Una nueva ronda de negociación se ha iniciado en México para abordar la particular situación de Venezuela. Un acuerdo social suscrito por las partes va a permitir reabrir el juego financiero para atender la difícil complejidad social del país. En medio de la desconfianza precedente y las aristas que han envuelto las posiciones en torno al conflicto, es un paso importante pero que ha llamado la atención por la forma en que se ha dado.
Hace apenas unos meses atrás, el escenario geopolítico global ha venido cambiando. La guerra en Ucrania destapó las debilidades de Occidente y particularmente, de Europa, en materia energética. Esto ha dado pie a que rápidamente, las agencias diplomáticas y los propios presidentes se movieran en función de atender ese nuevo cuadro de complicaciones que un conflicto bélico y una recomposición del ajedrez internacional, requiere con inmediatez.
Venezuela se puso entonces, de nuevo, en el centro del interés global. Nuestro país, cuyo conflicto político interno se había convertido en un verdadero dolor de cabeza para las naciones vecinas y más allá, especialmente por el tema migratorio desbordado, reapareció con fuerza para buscar “fórmulas conciliatorias” que impulsaran una “solución” política a pesar del cansancio global por la falta de acuerdos.
Ahora, a diferencia de procesos anteriores, hay negociaciones abiertas y muy formales pero a la par, y desde hace meses, tras bastidores, se ha dado una presencia activa y directa del gobierno de los Estados Unidos que ha redundado en resultados concretos. Primeramente en temas económicos asociados al petróleo venezolano y con la liberación de los sobrinos de la familia presidencial venezolana. El acuerdo recién suscrito en México es resultante de este proceso previo que rompe con el esquema anterior de construir una solución total sin pasar por etapas previas.
Este marco de negociación apunta directamente a 2023, 2024 y 2025. Estos años pueden ser cruciales en la búsqueda de acuerdos políticos posteriores a los económicos. Son años donde se puede repolitizar el país y rearticular las fuerzas internas. La representación de Nicolás Maduro concentrará su puja en el levantamiento de las sanciones tanto individualizadas a miembros de su gobierno como las que impactan los ingresos fiscales del Estado venezolano. La contraparte, buscará garantías para elecciones más competitivas y la reinstitucionalización; amén de fortalecer la industria petrolera local para atender los desafíos geopolíticos de las restricciones del petróleo ruso.
Hemos visto que aún las posiciones siguen siendo públicamente extremas, nada fáciles. Pero van avanzando con una rapidez sorprendente. Aunque existe todavía mucho fuego cruzado en ejercicios pirotécnicos narrativos, los resortes secretos parecieran estar labrando un camino inédito para el caso venezolano.
El país, mientras tanto, se ha cansado de esperar. La gente se ha dedicado a sobrevivir, a resolver su vida, a emprender en medio de las dificultades. Su disociación con el país político es increíble pero comprensible. Hay una apuesta ampliamente mayoritaria, según indican los sondeos, en favor de una salida negociada, pero ahora cargada de mucho escepticismo. Se espera que la geopolítica global, al fin, pueda tener capacidad de “desenredar” las cosas en Venezuela, en lugar de poner de nuevo, “el caldo morado”.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Una nueva ronda de negociación se ha iniciado en México para abordar la particular situación de Venezuela. Un acuerdo social suscrito por las partes va a permitir reabrir el juego financiero para atender la difícil complejidad social del país. En medio de la desconfianza precedente y las aristas que han envuelto las posiciones en torno al conflicto, es un paso importante pero que ha llamado la atención por la forma en que se ha dado.
Hace apenas unos meses atrás, el escenario geopolítico global ha venido cambiando. La guerra en Ucrania destapó las debilidades de Occidente y particularmente, de Europa, en materia energética. Esto ha dado pie a que rápidamente, las agencias diplomáticas y los propios presidentes se movieran en función de atender ese nuevo cuadro de complicaciones que un conflicto bélico y una recomposición del ajedrez internacional, requiere con inmediatez.
Venezuela se puso entonces, de nuevo, en el centro del interés global. Nuestro país, cuyo conflicto político interno se había convertido en un verdadero dolor de cabeza para las naciones vecinas y más allá, especialmente por el tema migratorio desbordado, reapareció con fuerza para buscar “fórmulas conciliatorias” que impulsaran una “solución” política a pesar del cansancio global por la falta de acuerdos.
Ahora, a diferencia de procesos anteriores, hay negociaciones abiertas y muy formales pero a la par, y desde hace meses, tras bastidores, se ha dado una presencia activa y directa del gobierno de los Estados Unidos que ha redundado en resultados concretos. Primeramente en temas económicos asociados al petróleo venezolano y con la liberación de los sobrinos de la familia presidencial venezolana. El acuerdo recién suscrito en México es resultante de este proceso previo que rompe con el esquema anterior de construir una solución total sin pasar por etapas previas.
Este marco de negociación apunta directamente a 2023, 2024 y 2025. Estos años pueden ser cruciales en la búsqueda de acuerdos políticos posteriores a los económicos. Son años donde se puede repolitizar el país y rearticular las fuerzas internas. La representación de Nicolás Maduro concentrará su puja en el levantamiento de las sanciones tanto individualizadas a miembros de su gobierno como las que impactan los ingresos fiscales del Estado venezolano. La contraparte, buscará garantías para elecciones más competitivas y la reinstitucionalización; amén de fortalecer la industria petrolera local para atender los desafíos geopolíticos de las restricciones del petróleo ruso.
Hemos visto que aún las posiciones siguen siendo públicamente extremas, nada fáciles. Pero van avanzando con una rapidez sorprendente. Aunque existe todavía mucho fuego cruzado en ejercicios pirotécnicos narrativos, los resortes secretos parecieran estar labrando un camino inédito para el caso venezolano.
El país, mientras tanto, se ha cansado de esperar. La gente se ha dedicado a sobrevivir, a resolver su vida, a emprender en medio de las dificultades. Su disociación con el país político es increíble pero comprensible. Hay una apuesta ampliamente mayoritaria, según indican los sondeos, en favor de una salida negociada, pero ahora cargada de mucho escepticismo. Se espera que la geopolítica global, al fin, pueda tener capacidad de “desenredar” las cosas en Venezuela, en lugar de poner de nuevo, “el caldo morado”.
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