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OPINIÓN · 19 MAYO, 2022 05:10

Venezuela con potencial, pero sin inversión

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Oscar Doval

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QUÉ CHÉVERE
QUÉ INDIGNANTE
QUÉ CHIMBO

En la entrega pasada, comentamos cómo de manera incipiente, pero nada despreciable, fondos de inversión extranjeros de manera abierta o más sigilosa, han invertido en el sector privado del país, lo que se erige como una indudable señal de que Venezuela comienza a despertar interés en los capitales foráneos.


Recursos naturales

Surge la esperada pregunta de cómo en un contexto social, económico y político tan complejo como el que vivimos en el país, a lo que se suman sanciones de la OFAC y bloqueo comercial gringo y europeo, los extranjeros y connacionales, se atreven a meter su «platica» en Venezuela.

Pues la respuesta no es tan compleja. Si bien el «dinero es cobarde», y los inversionistas suelen favorecer destinos seguros para poner sus capitales, existe un grupo de ellos que apuestan por economías frontera o pre-emergentes, como la venezolana. Nuestro país, ofrece altas tasas de rendimiento sobre un alto riesgo relativamente manejable, con la esperanza, además, de que, con una mejora de entorno a futuro, los múltiplos obtenidos por su inversión lleguen a ser pantagruélicos.

Venezuela tiene una historia de prosperidad sostenida durante longas décadas, que se vio comprometida durante los últimos 8 años, cuando presenciamos una contracción de la economía en torno al 80%. Esta calamidad financiera ha visto cierto respiro y una modesta activación desde el año 2021. No es ajeno para nadie, las inconmensurables riquezas naturales que tiene nuestra tierra.

En materia petrolera, Venezuela tiene las reservas petroleras certificadas más grandes del planeta, estimadas en unos 300 mil millones de barriles, lo que podría tasarse a un precio internacional modesto, en una cifra que ronda los 20 trillones de dólares. Otro tanto, podemos decir del gas natural, con reservas cercanas a los 6.000 millones de metros cúbicos, las octavas del mundo, equivalentes a unos 6 billones de dólares.

En el mismo rubro mineral, contamos con las cuartas reservas probadas de oro del planeta, 2.236 toneladas al valor actual de 5,7 billones de dólares. Si sumamos a lo anterior, diamante, coltán, uranio, hierro, bauxita, níquel y unos cuantos minerales más, podríamos agregar a la suma unos 4,5 billones de dólares más.

Se suma a la riqueza del subsuelo, un 60% de la superficie del país, 550 mil kilómetros cuadrados, potencialmente cultivables que pueden ser holgadamente regadas con 1,3 mil kilómetros cúbicos de agua, las decimoprimeras reservas acuíferas del planeta.

Además, ostentamos una situación geográfica privilegiada. En el norte de Suramérica y con 3.722 kilómetros de costa caribeña, Venezuela, se encuentra equidistante de los polos septentrionales y australes de América, asi como del continente europeo. Esto nos pone en una envidiable localización para constituirnos como el hub de transporte y logística del Atlántico, como en efecto décadas atrás lo fuimos.

El potencial

Depauperado o no, por mala administración y falta de inversión, las décadas de bonanza petrolera permitieron el desarrollo de una de las infraestructuras físicas más primadas de América Latina.

Ocho aeropuertos internacionales, 60 nacionales y más de 200 privados, 6 puertos marítimos y 2 fluviales de carga pesada, determinan el potencial logístico venezolano.

Con un 85% de urbanización, superamos con creces el promedio del subcontinente, que alcanza un 60%. Además, con huecos, grietas o lo que queramos decir, tenemos una red vial asfaltada de 70 mil kilómetros, muy similar en longitud, a la vialidad colombiana.

A lo anterior se agrega, una capacidad instalada eléctrica —hoy destrozada—, con capacidad para generar 31 millones de KW, más del doble de Perú o Colombia. Asimismo, contamos con represas y una red de acueductos —también en lamentable estado—, que podrían surtir de agua a más del 85% de la nación.

No menos importante, son la telefonía y sistema de comunicaciones —sí, también muy maltrechos—, que cubren un 90% de nuestro territorio, con una pésima conectividad, pero conectados al menos.

La capacidad industrial instalada es hoy inestimable, debido a la gran cantidad de empresas públicas y privadas, desaparecidas, cerradas o a medio funcionar, más el tejido productivo aun existente. Con la debida inversión, esta infraestructura destinada a la transformación de materia prima, bien podría satisfacer las necesidades locales e incluso generar pingües excedentes para la exportación.

Bien podrían pensar que el que les escribe esta delirando, pero realmente nos referimos a potencial, y con ello la posibilidad de gestar un sueño posible para la reconstrucción de la patria. Ese mismo potencial, es el que aprecian los inversionistas que ponen y ponemos el esfuerzo y pecunio en Venezuela.

