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martes, 6 febrero, 2024

María Corina Machado: una candidatura inviable

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Por David Rincón

El pasado 22 de octubre, la oposición venezolana celebró una elección Primaria para escoger a su candidato presidencial de cara a los comicios previstos para 2024. Con una participación de casi 3 millones de votantes, el resultado fue contundente: María Corina Machado, la líder del movimiento Vente Venezuela, obtuvo el 92,35% de los sufragios, superando ampliamente a sus rivales. Sin embargo, esta victoria no es motivo de celebración, sino de preocupación. Machado representa una opción inviable para el futuro de Venezuela, por varias razones.

En primer lugar, Machado está inhabilitada para ejercer funciones públicas por un periodo de 15 años, según confirmó el Tribunal Supremo de Justicia el pasado 26 de enero. Esta medida se basa en el apoyo de Machado a las sanciones de Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro, así como su respaldo a Juan Guaidó, el dirigente opositor que se proclamó presidente interino de Venezuela en 2019, luego de que Maduro iniciara un segundo mandato tras reelegirse en unas votaciones consideradas como fraudulentas por la comunidad internacional.

Machado ha desconocido esta inhabilitación, alegando que nunca se le comunicó formalmente y que se trata de una violación de sus derechos políticos. Sin embargo, su actitud desafiante no hace más que cerrarle las puertas a una posible negociación con el régimen, que ha condicionado la celebración de elecciones libres y transparentes a la participación de todos los actores políticos, incluyendo al propio Maduro.

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En segundo lugar, Machado ha demostrado una falta de coherencia y de visión política, al cambiar radicalmente su postura sobre el voto como mecanismo para enfrentar al régimen. Durante años, Machado se opuso a participar en cualquier proceso electoral, argumentando que era una forma de legitimar la dictadura y que la única salida era la protesta callejera y la presión internacional. Así, Machado promovió manifestaciones que no tenían ningún objetivo claro y que terminaron en violencia y represión, fortaleciendo aún más al régimen y destruyendo cualquier posibilidad de cambio.

Ahora, Machado dice que las elecciones sí son buenas, solo porque es ella la que lidera el proceso. ¿Qué garantía hay de que respetaría el resultado si no fuera ella la que ganara? Si nos ceñimos a la historia y a su postura previa, sabríamos que no. Machado ha sido una líder que ha estado en contra de todo proceso de negociación y acuerdos entre la oposición y el régimen, tildando a cualquiera que concibiera a la política como debe ser concebida, basándose en el diálogo y en los consensos como eje fundamental de la política, como un traidor, alacrán o tarifado.

En tercer lugar, Machado representa la rabia, la frustración y la desconexión de los ciudadanos opositores con el liderazgo opositor, por su impericia y falta de capacidad para presentar exitos en su lucha contra el régimen. Esa postura reactiva no le permite representar un liderazgo que cohesione y una bajo una causa común, es un liderazgo que genera rechazo a lo interno de la oposición porque polariza y no genera consensos a lo interno del liderazgo opositor, que, aunque han cometido errores, han liderado diferentes procesos en los años de lucha democrática.

Enfrentar radicalmente al régimen no puede ser la única carta de presentación de un liderazgo que debe promover la unión entre los venezolano, Machado y su postura confrontacional solo ha logrado alejarla de las demandas y las necesidades de la mayoría de los venezolanos, que sufren las consecuencias de la crisis económica, social y humanitaria que vive el país, estas necesidades deben comprenderse y sentirse más allá de un discurso sin contenido.

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Machado ha apostado por un discurso mesiánico y personalista, que no ofrece propuestas concretas ni viables para resolver los problemas de la gente, sino que se basa nuevamente en eslóganes vacíos y retóricos, que cambian según la conveniencia. Así, pasamos del gobierno de transición con el famoso “cese de la usurpación, Gobierno de transición y elecciones libres" a “hasta el final", que comparten una misma característica: están vacíos de contenido, viciados de personalismos y faltos de estrategia.

Esperar que la comunidad internacional abogue por elecciones libres donde sea respetada la voluntad popular y se garantice el libre ejercicio político a quien ya tiene una inhabilitación en curso, suena más a un canto de sirena que a una efectiva acción política que desencadene el cambio que tanto anhelan los venezolanos. Ciudadanos que lejos de ser pendejos, saben y se dan cuenta que los bandazos sin destino, sin norte y sin lógica nos han llevado al desasosiego y la desconexión en un país donde la gente ha puesto el pecho a las balas, ha tragado lacrimógenas, ha luchado hasta el cansancio y ha tenido que emigrar sin atisbo de esperanza.

No se puede seguir caminando sin estrategia, sin norte y sin lógica política. Insistir en abanderar a una candidata que no puede correr, es jugar nuevamente con la esperanza ciudadana, esperanza que se ha mancillado durante más de dos décadas y que ha dejado como resultado una impavidez y hastío impropio de los venezolanos que históricamente han sido guerreros y se han forjado sus propias libertades, pero siempre les ha guiado liderazgos serios y responsables.

Venezuela necesita una oposición unida, coherente y democrática, que ofrezca una alternativa real y creíble al régimen de Maduro, que sepa negociar y pactar con los distintos sectores de la sociedad, que tenga una visión de país plural y que se comprometa con la reconstrucción de las instituciones y el Estado de derecho.

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