Omar Rodríguez, el músico de quienes no pueden quedarse en casa

El saxofonista mantiene a su familia con el dinero que recolecta entre quienes lo escuchan tocar por las calles de Caracas durante la cuarentena

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Omar recorre las calles y urbanizaciones de Caracas para ganarse la vida acompañado de su saxofón. Foto: Cortesía

Si usted se ha visto obligado a seguir trabajando a pesar del confinamiento o ha tenido que hacer uso del transporte público en los últimos meses, seguramente ha visto al protagonista de este relato deambulando por las calles vacías de Caracas con su instrumento a cuestas. 

Es un hombre moreno, de contextura delgada y pómulos prominentes. Las manos de dedos largos fueron hechas para recorrer las curvas del saxofón. Donde antes se escuchaban cornetas, pregones de vendedores y el rugido de los mototaxis, ahora reina el rumor de los eventuales carros, aderezado con las notas que salen del saxofón de Omar Rodríguez.

Tiene 25 años, dos niñas pequeñas y una esposa a la que debe mantener. Antes de que en Venezuela nos preocupáramos por la amenaza del COVID-19 al frágil sistema sanitario, Omar tocaba contratado en restaurantes y negocios del municipio Chacao.

También lo hacía en la calle. En su cuenta de Instagram @omarrodriguez933 publica videos de él tocando éxitos de merengue en su instrumento. Se le detalla a la salida del Centro San Ignacio, en el Metro de Caracas, incluso en Galipán. 

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Ahora continúa haciéndolo, solo que los riesgos son otros. Los toques nocturnos tendrán que esperar hasta que el gobierno permita la apertura de restaurantes con su acostumbrado aforo, o a que el público pierda de nuevo el miedo a la calle, a la nocturnidad.

Omar sale a la calle porque no puede esperar a que eso pase. Sale todos los días a las 9:00 am de su casa en Nuevo Horizonte para recorrer Caracas con su instrumento, interpretando música a cambio de la solidaridad de los transeúntes. A las 3:00 pm es el regreso para compartir con su familia.

Algunas veces su esposa lo acompaña para grabarlo en video y subirlo a las redes sociales. Otras, va solo. En un bien día puede hacer hasta 35 dólares; en uno malo consigue al menos $5. El dinero diario es clave para comprar comida y mantener a la familia. Si él no sale, no hay manera de hacerlo. No hay otra opción.

También camina buscando las zonas residenciales, donde ha sido bien recibido. Lejos de verlo como una amenaza, quienes lo escuchan suelen aplaudir al escucharlo. No falta tampoco quien le agradezca por alegrar el encierro con sus melodías. Con su saxofón ha logrado conmover incluso a agentes policiales, quienes solo le piden que se cuide.

Es accesible. Cuenta su historia a todo aquel que se muestra solidario y le hace algunas preguntas. Se mantiene humilde y persistente ante la dificultad que implica tocar música para un público que ha vaciado las calles. 

La mejor manera de brindarle apoyo a Omar (y a quienes, como él, salen a buscar sustento en medio de la pandemia) es pagar su esfuerzo, su talento. Si no se dispone de dinero, se puede en cambio replicar su historia. En una semana es Día del Padre y, si todo sale bien, Omar podrá hacer una excepción y cumplir con la cuarentena.

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