La economía venezolana ha tenido un panorama complicado en los últimos años debido a la hiperinflación y devaluación que han afectado al país. Esta inestabilidad macroeconómica sumada a la desaparición de los subsidios gubernamentales a los empresarios, la extinción del crédito y la falta de inversión en la infraestructura, han generado cambios significativos en el comportamiento de nuestra economía.
Durante «la cuarta» un oligopolio en torno al Estado y la renta petrolera, controlaba la producción, la comercialización y el consumo de Venezuela. Con la llegada del chavismo, las prácticas contra la oligarquía dieron al traste con la mayoría de los grupos económicos tradicionales y sus grandes empresas, así como las multinacionales estadounidenses, siendo gradualmente sustituidas por nuevos grupos empresariales; que afectó seriamente el gran tejido industrial y comercial, así como la importante masa de consumo que existía en Venezuela.
En los últimos años, el gobierno ha dado un viraje de su ralea estado-céntrico e intervencionista a un manejo económico más pragmático y de mercado abierto, lo que ha conducido a la emergencia de empresas de todo tamaño y color para atender al hoy pequeño mercado venezolano. Muy pocos viejos, y muchos recién llegados importadores, distribuidores, fabricantes y comerciantes -la mayoría de tamaño pequeño y mediano- coexisten en una economía marcada por la informalidad y el conveniente aprovechamiento del «puerta a puerta» y las políticas de exoneración arancelaria.
A pesar de la difícil situación económica en Venezuela, la gradual dolarización de los salarios, el trabajo informal y la resiliente capacidad de rebusque de nuestra gente han aumentado la capacidad adquisitiva de la población.
Según estudios recientes, sólo el 3% de la población tiene ingresos superiores a los 2.000 dólares mensuales, y un 10% adicional se encuentra entre los 1.000 y 2.000 dólares mensuales. Esto significa que 3.5 millones de venezolanos pueden considerarse como la nueva clase alta y media-alta, aunque bastante empobrecida. Un 20% de la población, 5.4 millones, tiene ingresos entre 500 y 1.000 dólares mensuales y se considera parte de la clase media-baja. Un 30%, 8.1 millones, gana entre 200 y 500 dólares al mes y puede costear los gastos básicos de alimentación. El 37% restante, unos 10 millones de venezolanos, tiene ingresos mensuales por debajo de los 200 dólares y son considerados pobres. En total, estos dos últimos grupos constituyen el 67% de la población y son los más afectados por la situación económica del país.
La situación económica y social en Venezuela, que ya venía muy golpeada en la última década, ha sido todavía más afectada por las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos. Si bien es cierto que las sanciones están dirigidas a presionar al gobierno venezolano, su impacto ha repercutido en toda la población, sintiéndose a todo nivel el bloqueo financiero y comercial que comprenden. Así cualquier actividad comercial que implique interacciones con el extranjero, incluyendo la importación de alimentos y medicamentos es seriamente afectada por las casi 800 sanciones que pesan sobre Venezuela y los venezolanos.
Otro tanto podemos decir del ingreso de dinero al país por concepto de exportaciones o inversión extranjera, así como el egreso del dinero requerido para el pago de importaciones, para de proveedores de servicios o repatriación de dividendos de las empresas multinacionales.
Lo mencionado aisla a Venezuela del mundo económico global y resulta un serio limitante no solo para el gobierno, sino también para usted y para mí que no somos políticos sino ciudadanos de a pie. En la medida que no se levanten, o al menos se aligeren las sanciones, será muy difícil una mejora estructural de la economía venezolana.
La incipiente recuperación comercial que ha experimentado Venezuela durante el 2021 y 2022, parece haber llegado a su límite máximo para los sectores público y privado, comenzando a ver una ralentización de la economía y del consumo que solo puede «destrancarse» con un mayores ingresos e para el país e inyección de dinero a nuestra economía.
En el actual contexto geoeconómico y geopolítico, dado por la guerra Rusia-Ucrania y la recesión mundial, Venezuela tiene todas las condiciones en términos de recursos naturales y ubicación geográfica para satisfacer las necesidades de commodities energéticos del mundial, y en consecuencia, el apetito de los inversionistas internacionales.
No obstante, difícilmente el capital internacional verá como destino de inversión a Venezuela si se encuentra con las barreras de las sanciones gringas que bien pueden salpicarlo, así como sin tener claras garantías y seguridad jurídica para las inversiones.
El tema de las sanciones y de la seguridad jurídica ha pasado de ser una disputa entre oficialismo y oposición a erigirse como un asunto central para la mejora económica del país que nos compete a todos los venezolanos.
Llegó el momento de organizarnos como ciudadanos y comenzar a aclamar a los cuatro vientos que no queremos más sanciones, que nos interesa el bienestar de la patria, que estamos cansados de política y politiquería.
