Zulianos cambian el queso por pellejos y salchichas

El Observatorio Venezolano de la Salud está preocupado por el consumo de alimentos sin valor nutricional, que pone en riesgo la salud y en la capital del estado 8 de cada 10 hogares se quedaron sin alimentos en los últimos tres meses

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En hogares en el estado Zulia, los pellejos resuelven el almuerzo. Foto Edwin Urdaneta

Por: Sheyla Urdaneta y Edwin Urdaneta

Maracaibo.- Arroz con verduras, plátanos fritos con sal, yuca con nata, pellejos, recetas con «manguera», como se le dice a las salchichas, lentejas y frijoles se han convertido en el menú diario de miles de familias en el estado Zulia, cuyos ingresos se pulverizan con la inflación en Venezuela e impiden a las familias adquirir carne, pollo o queso.

En Maracaibo, un estudio de la Comisión para los Derechos Humanos en el estado Zulia (Codhez) asegura que se quedaron sin alimentos en los últimos tres meses.

Y eso pasa en la casa de Dixon Chávez, en el municipio Colón. Ante la crisis, comen pellejos, es decir, la grasa que descartan en las carnicerías.

«Llevamos tiempo comiéndolo. No nos ha caído mal«, cuenta el vigilante de una empresa privada en Santa Bárbara de Zulia. En su hogar comen este plato dos veces por semana para estirar el dinero destinado a la alimentación. “Cada vez el dinero rinde menos", lamenta.

En su casa viven seis personas, entre ellos dos niños. Dice que acuden a las carnicerías donde suelen botar los «cueros».

Las rebanadas de grasa las calientan. Se sofríen y doran con el mismo aceite que botan de su interior. Dixon afirma que comen sopas y granos, pues sus ingresos no les permiten comer carne de res o queso todos los días.

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Por eso sustituyen el producto que no faltaba en una mesa en Zulia: el queso. Ahora optan por los pellejos y por la “manguera", que son las salchichas largas que miden hasta 30 centímetros y traen desde Colombia.

En Maracaibo, la tradicional comida en los sectores populares son las recetas con manguera. Son embutidos en forma de salchicha alargada que las familias adquieren para sustituir la proteína animal.

Con arroz, con pasta o con huevos revueltos se han convertido en el «salado», por su bajo costo. «Con una manguera se resuelve un almuerzo. Aquí, muchas familias comen eso porque no es posible comprar otro producto. Los más pobres compran varias. Las traen desde Colombia», contó Nélica Rodríguez, quien trabaja en una empresa privada al oeste de la ciudad.

En las distintas regiones de Zulia la inventiva se ha puesto a prueba en los hogares, pero también el riesgo de padecer algún desorden o complicación de salud va en aumento.

Lo que se come y lo que no

En Maracaibo, en 82,9 % de los hogares los adultos no tienen una alimentación saludable y el 61,2 % apuntó que los niños no comieron o sintieron hambre, porque las cantidades de comida fueron mínimas.

La mayoría asegura que no desayuna ni cena. Otros afirman que almuerzan arroz solo o pasta sola. También consumen, en ocasiones, granos. Pollo casi nunca y carne, una vez al mes en pequeñas cantidades.

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Nutricionistas están alarmados

Pablo Hernández es nutricionista y miembro del Observatorio Venezolano de Salud (OVS). Afirmó que a los venezolanos se les está violentando el derecho fundamental a la alimentación. «No solo se trata de que puedan suplir una necesidad básica, sino de que los consumidores lo hagan en condiciones que no atenten contra su calidad de vida«.

Asegura que por la crisis económica, las familias cambiaron sus menús para alargar el presupuesto, en medio de dificultades para comer de manera saludable.

Insiste que por desconocimiento y la imposibilidad de acceder a ingredientes para elaborar platos con calidad proteica, la salud de la ciudadanía se ve afectada.

Dice Hernández que desde 2015, el Estado, representado por el Instituto Nacional de Nutrición (INN), no publica estadísticas relacionadas con los valores nutricionales de la dieta del venezolano ni las características de lo que consume o debería ingerir, mucho menos por edades.

«Hasta hace tres años, el plato del venezolano solía incluir hasta la mitad de proteína animal. Esto ha desaparecido o se consume en porciones más reducidas. La práctica ha hecho que las personas disminuyan peso de manera notoria».

«Hoy se come más carne molida con salsas y verduras porque es rendidora. El pollo se tritura para hacerlo con arroz y así cada vez notamos que estas porciones son alargadas hasta donde alcance», comenta.

Lo más preocupante para el experto, profesor de la Universidad Central de Venezuela, es que las familias han accedido a comer hasta pellejos, los cuales contienen grasas saturadas e inciden en el padecimiento de enfermedades cardiovasculares.

El detonante, según Hernández, es que las personas que han perdido peso significativamente consumen grasas sin control. «Este lípido es dañino para las funciones del organismo».

Este comportamiento, de acuerdo con el especialista, que ha detectado el OVS y la Fundación Bengoa, se denomina sustitución. Los otros dos cambios son la eliminación de la carne, así como la incorporación de una mayor cantidad de granos.

Las salchichas o mangueras son comunes en Maracaibo y municipios cercanos a Colombia. Foto Edwin Urdaneta

Le preocupa la conducta de aquellos más vulnerables que hurgan entre los botes de basura para mitigar el hambre. Lo califica como una reacción primitiva de satisfacer el hambre con productos contaminados, sin medir racionalmente el impacto de dicho acto.

El profesional de la nutrición opina que los reconocimientos que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) otorgó a Venezuela en 2013, por sus programas para reducir el hambre, han quedado sin efecto, porque con el contexto de la crisis nacional la realidad del consumidor es otra.

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Apuntó que el difícil acceso a la leche es otro factor que incidirá en una baja de calcio, lo cual es perjudicial para el sistema óseo. «Los ciudadanos no consumen ni 600 miligramos de lácteos diarios, otros ni siquiera pueden adquirirlo».

Sobre el consumo de embutidos, las denominadas salchichas alargadas o “mangueras", advierte que estos productos son hechos con pellejos y restos de animales destinados al sacrificio, aunque su composición es a base de almidones. «Muchas veces, no tienen una etiqueta del contenido nutricional".

Sugiere que la población debe educarse antes de acceder a productos que, más allá de saciar el hambre a costa del ahorro en la adquisición, devenga en quebrantos a los sistemas digestivo o circulatorio, además de tomar en cuenta el carente tratamiento al agua potable, que se convierte en factor de incidencia a otras patologías.

El derecho a comer con dignidad es un lujo en la situación económica de Venezuela. Lo que se hace en este momento en Zulia, por ejemplo, es una práctica riesgosa sin que el Estado ejerza controles.

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