Se dicen tantas cosas
Credit: Iván E. Reyes

En períodos de campañas electorales se dicen tantas cosas para estimular emociones de afecto, simpatía y afición para sumar votos ciudadanos. En esencia, en ese tiempo es natural que los candidatos estén más interesados en hacer frases rimbombantes para entretener o captar la atención del votante, y menos dispuestos a pensar detenidamente en los problemas presentes y futuros.

Sin embargo, el caso venezolano presenta un desafío postelectoral que se debe conversar en plena campaña electoral: ¿cómo convivimos? Durísima pregunta, pero la mirada hacia adelante exige una (franca) respuesta.

En estricto rigor, el proceso de redemocratización que necesita el país no será posible solamente con una victoria opositora. Al contrario, esto último será el primer paso. Lo que garantizará una redemocratización efectiva es un acuerdo de convivencia que, en simple, los perdedores puedan seguir participando en política y los ganadores entiendan que deben cumplir con algo que se llama alternancia civilizada del poder.

La candidatura opositora ha dicho en varias ocasiones que no existirá persecución para ningún sector político y que, por cierto, está dispuesta a conversar con todos. Estas dos expresiones son las premisas que deben conducir cualquier pacto de convivencia. En otras palabras, son las mejores señales para el tiempo que vivimos y, en paralelo, para el tiempo que necesitamos construir.

Se impone la cautela

Lo peor que puede hacer la candidatura opositora es comportarse como en una típica campaña electoral donde la cuña sonora es el objetivo principal para ganar atracción. Por ejemplo, expresar frases que intenten mostrarse como el salvador, justiciero o puritano para intentar diferenciarse del otro («nosotros somos el bien y los otros solo son pecadores que deben ser castigados»).

Se debe ser cauteloso porque sabemos que los que están en el poder han perdido la vergüenza desde hace mucho rato y cualquier gesto que Nicolás Maduro y compañía pueda interpretar como canibalismo en su contra, ciertamente pensarán en alterar las fechas de las elecciones (mañana puede suspenderlas y, más allá del costo político nacional e internacional, puede seguir en el poder), inhabilitar candidatos a su antojo o aplicar cualquier arbitrariedad para mantenerse en el poder.

No estamos en una campaña electoral tradicional, todos lo sabemos. Por esa razón, es conveniente que cuidemos las formas sin desdibujar el fondo y, además, empecemos hablar con franqueza sobre el día después, porque las sociedades que no están dispuestas a convivir pacíficamente, en medio de sus legítimas diferencias, desgraciadamente solo tienen un destino: miedo, dolor y pobreza.

En síntesis, particularmente en esta campaña no se pueden decir tantas cosas de lo que quisiéramos, porque debemos cuidar la reducida posibilidad presente de lograr el cambio político y, seguidamente, ampliar las oportunidades de construcción del bienestar futuro. En pocas palabras, no es tiempo de tirar piedras; es tiempo de recoger piedras para construir el mejor vecindario donde todos podamos vivir mañana.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Pacto institucional: condición necesaria



</div>