En la próxima entrega seguiremos abordando qué elementos requerimos además del levantamiento de sanciones para lograr la recuperación económica de Venezuela.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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La economía venezolana ha tenido un panorama complicado en los últimos años debido a la hiperinflación y devaluación que han afectado al país. Esta inestabilidad macroeconómica sumada a la desaparición de los subsidios gubernamentales a los empresarios, la extinción del crédito y la falta de inversión en la infraestructura, han generado cambios significativos en el comportamiento de nuestra economía.
Durante «la cuarta» un oligopolio en torno al Estado y la renta petrolera, controlaba la producción, la comercialización y el consumo de Venezuela. Con la llegada del chavismo, las prácticas contra la oligarquía dieron al traste con la mayoría de los grupos económicos tradicionales y sus grandes empresas, así como las multinacionales estadounidenses, siendo gradualmente sustituidas por nuevos grupos empresariales; que afectó seriamente el gran tejido industrial y comercial, así como la importante masa de consumo que existía en Venezuela.
En los últimos años, el gobierno ha dado un viraje de su ralea estado-céntrico e intervencionista a un manejo económico más pragmático y de mercado abierto, lo que ha conducido a la emergencia de empresas de todo tamaño y color para atender al hoy pequeño mercado venezolano. Muy pocos viejos, y muchos recién llegados importadores, distribuidores, fabricantes y comerciantes -la mayoría de tamaño pequeño y mediano- coexisten en una economía marcada por la informalidad y el conveniente aprovechamiento del «puerta a puerta» y las políticas de exoneración arancelaria.
A pesar de la difícil situación económica en Venezuela, la gradual dolarización de los salarios, el trabajo informal y la resiliente capacidad de rebusque de nuestra gente han aumentado la capacidad adquisitiva de la población.
Según estudios recientes, sólo el 3% de la población tiene ingresos superiores a los 2.000 dólares mensuales, y un 10% adicional se encuentra entre los 1.000 y 2.000 dólares mensuales. Esto significa que 3.5 millones de venezolanos pueden considerarse como la nueva clase alta y media-alta, aunque bastante empobrecida. Un 20% de la población, 5.4 millones, tiene ingresos entre 500 y 1.000 dólares mensuales y se considera parte de la clase media-baja. Un 30%, 8.1 millones, gana entre 200 y 500 dólares al mes y puede costear los gastos básicos de alimentación. El 37% restante, unos 10 millones de venezolanos, tiene ingresos mensuales por debajo de los 200 dólares y son considerados pobres. En total, estos dos últimos grupos constituyen el 67% de la población y son los más afectados por la situación económica del país.
La situación económica y social en Venezuela, que ya venía muy golpeada en la última década, ha sido todavía más afectada por las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos. Si bien es cierto que las sanciones están dirigidas a presionar al gobierno venezolano, su impacto ha repercutido en toda la población, sintiéndose a todo nivel el bloqueo financiero y comercial que comprenden. Así cualquier actividad comercial que implique interacciones con el extranjero, incluyendo la importación de alimentos y medicamentos es seriamente afectada por las casi 800 sanciones que pesan sobre Venezuela y los venezolanos.
Otro tanto podemos decir del ingreso de dinero al país por concepto de exportaciones o inversión extranjera, así como el egreso del dinero requerido para el pago de importaciones, para de proveedores de servicios o repatriación de dividendos de las empresas multinacionales.
Lo mencionado aisla a Venezuela del mundo económico global y resulta un serio limitante no solo para el gobierno, sino también para usted y para mí que no somos políticos sino ciudadanos de a pie. En la medida que no se levanten, o al menos se aligeren las sanciones, será muy difícil una mejora estructural de la economía venezolana.
La incipiente recuperación comercial que ha experimentado Venezuela durante el 2021 y 2022, parece haber llegado a su límite máximo para los sectores público y privado, comenzando a ver una ralentización de la economía y del consumo que solo puede «destrancarse» con un mayores ingresos e para el país e inyección de dinero a nuestra economía.
En el actual contexto geoeconómico y geopolítico, dado por la guerra Rusia-Ucrania y la recesión mundial, Venezuela tiene todas las condiciones en términos de recursos naturales y ubicación geográfica para satisfacer las necesidades de commodities energéticos del mundial, y en consecuencia, el apetito de los inversionistas internacionales.
No obstante, difícilmente el capital internacional verá como destino de inversión a Venezuela si se encuentra con las barreras de las sanciones gringas que bien pueden salpicarlo, así como sin tener claras garantías y seguridad jurídica para las inversiones.
El tema de las sanciones y de la seguridad jurídica ha pasado de ser una disputa entre oficialismo y oposición a erigirse como un asunto central para la mejora económica del país que nos compete a todos los venezolanos.
Llegó el momento de organizarnos como ciudadanos y comenzar a aclamar a los cuatro vientos que no queremos más sanciones, que nos interesa el bienestar de la patria, que estamos cansados de política y politiquería.
En la próxima entrega seguiremos abordando qué elementos requerimos además del levantamiento de sanciones para lograr la recuperación económica de Venezuela.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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