Migrantes venezolanos refugio El Paso
El refugio Sagrado Corazón cuida a cientos de personas al día Credit: Iván E. Reyes

A diario, la ciudad de El Paso recibe a miles de migrantes. Los venezolanos representan a uno de los mayores grupos que llegan a esta ciudad del estado de Texas. Del lado mexicano está Ciudad Juárez, una localidad que también ha visto cómo se ha convertido en un lugar de tránsito para las personas que quieren alcanzar las tierras del norte. Desde el pasado mes de octubre, han llegado más de 27.000 migrantes venezolanos a El Paso.

En esta ciudad de 700.000 habitantes, hay varios refugios dedicados a atender a los migrantes. La mayoría están relacionados con las iglesias y, en muchos casos, reciben ayuda por parte de los habitantes de la ciudad fronteriza. “Acá la gente es muy receptiva. Estamos acostumbrados a la migración porque estamos hechos de esto”, comentaba un taxista que hace servicios entre El Paso y Ciudad Juárez. 

El Paso es una ciudad donde más del 80% de la población es hispana

También hay voluntarios. Personas que viajan desde otros lugares de Estados Unidos para conocer de primera mano lo que los medios norteamericanos han bautizado como una crisis en la frontera. Colegios y universidades organizan visitas a El Paso para que sus estudiantes puedan ver parte de la realidad que se vive lejos del norte del país. 

Justamente en El Paso, en el mismo día, se encontraron dos familias venezolanas. Ambas viviendo su segunda migración. Primero se fueron a Colombia, buscando un mejor futuro. Pero tras la pandemia, decidieron que lo mejor era tomar rumbo norte. Aunque no se conocían en Colombia, estas dos familias se conocieron y compartieron el mismo espacio en un refugio de la ciudad de El Paso. 

Cómo funciona el refugio dedicado a migrantes en El Paso

El refugio de la Iglesia Sagrado Corazón está ubicado muy cerca del centro de El Paso. En este lugar se atienden a más de 100 migrantes por día. En la mayoría de los casos, las personas buscan un lugar para asearse, comer, tener ropa limpia y dormir bajo techo. Este último es un elemento sumamente importante por estas fechas de marzo, pues las noches de El Paso pueden ser muy frías. 

Las mujeres, los niños y las familias tienen la prioridad en este lugar. Las puertas abren a las 4:00 de la tarde. Uno de los voluntarios proyecta su voz y, en español, dice: mujeres solas, mujeres con niños y hombres con niños pónganse del lado derecho. Hombres solos, del lado izquierdo. Las personas atienden las instrucciones. Mientras tanto, las personas que no están anotadas en la lista del refugio esperan su turno para hacer la fila. 

Los migrantes atienden a las instrucciones de los voluntarios del refugio

“Adentro nos dan comida, nos podemos bañar y también te dan un bolso con ropa. Nos tratan muy bien y es un espacio seguro”, dijo a Efecto Cocuyo Luisa, una migrante colombiana que hacía la fila para ingresar al refugio en la tarde del sábado 9 de marzo. 

Ella y sus familiares clavaron la mirada en la montaña que se ve a lo lejos. En ese terreno, que está del lado mexicano, hay un escrito en piedra que recibe a las personas que llegan a Ciudad Juarez. “La biblia es la verdad. Léela”. 

Este escrito en piedra interrumpe la mirada de cualquiera que observa hacia Ciudad Juárez

Una madre venezolana que toma la iniciativa de cruzar la selva del Darién 

Yusmerly Palma tiene 32 años de edad. Es venezolana, pero hizo su primera migración a Colombia hace varios años. Ella es madre de dos niños. Ambos menores de edad. Antes de aventurarse a cruzar el Darién, Yusmerly volvió a Venezuela por unos meses. Atraída por el comentario de que “Venezuela se arregló”, la criolla tuvo un golpe de realidad muy diferente a lo que esperaba. 

