Elecciones 

Todos los caminos deben conducir a ellas. Democracia sin elecciones ni siquiera se parece o lo simula. Los esfuerzos ciudadanos deben estar dirigidos a garantizar elecciones competitivas con máxima igualdad de condiciones; la no participación es un mecanismo retrógrado que desmoviliza, despolitiza y desmotiva a las poblaciones infringiendo heridas de muerte a la convivencia democrática. Las fuerzas prodemocráticas siempre deben focalizar sus acciones hacia la consolidación de sistemas electorales que garanticen ampliamente la participación política y ciudadana. Por más difíciles que resulten las condiciones que puedan imponer autócratas disfrazados de demócratas, siempre hay que surfear a favor de las elecciones para amalgamar la mayor capacidad de apoyos que prefiguren cambios en profundidad.

Alternancia

Atención con este concepto. Hemos visto cómo últimamente los autócratas de nuevo cuño cuestionan abiertamente, y con argumentos traídos por los cabellos, la necesidad de no limitar los periodos de poder de los líderes. Ningún líder es o necesita hacerse indispensable. Mantenerse en el poder ha sido una patología que ha venido creciendo sobremanera en los tiempos recientes. Hemos visto como, desde lo judicial, se buscan engranar argumentos para facilitar procesos de reelección que no son sino “cantos de sirena” para manipular las posibilidades de mantenerse en el poder por largo tiempo. La alternancia es justa y facilita los cambios y la oxigenación de los sistemas políticos de signo democrático.

Poderes autónomos

Los pesos y contrapesos son una necesidad que la historia se ha encargado de demostrar hasta la saciedad. Al poder hay que ponerle límites porque si no se llena de arbitrariedades, de abusos, de aberraciones y demás yerbas aromáticas. La democracia consiste en “desvanecer” el poder de uno en favor de la “voluntad general”. Es más fácil controlarnos entre todos que dejar al libre albedrío de una sola persona las decisiones que atañen a todas y todos. Cuando los poderes públicos desaparecen o son cooptados por un líder, el “hiperliderazgo” comienza a controlarlo todo en favor de unos intereses particulares por encima de los intereses colectivos, aunque se manipule la opinión pública en favor de éstos últimos.

Partidos políticos

Las organizaciones políticas son –o deberían ser– las interlocutoras válidas entre la sociedad y el Estado. Toda democracia debe promover y facilitar la participación de los partidos y todo tipo de organizaciones que quieran canalizar demandas ciudadanas y temas de interés público que deban ser atendidos por los Estados. “Sin partidos políticos no hay democracia” es una máxima que se repite como un ritornelo, pero más allá de eso, es el asunto de facilitar la participación y la organización de la gente en partidos y agrupaciones que puedan hacer incidencia pública y planteamientos claros para intervenir en la vida pública de los países. Actualmente, en muchos lugares del planeta, en lugar de facilitar la existencia y actuación de los partidos se les ponen trabas judiciales para dificultar su accionar democrático.

Libertad de expresión y de opinión

Es difícil que un sistema político que no brinde garantías reales en cuanto a libertad de expresión y de opinión pueda pasar la prueba como democrático. Sin libertades no se puede garantizar efectivamente una convivencia democrática. Actualmente, es aún más complejo mantener este precepto por las cantidades industriales de desinformación que se vierten en las nuevas plataformas de comunicación y que han permitido una mayor manipulación y distorsión de las realidades. Hoy más que nunca se hace indispensable defender a ultranza este valor que le da vida a la democracia y un estadio civilizatorio al que costó demasiado llegar en los diferentes tramos de la historia humana.

No es un secreto para nadie que la democracia actualmente está severamente amenazada. Las circunstancias actuales han perfilado una forma de disfraz que esbozan muchos líderes alrededor del mundo y que, con nuevas habilidades, logran hacer creer que actúan como demócratas cuando en realidad promueven regímenes cuyas orientaciones distan de ser proclives a la vida en democracia. Esta generación tiene necesariamente que revalorizar lo que significa vivir en democracia.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor:  La unión suramericana y el efecto péndulo