Intenciones no preñan

Como «las intenciones no preñan», más allá de las riquezas naturales y el potencial en materia de infraestructura ya instalada, hacen falta las condiciones mínimas para que las inversiones prosperen de forma sustancial en el país.

Con ello no nos referimos a posiciones radicales que pasan por un cambio de gobierno o la absoluta venia de los gringos. Al capital y los capitales, no les importa el hacer político de los países, sino la seguridad que los gobiernos pueden imprimir a sus inversiones.

El gobierno nacional dio un importante viraje hacia una economía de mercado a través de una liberación de precios, la disolución de controles centrales dogmáticos, el cese de las expropiaciones, y un indudable vuelco hacia una economía marcada por el pragmatismo. Asimismo, logró una apreciable estabilización de la inflación y devaluación, a través de más adecuadas políticas macroeconómicas, lo que es un paso adelante.

Desde el marco legislativo todavía estamos a la espera de una nueva ley de inversiones, que sustituya o complemente la ley antibloqueo y que garantice mayor seguridad jurídica. Esto, en el entendido de que dicha ley debe garantizar la propiedad privada, dar salidas de arbitraje tanto en jurisdicciones nacionales como internacionales, así como conferir facilidad y agilidad operativa, e incentivos fiscales y parafiscales, a aquellos que deseen invertir en el país.

En el mismo plano jurídico hay que actualizar el Código de Comercio, que pocas modificaciones ha visto desde que fuera promulgado en 1955, y resulta complejo y engorroso a la hora de hacer negocios. Rescatar la engavetada propuesta ley de Zonas Económicas Especiales, puede resultar en una «vía express» para el fomento de inversiones.

Se hace también perentorio, restablecer la mesa de diálogo entre el oficialismo y la oposición con una agenda primariamente económica y social, a ver si los americanos comienzan a laxar las sanciones financieras y el bloqueo comercial, que tanto daño nos hacen.

El anuncio de la salida a bolsa de varias empresas públicas del país es una iniciativa conveniente, ya que el mercado de valores comprende principios de transparencia administrativa, protección al accionista minoritario, adecuado manejo empresarial, y cumplimiento en materia de lavado de capitales y regulaciones, elementos que sin duda brindarían mayor seguridad a los inversionistas.

Debemos tener verticalmente claro, que el mayor potencial de Venezuela es nuestra gente, buena, trabajadora, calificada y dispuesta a hacer cualquier sacrificio por su familia y por el país. Somos nosotros, la gente de a pie, más que el gobierno, los que estamos llamados a incentivar la inversión en Venezuela. Esto no sólo nos beneficia a todos, sino nos hará actores de la recuperación económica del país, ¡nuestra tierra de gracia!

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Venezuela, un mercado pre-emergente 

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Recursos naturales

Surge la esperada pregunta de cómo en un contexto social, económico y político tan complejo como el que vivimos en el país, a lo que se suman sanciones de la OFAC y bloqueo comercial gringo y europeo, los extranjeros y connacionales, se atreven a meter su «platica» en Venezuela.

Pues la respuesta no es tan compleja. Si bien el «dinero es cobarde», y los inversionistas suelen favorecer destinos seguros para poner sus capitales, existe un grupo de ellos que apuestan por economías frontera o pre-emergentes, como la venezolana. Nuestro país, ofrece altas tasas de rendimiento sobre un alto riesgo relativamente manejable, con la esperanza, además, de que, con una mejora de entorno a futuro, los múltiplos obtenidos por su inversión lleguen a ser pantagruélicos.

Venezuela tiene una historia de prosperidad sostenida durante longas décadas, que se vio comprometida durante los últimos 8 años, cuando presenciamos una contracción de la economía en torno al 80%. Esta calamidad financiera ha visto cierto respiro y una modesta activación desde el año 2021. No es ajeno para nadie, las inconmensurables riquezas naturales que tiene nuestra tierra.

En materia petrolera, Venezuela tiene las reservas petroleras certificadas más grandes del planeta, estimadas en unos 300 mil millones de barriles, lo que podría tasarse a un precio internacional modesto, en una cifra que ronda los 20 trillones de dólares. Otro tanto, podemos decir del gas natural, con reservas cercanas a los 6.000 millones de metros cúbicos, las octavas del mundo, equivalentes a unos 6 billones de dólares.

En el mismo rubro mineral, contamos con las cuartas reservas probadas de oro del planeta, 2.236 toneladas al valor actual de 5,7 billones de dólares. Si sumamos a lo anterior, diamante, coltán, uranio, hierro, bauxita, níquel y unos cuantos minerales más, podríamos agregar a la suma unos 4,5 billones de dólares más.

Se suma a la riqueza del subsuelo, un 60% de la superficie del país, 550 mil kilómetros cuadrados, potencialmente cultivables que pueden ser holgadamente regadas con 1,3 mil kilómetros cúbicos de agua, las decimoprimeras reservas acuíferas del planeta.

