¿Qué está pasando en Bolivia?

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El presidente de Bolivia, Evo Morales, en una comparecencia ante los medios en La Paz tras dos días de protestas en el país por la sospecha de un fraude electoral a su favor. Foto: Martin Alipaz/EFE

Este último mes ha sido de reacciones inesperadas en América Latina, algunos creen que se debe a las quejas populares contra los gobiernos neoliberales y otros a la mano negra del Foro de Sao Paulo. La verdad es que ambas visiones son simplistas y normalmente son explicaciones para los que no conocen de esta materia.

Habría que empezar aclarando que las protestas y situaciones críticas han ocurrido tanto en países con gobiernos de derecha como Argentina, Chile o Perú, como en países gobernados por la izquierda como Ecuador y Bolivia, en un caso más difícil y sensible en México. Así que aglutinar todos los casos como consecuencia de un plan internacional resulta más que torpe. La verdad es que si nos viéramos obligados a ponerle un nombre a este último mes sería: «los días del pueblo» porque el único y más importante elemento en común ha sido el hartazgo de la ciudadanía común en revivir los mismos episodios políticos: elección de un cambio, promesas olvidadas, corrupción y elección de un cambio, otra vez.

En Bolivia el descaro político de Evo Morales y su partido ha llevado al punto de contagiar de ilegitimidad a las instituciones del Estado. En La Paz no solo se debate la irregularidad electoral sino la desfachatez de haber consultado al pueblo en el 2016 en un referéndum sobre reelección y después haber ignorado groseramente su respuesta, usando al poder judicial para lograr su objetivo personal y político de ser cacique de Bolivia.

Ya las manifestaciones también llegaron al altiplano boliviano, esta vez porque el más alto órgano electoral de ese país ha decidido burlar la democracia. En las elecciones celebradas el pasado 20 de octubre la diferencia entre el candidato sempiterno Evo Morales y su más grande rival político el expresidente Carlos Mesa era mínima, menos del 10% de los votos y ninguno se perfilaba como presidente en una sola vuelta, aunque Evo se acercaba más a la meta del 50% necesario.

Justo cuando la contienda arreciaba en el conteo de votos, el tribunal electoral decide dejar de transmitirlos en vivo, ante las dudas y la incredulidad generada por esto las acusaciones de fraude empezaron a surgir. 24 horas después llegan unos resultados que fueron la gota que rebozó el vaso, aparentemente Evo gana en primera vuelta por contar con más del 40% de los votos y superar por más de 10% a su rival más cercano. El único problema es que ni los bolivianos, ni los observadores, ni la comunidad internacional se creyeron este milagro electoral.

En Bolivia ni siquiera se debate sobre el cambio de paradigma pues ambos candidatos son de izquierda, lo que se debate es la desfachatez y corrupción institucional, un tema que afecta a toda la región, que la ciudadanía está cansada de presenciar pero que parece que aún estamos lejos de resolver.

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