarse cabalmente y estar al tanto de estos procesos de manipulación que terminan dando al traste con la convivencia democrática. Las redes sociales son una extraordinaria herramienta solo si aprendemos a utilizarlas y a descifrarlas cuando alguien las usa para dividir y polarizar a una sociedad. Si no queremos que las autocracias terminen controlando todas las esferas públicas del planeta de nuevo, tendremos que estar más atentos a los argumentos banales, pero súper efectivos que utilizan los autócratas para colarse al poder y hacer de las suyas por un largo tiempo.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Cómo, entonces, si la humanidad vivió infinitos procesos para limitar el poder de las personas para distribuirlo y hacerlo más institucional, hoy en día están proliferando gobiernos con claras señales autocráticas alrededor del mundo. Han venido reapareciendo el caudillismo, el híper liderazgo, la concentración del poder en una sola persona, el culto a la personalidad y los héroes, salvadores de la patria, que terminan pasando por encima de las instituciones, desacreditándolas ante la opinión pública.
Los ataques que con saña se hacen contra la Unión Europea por parte de políticos y fracciones, buscan romper los equilibrios que se generan desde la institucionalidad, articulaciones y consensos necesarios para limitar las “extravagancias” de pseudo-líderes que solo piensan en incrementar sus cuotas de poder. Boris Johnson es un claro ejemplo de ello. Llegó al poder en Gran Bretaña desprestigiando a Bruselas como centro del poder político comunitario y promoviendo el brexit. Aunque el proceso de separación se dio, hoy los ciudadanos británicos sienten que ha sido un error garrafal haberse dejado llevar por un político populista y autocrático que resultó en un gran fiasco. Hoy Johnson también es un cadáver político pero cuanto daño causó a Inglaterra y a Europa con sus modos autocráticos.
En América Latina nos hemos venido llenando también de “próceres” que hacen lo que sea por alargar sus mandatos presidenciales y así conectarse con el “coroto” de por vida, dándole una estocada a las instituciones. Ortega en Nicaragua, Bukkele en El Salvador, Maduro en Venezuela, entre otros casos, que quieren seguir atados al poder por mucho tiempo, como si no existiese relevo posible en el marco de la necesidad de alternabilidad política para una sana convivencia democrática.
Estas nuevas formas de autocracia se están apoyando en las redes sociales para difundir desinformación y polarización entre buenos y malos para enganchar audiencias cada vez más amplias, que se conectan a la destrucción masiva programada de las instituciones con apego a la visceralidad y emociones repotenciadas. Muchos pseudo líderes actuales usan esta fórmula para convertirse en “dioses” a quienes seguir en lugar de dirigentes. Sus narrativas en forma de posverdades intoxican audiencias llenas de problemas y necesidades que requieren culpar a alguien, especialmente si son instituciones para dar rienda suelta a una relación dizque personal con su líder y carta blanca para la reivindicación y la venganza. Al final, todo el poder se reconcentra y se hace más arbitrario, más autócrata, más autoritario y más despiadado. Para volverlo a democratizar pueden pasar años y hasta décadas como lo hemos visto en innumerables ejemplos históricos.
Un ciudadano responsable y atento por los asuntos públicos debe formarse cabalmente y estar al tanto de estos procesos de manipulación que terminan dando al traste con la convivencia democrática. Las redes sociales son una extraordinaria herramienta solo si aprendemos a utilizarlas y a descifrarlas cuando alguien las usa para dividir y polarizar a una sociedad. Si no queremos que las autocracias terminen controlando todas las esferas públicas del planeta de nuevo, tendremos que estar más atentos a los argumentos banales, pero súper efectivos que utilizan los autócratas para colarse al poder y hacer de las suyas por un largo tiempo.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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