Recientemente hemos realizado varios debates con relación a la dolarización, el petro y el salario. Han surgido varios asuntos de manera reiterada que reflejan las principales interrogantes que nos hacemos respecto a los aspectos económicos que estos temas representan. Acerca de su origen, de sus efectos y la posibilidad de su superación. Interesantes cuestiones que atienden un problema lleno de vericuetos a momentos incomprendidos por la gente y por quienes dicen ser expertos en la materia.
Hemos insistido en afirmar que la dolarización que ha sufrido la economía venezolana se inicia tiempo atrás. 1983 marca un hito. El “Viernes Negro". Un proceso que es el resultado, en última instancia, de la inserción del país en una división internacional del trabajo que lo condena a especializarse en la producción de materia energética y una que otra materia prima y a comprar lo demás. Esa es la tendencia que atrofia y adapta el aparato productivo a las demandas de la oligarquía financiera y el imperialismo dominante.
Este proceso alcanza su máxima expresión con la hiperinflación desatada por la política económica del chavismo. Razón tenía David Ricardo cuando afirmaba que: “…no es necesario que el papel moneda sea pagadero en especie para asegurar su valor; todo lo que se necesita es que su cantidad sea regulada de acuerdo con el valor del metal adoptado como patrón". Si no se cumple con este precepto, se dispara la inflación. En correspondencia, si la proporción entre el papel moneda y la riqueza que representa se hace desmesurada, se produce la hiperinflación.
Ya no solamente se trata de la equivalencia, condición fundamental de todo signo monetario, también la pérdida de ser factor de atesoramiento. Para la capitalización. Unidad de cuenta. Pierde las condiciones del dinero. Luego, el dólar copa la escena. Fluye una masa de divisas que sobrepasa el poder adquisitivo del circulante de bolívares. Se completa el proceso de manera natural y el chavismo la aprovecha al punto de que hasta la recaudación la dolariza. Se aprovecha del dólar, del euro, del petro. Pero el salario de los trabajadores públicos se mantiene en el más criminal nivel.
Salir de la dolarización o anclarse en ella
Ahora bien, ¿se trata de un proceso irreversible? ¡No! Es fácilmente reversible. La tendencia puede ser cosa del pasado.
Es dominante la tendencia a la dolarización mientras prevalezcan condiciones de dependencia del interés del capital oligárquico. Ello impide que el dinero nativo, el signo monetario del país en cuestión, no exprese el valor real de lo que se produce. Déficit fiscal crónico. Reducción de la capacidad recaudadora por el imperio de acuerdos de eliminación del doble tributo. Freno al desarrollo de las fuerzas productivas. Relaciones de intercambio liberalizadas, lo que pone a competir la producción interna con mercancías más baratas y de más calidad, provenientes de los países más desarrollados.
A la inversa, proteger la producción nacional; elevar la productividad del trabajo liberando las fuerzas productivas hoy frenadas en extremo; elevar el salario de los trabajadores, es el camino correcto. Lo que permitirá un desarrollo tal que, rescatando el signo monetario que se corresponda con la riqueza producida, sirva como equivalente y, sobre todo, para la capitalización y con ello, el desarrollo nacional.
El dinero es una mercancía. Es el resultado de un proceso de trabajo. De allí que el oro es dinero por antonomasia. Un proceso milenario que poco ha sido transformado con todo y los desarrollos científico-tecnológicos. Es relativamente sencillo determinar el costo de producción del oro. Para ser equivalente del resto de mercancías debe cumplir con esta condición. Debe ser mercancía con capacidad de convertirse en equivalente del resto de mercancías. En la modernidad resulta el mismo argumento para explicarnos la consolidación del bitcoin y en general de las criptomonedas.
De allí provienen las funciones del dinero. Ante todo para el intercambio, haciendo equivalentes distintos valores de uso. De allí también se convierte en capital. Sirve para atesorar. Al ser una mercancía que expresa el justo valor de las demás, puede ser dinero mundial.
Sin embargo, las naciones y países cuentan con composiciones diversas de capital. Esto es, es diversa la proporción del capital variable en relación con el capital total. Unos son más productivos que otros. En unos países el tiempo de trabajo para producir una mercancía es menor que en otros, con mayor calidad. Menor precio, mayor calidad. De allí que el dinero mundial permite que en un país se puedan adquirir más bienes que en otros con la misma cantidad de dinero.
Lo que explica, y es un buen ejemplo, que China, con el uso del dólar, tenga más poder adquisitivo que Estados Unidos. De allí que el producto interior bruto (PIB) de China es más elevado que el estadounidense medido en poder adquisitivo. EE. UU. supera a China en PIB nominal. Pero pierde la primacía en el PIB(PPA). Esto es, a valores de paridad de poder adquisitivo (PPA) China supera de largo a EE. UU. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), China cuenta la primacía en PIB(PPA) con más de 27 billones de dólares. Secunda la Unión Europea con 22. Sigue en el tercer lugar Estados Unidos con 21.
La máxima ganancia se encuentra donde está el menor salario y la misma tecnología. La máxima ganancia desplaza los capitales. Es lo que explica que, en su oportunidad, inmensas masas de capitales fueron a China. Elevaron la composición de capitales con obreros baratos. Luego, la competitividad china le permite producir más en menos tiempo y más barato. Más cuando ya pasó el período en el cual competían por precio. Ahora compiten en precio y calidad.
Mientras, según el FMI, EE. UU. cuenta con la primacía en el PIB nominal con poco más de 21 billones de dólares. Le sigue la Unión Europea con 18.7 billones. Luego China con 14.2.
Algo de eso sucede en Venezuela a propósito de la pérdida del poder adquisitivo del dólar. Se suma a esto, la especulación que se dispara en una economía que goza del mayor de los liberalismos. De allí que es un despropósito eso de que circulen varias monedas en una misma economía. De lo que se trata es de implantar un signo monetario que cumpla sus funciones, sobre todo en función de la capitalización y el desarrollo.
Estos asuntos comienzan a ser comprendidos y asumidos por muchos. Ya resulta más sencillo entenderlo. Muchos de quienes se han aferrado a los dictados liberales, vienen expresando cuestiones más racionales, aunque no hayan abordado la cosa desde el punto de vista científico. Una de las cuestiones que vienen facilitando el debate es que hace aguas la religión neoliberal.
Somos de la idea de que el mundo contemporáneo está viviendo una transición epocal. Varias décadas de neoliberalismo, globalización y posmodernismo, parecen dar paso a nuevas formas de pensamiento filosófico, económico y político. Son nuevas las circunstancias que vive el capitalismo. Debe recomponerse. Eso ha permitido que haya un tanto más libertad para cuestionar los dogmas. También para hacer valer el pensamiento científico en economía.
Vale el momento también, en medio del debate de los asalariados, para levantar una propuesta autónoma de los trabajadores, que contemple, tanto las perspectivas del país, como las reivindicaciones de quienes además de crear la riqueza, garantizan la reproducción de las condiciones materiales del funcionamiento social y de las instituciones jurídico-políticas y culturales. Es mucho lo que se ha dicho acerca de las necesidades de los dueños del capital y muy poco de las demandas de los trabajadores. La dolarización, que parece mejorar las condiciones del capital debe tener el mismo efecto en los trabajadores. Mejoras con base en lo contemplado en la constitución: un salario mínimo acorde con la canasta básica, no más, en principio. Mucho menos algo por debajo.
Carlos Hermoso es economista y doctor en ciencias sociales, profesor asociado de la Universidad Central de Venezuela. Dirigente político. @HermosoCarlosD
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