Además, ostentamos una situación geográfica privilegiada. En el norte de Suramérica y con 3.722 kilómetros de costa caribeña, Venezuela, se encuentra equidistante de los polos septentrionales y australes de América, asi como del continente europeo. Esto nos pone en una envidiable localización para constituirnos como el hub de transporte y logística del Atlántico, como en efecto décadas atrás lo fuimos.

El potencial

Depauperado o no, por mala administración y falta de inversión, las décadas de bonanza petrolera permitieron el desarrollo de una de las infraestructuras físicas más primadas de América Latina.

Ocho aeropuertos internacionales, 60 nacionales y más de 200 privados, 6 puertos marítimos y 2 fluviales de carga pesada, determinan el potencial logístico venezolano.

Con un 85% de urbanización, superamos con creces el promedio del subcontinente, que alcanza un 60%. Además, con huecos, grietas o lo que queramos decir, tenemos una red vial asfaltada de 70 mil kilómetros, muy similar en longitud, a la vialidad colombiana.

A lo anterior se agrega, una capacidad instalada eléctrica —hoy destrozada—, con capacidad para generar 31 millones de KW, más del doble de Perú o Colombia. Asimismo, contamos con represas y una red de acueductos —también en lamentable estado—, que podrían surtir de agua a más del 85% de la nación.

No menos importante, son la telefonía y sistema de comunicaciones —sí, también muy maltrechos—, que cubren un 90% de nuestro territorio, con una pésima conectividad, pero conectados al menos.

La capacidad industrial instalada es hoy inestimable, debido a la gran cantidad de empresas públicas y privadas, desaparecidas, cerradas o a medio funcionar, más el tejido productivo aun existente. Con la debida inversión, esta infraestructura destinada a la transformación de materia prima, bien podría satisfacer las necesidades locales e incluso generar pingües excedentes para la exportación.

Bien podrían pensar que el que les escribe esta delirando, pero realmente nos referimos a potencial, y con ello la posibilidad de gestar un sueño posible para la reconstrucción de la patria. Ese mismo potencial, es el que aprecian los inversionistas que ponen y ponemos el esfuerzo y pecunio en Venezuela.

Intenciones no preñan

Como «las intenciones no preñan», más allá de las riquezas naturales y el potencial en materia de infraestructura ya instalada, hacen falta las condiciones mínimas para que las inversiones prosperen de forma sustancial en el país.

Con ello no nos referimos a posiciones radicales que pasan por un cambio de gobierno o la absoluta venia de los gringos. Al capital y los capitales, no les importa el hacer político de los países, sino la seguridad que los gobiernos pueden imprimir a sus inversiones.

El gobierno nacional dio un importante viraje hacia una economía de mercado a través de una liberación de precios, la disolución de controles centrales dogmáticos, el cese de las expropiaciones, y un indudable vuelco hacia una economía marcada por el pragmatismo. Asimismo, logró una apreciable estabilización de la inflación y devaluación, a través de más adecuadas políticas macroeconómicas, lo que es un paso adelante.

Desde el marco legislativo todavía estamos a la espera de una nueva ley de inversiones, que sustituya o complemente la ley antibloqueo y que garantice mayor seguridad jurídica. Esto, en el entendido de que dicha ley debe garantizar la propiedad privada, dar salidas de arbitraje tanto en jurisdicciones nacionales como internacionales, así como conferir facilidad y agilidad operativa, e incentivos fiscales y parafiscales, a aquellos que deseen invertir en el país.

En el mismo plano jurídico hay que actualizar el Código de Comercio, que pocas modificaciones ha visto desde que fuera promulgado en 1955, y resulta complejo y engorroso a la hora de hacer negocios. Rescatar la engavetada propuesta ley de Zonas Económicas Especiales, puede resultar en una «vía express» para el fomento de inversiones.

Se hace también perentorio, restablecer la mesa de diálogo entre el oficialismo y la oposición con una agenda primariamente económica y social, a ver si los americanos comienzan a laxar las sanciones financieras y el bloqueo comercial, que tanto daño nos hacen.

El anuncio de la salida a bolsa de varias empresas públicas del país es una iniciativa conveniente, ya que el mercado de valores comprende principios de transparencia administrativa, protección al accionista minoritario, adecuado manejo empresarial, y cumplimiento en materia de lavado de capitales y regulaciones, elementos que sin duda brindarían mayor seguridad a los inversionistas.

Debemos tener verticalmente claro, que el mayor potencial de Venezuela es nuestra gente, buena, trabajadora, calificada y dispuesta a hacer cualquier sacrificio por su familia y por el país. Somos nosotros, la gente de a pie, más que el gobierno, los que estamos llamados a incentivar la inversión en Venezuela. Esto no sólo nos beneficia a todos, sino nos hará actores de la recuperación económica del país, ¡nuestra tierra de gracia!

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Venezuela, un mercado pre-emergente 

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OPINIÓN · 22 JULIO, 2022 05:14

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