Caracas.- Pasillos vacíos, aulas llenas, oficinas cerradas y cola en los cafetines. El contraste fue la norma en las universidades autónomas y experimentales de Caracas en el segundo día de paro de 48 horas, convocado por gremios y sindicatos del sector universitario en solidaridad con trabajadores del magisterio, quienes desde el pasado lunes promovieron actividades con las que buscar escalar el conflicto gremial contra los bajos sueldos y la progresiva desmejora laboral.
“Los paros ya no sirven para nada, la universidad está semiparalizada todos los días, sin que eso cambie nada", esgrime Sergio Villegas, estudiante del último año de Derecho en la Universidad Central de Venezuela, minutos antes de entrar a su clase, poco después de las 8:45 am de este miércoles, 23 de octubre.
En el salón sus compañeros aguardan la llegada del profesor, quien tras 5 minutos se incorpora. Todos coindicen, tácitamente, en que la fórmula de suspensión de actividades, planteada como mecanismo de protesta, solo afecta al estudiantado. Muchos, como en el caso de Villegas, cursante del curso intensivo, también conocido como de verano, esperan culminar en tres semanas la carga académica, con la aprobación de la última materia pendiente en el pensum. Perder uno o dos días de clase, podría representar la pérdida del periodo, es decir, un año y alejaría más la posibilidad de una pronta graduación.
El debate sobre la pertinencia y eficacia de la interrupción del calendario académico y administrativo apenas dura cinco minutos en aquella clase de Derecho Procesal Penal. Los presentes esquivan la polémica para “aprovechar el tiempo", justifican casi al unísono. En los pasillos contiguos, que comunican a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas con la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, la normalidad es intermitente. Se percibe poca afluencia de estudiantes. No obstante, en los kioscos de venta de comida y de fotocopias hay colas.
Pasadas las 10:15 am, una vez agotados los temas de la cátedra, Villegas se encuentra con bachilleres de otras Escuelas. La discusión sobre el acatamiento del paro se turna con la de un reciente ataque del que fue objeto uno de los accesos a la Escuela de Derecho. El pasado domingo un grupo no identificado quemó una de las puertas laterales y dejé unas pintas con la inscripción “¡Elecciones ya!", en referencia al proceso para renovar autoridades rectorales de la UCV, ordenado por el Tribunal Supremo de Justicia en agosto y que fue asumido como una afrenta por buena parte de la comunidad universitaria.
El llamado paro casi no existe para los estudiantes y hasta un grupo de trabajadores. “No sabía que había paro, yo he visto clases de forma habitual, solo algunas bibliotecas y oficinas administrativas están cerradas", afirma sorprendida Scarlet Sifontes, estudiante de segundo semestre de Trabajo Social, una de las carreras que desde inicios de octubre reanudó sus actividades regulares.
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Cerca del mediodía la paralización se vive casi de forma similar en la Universidad Simón Bolívar. “Aquí no hay paro", reitera repetidamente Rafael Silva, un empleado de seguridad de la casa de estudios, localizada en la urbanización Sartenejas, municipio Baruta al sureste de Caracas. El vigilante añade que algunas de las aulas están vacías por la disminución de la matrícula. Cada vez desertan más estudiantes y en los niveles más bajos. Además de algunos salones, los comedores están vacíos porque desde marzo no reciben insumos para mantener la operatividad. “Pero eso tiene tiempo así, no por el paro", sostiene.
El ambiente en la universidad, especializada en carreras del ámbito de las ciencia y tecnología, transcurre en una clama y silencio apenas interrumpido por el vuelo de las aves que surcan el cielo de las instalaciones, enclavadas en un valle que otrora era destinado a la producción de café. Las largas colas en las paradas de autobús son otro signo no del paro, sino de la dilatada y profunda crisis presupuestaria que, a juicio de Mariela Azzato, vicerrectora administrativa de la USB, ha inducido a una “desinversión programada", situación que ha incidido en el deterioro de la planta física y de las áreas verdes.
“Apoyamos el reclamo y las causas profundas que lo justifican. Sin embargo, perder un día de clases en las circunstancias de un déficit presupuestario tan prolongado es dejar de aprovechar un día de vida útil de estas unidades que fueron rehabilitadas gracias a donativos de egresados y particulares", detalla al ser cuestionada sobre las razones que llevaron a que la suspensión de actividades no fuera acatada en esa institución.
A más de 20 kilómetros, en el oeste de la ciudad el escenario es totalmente distinto. En el Instituto Pedagógico de Caracas (IPC) el paro se cumplió cabalmente desde las primeras horas del día en todos los departamentos. Trabajadores administrativos, técnicos, personal docente, directivo y obrero no solo acataron la interrupción de labores, en un gesto de solidaridad, marcharon junto a docentes de educación primaria y secundaria desde Parque Carabobo, en el centro de la ciudad, hasta sede rectoral del IPC.
“Somos maestros, no somos delincuentes", fue la consigna que sintetizó el reclamo de los manifestantes en los casi 5 kilómetros de caminata, en los que debieron superar dos piquetes de una treintena de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, quienes con equipos antimotines intentaron impedir la marcha.
Dentro del IPC el silencio lo era todo. Con aulas y dependencias administrativas completamente vacías fueron recibidos los asistentes a la manifestación. El grito de los presentes apostados a las afueras de la institución, en la que se forman maestros y profesores, producía eco dentro de los salones. Al final de la tarde el paro llegó a su fin, pero el reclamo continúa.
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