La presencia de familias indígenas en situación de calles se acentúa en las márgenes de las ciudades y avenidas en calidad de indigencia. El malecón paseo Manamo de Tucupita es uno de los lugares públicos que se ha convertido en alojamiento para los waraos procedentes de los caños de los municipios Tucupita y Pedernales que, se instalan y pernoctan en la intemperie bajo las lluvias y todas las condiciones precarias e insalubres en el lugar.
Pedro Gil, es uno de los representantes del grupo, se hace llamar cacique; en su testimonio señala el motivo de su movilización hasta la ciudad “en nuestra comunidad no tenemos nada de comida, hay hambre, los niños y adultos mueren de hambre”, sostiene Gil al relatar la situación de abandono y ausencia de asistencia por parte del Estado venezolano, a su juicio, responsable de garantizar el bienestar de las comunidades waraos.
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“No tenemos escuela ni tampoco dispensario, no remedio y las enfermedades atacan; el río está desbordado y con eso, la situación para encontrar la comida es muy difícil”, continúa Pedro Gil quien es uno de los líderes del grupo que acampa en la orilla del paseo Manamo de Tucupita.
Sin embargo, Tucupita no es la única ciudad que alberga a las familias waraos en su desplazamiento desde sus comunidades originarias; se ha comprobado que los estados Monagas y Bolívar también son receptores de familias waraos que se movilizan hasta las ciudades; para luego, trazar horizontes más lejanos como las fronteras de Venezuela con Brasil, Trinidad y la República de Guyana.
Las familias waraos asentadas recientemente en el paseo Manamo de Tucupita provienen de las comunidades de Mariusa y Lagunita de Mariusa, poblados indígenas localizados en el municipio Tucupita con alto índice de desnutrición, ausencia de servicios básicos como el agua potable y transporte fluvial que les permitan realizar sus actividades tradicionales de pesca y agricultura.
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