“Volví a Venezuela en junio del año pasado. Duré dos meses, pero la situación estaba muy dura. Así que me regresé a Colombia, pero tampoco había trabajo. Entonces decidí, por mi futuro y por el de mis hijos, salir del país otra vez”, dijo Yusmerly a Efecto Cocuyo. Ella y otras seis personas hicieron el viaje. Primero, pasaron dos días en la selva. Ella, su esposo, sus dos hijos, una hermana y dos sobrinos. Como es el caso de otros migrantes, y por paradójico que pueda ser, Yusmerly considera que atravesar el Darién fue duro, “pero más duro es pasar por México»

Yusmerly y sus familiares durante la mañana del domingo 10 de marzo

“La travesía fue horrible. Duramos dos días en el Darién. Fue fuerte. Pero más fuerte fue México. Tenemos ya más de un mes viajando”, relató Palma. La luz de la mañana le pega en el rostro. Por más que el sol pega directo en El Paso, no calienta realmente. Al menos no en estos días de marzo. Yusmelry tiene que asegurarse de estar abrigada, pero más importante, sus hijos también tienen que estarlo. 

El destino que tomarán es Wichita, Kansas. En este lugar, metido en el corazón de Estados Unidos, hay personas que la están esperando a ella y a sus familiares. Para el momento de la entrevista, Yusmerly todavía esperaba que la Patrulla Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) liberara a su esposo, quien había sido procesado de forma diferenciada. 

“El niño le echó pichón. Pero a mi en el Darién me dio un dolor en las piernas. Pero resistí por los niños. En cambio en México nos tocó caminar mucho. Gracias a dios no tuvimos problemas con carteles ni le tuvimos que pagar a un coyote”, dijo Yusmerly. 

Ella y su familia cruzaron la frontera el pasado jueves 7 de marzo. En la tarde. Pusieron sábanas en los alambres de concertina para no cortarse y poder pasar hacia la zona conocida como la puerta 36. Ella fue liberada en Nuevo México, y tuvo que ponerse de acuerdo con otras personas para pagar un taxi y llegar a El Paso. “Te tratan bien en el refugio, pero te dejan quedarte una sola noche y si sales ya no puedes volver a entrar”, recordó Palma. 

Muchas personas se acercan al refugio para donar comida y ropa a los migrantes

Yusmerly relató que apenas le hicieron algunas preguntas mientras estaba detenida, pero todavía no tiene claro si va a aplicar para asilo político. “Tengo que pensarlo bien, todavía no lo decido”, explicó la venezolana. En la tarde de ese mismo domingo 10 de marzo, su esposo fue liberado y Yusmerly ya podía continuar su camino hacia Wichita. 

La sonrisa de Moisés Flores abrió el camino para sus tres hijos desde Colombia a Estados Unidos

En las afueras del refugio había un hombre que resaltaba sobre los demás. De piel blanca, pero tostada y de pelo oscuro, Moisés vestía un suéter gris de esos que les dan a las personas cuando están en prisión. Estaba rodeado de tres niños y, a pesar de que tenía que estar pendiente de ellos y de sus pertenencias, no dejaba de sonreír y animar a sus compatriotas. 

Moisés y sus hijos tienen a Florida como estado objetivo

Tiene 28 años de edad y el 20 de enero de este año decidió salir de Bogotá rumbo a Estados Unidos. Él y sus tres hijos, todos pequeños. “Duré casi cuatro días en la selva. En Panamá recibimos ayuda por parte de la ONU. El viaje fue rudo, pero lo más duro fue llegar a México”, explicó Moisés a Efecto Cocuyo. 

Eran las 4:22 de la tarde y la fila de personas a a las afueras del refugio avanzaba. Moisés no tenía prisa pues ya esta sería la segunda noche que pasaría en el lugar. “Ya estoy anotado, así que puedo dejar que las personas vayan pasando”, dijo entre sonrisas. Siguió recordando el camino que lo llevó del sur al norte. “En México tienes que viajar con migración. De lo contrario te pueden agarrar los carteles. Ellos te pueden robar y hacer daño. Por eso preferí esperar y avanzar con paciencia”, afirmó el padre venezolano. 

Moisés asegura que se encontró a más de dos mil venezolanos. Pero también conoció gente de otros países. Muchos le ayudaron al verlo con los tres niños. Ellos tienen 7, 5 y 3 años de edad. “Ellos aguantaron y lo lograron. La promesa es que puedan conocer Disney y tener un mejor futuro”, dijo Moisés. El destino de esta familia es Florida. Flores aseguró que no quiere ir a Nueva York porque no quiere vivir de ayudas públicas.

Los migrantes que ingresan al refugio para pasar la noche pueden descansar y sentirse seguros

Uno de sus niños le tomó de la mano y le dijo “papá, que ya entran los hombres con niños”. Moisés caminó y entró al refugio para pasar otra noche a salvo. 

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