¿Un país en resurrección?

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Comunicación en Gotas


Por: María Eugenia Fuenmayor

«No hay nada tan frágil como la vida de un hombre; por lo mismo, toca a la prudencia precaverse para cuando llegue ese término. Muerto yo, ¿qué bien haría a esta república?».

Simón Bolívar.

La realidad dejó de ser importante para dar paso al reino de la posverdad, que según la definición del diccionario de Oxford es una «Situación en la que los hechos objetivos influyen menos que los argumentos que apelan a las emociones o las creencias cuando se trata de definir la opinión pública». En otras palabras, la posverdad refiere a la realidad, pero contada de manera tal que suscita emociones más fuertes que las pudieran derivar de datos ciertos.

Así, en nuestro patio, la posverdad está sirviendo de instrumento para hacer ver que Venezuela está logrando una recuperación real. Pero tal especie, más allá de su propósito meramente de marketing, no pasa la prueba del ácido. Explico el porqué:

El culto a los ídolos militares no es nuevo. Sin ir muy lejos, en nuestro país la sindéresis política siempre ha sido relegada en favor de la admiración ferviente hacia algún militar de renombre, desempolvado desde el pasado. Así, se procura establecer una asociación directa entre la gestión de gobierno y glorias remotas, e imbuirla de la estela mágica que se desprende de figuras todopoderosas; semidioses infalibles que garantizan los mejores augurios y la credibilidad de las mayorías y, consecuentemente, la clarividencia y perfección de las acciones del poder en funciones que los utiliza.

Bajo el régimen de Juan Vicente Gómez, se llegó al extremo de difundir que la (supuesta) coincidencia de las fechas (día y mes) de su muerte y de su nacimiento con las de El Libertador solo era una expresión más de los designios divinos que unen los destinos de dos hombres gloriosos. Más recientemente, son incontables los evidentes excesos, en el último par de décadas, en el intento de algunos por arrogarse las bendiciones de Simón Bolívar, por ejemplo, quien fue el precursor del socialismo venezolano. Tales manipulaciones no son una novedad de estos tiempos.

Ya en 1879, Guzmán Blanco decretó el «bolívar de plata» como moneda de curso legal en Venezuela. Este decreto todavía está vigente… solo que el bolívar ya no es de plata. La profunda devaluación que la moneda ha sufrido, precisamente bajo la conducción de un gobierno que se autodenomina «bolivariano», y que ha hecho que el nombre de Bolívar, esté asociado hoy a uno de los fracasos económicos y sociales más estruendosos de los que el planeta tenga registro. 

A pesar de estos desmanes, la práctica de apropiarse de nombres ilustres de la historia militar y de erigirse como herederos directos de su legado sigue siendo abusada por parte de aquellos cuyo propósito fundamental es la permanencia en el poder. Hoy, los nombres de José Martí, Augusto Sandino, José de San Martín, entre otros, resuenan profusamente junto con nuestros héroes locales en un intento por distraer a Latinoamérica de los exiguos resultados de la gestión de ciertos gobiernos que solo han logrado que la prosperidad sea, apenas, un privilegio de muy pocos.   

Precisamente, ese privilegio, disfrazado de prosperidad, es lo que algunos, interesadamente o ingenuamente, ilustran con la frase «Venezuela se arregló»; frase esta que corresponde a un ejercicio de posverdad opuesto a la realidad real que sufren los siete millones de emigrantes venezolanos, los niños que padecen y mueren por la suspensión de los trasplantes de órganos, desnutrición, el sistema educativo destruido a todo nivel, la devastación física de la infraestructura en general y de la universitaria en particular. Los daños son profundos y transgeneracionales por lo que, más que arreglarse, a Venezuela le hará falta resucitar como país encaminado hacia la verdadera democratización de las oportunidades de progreso, por encima de cualquier pretensión de bienestar virtual, que tanto encantan a los beneficiarios de la posverdad.

Hoy, Domingo de Resurrección, cuando celebramos el regreso de Jesucristo a la vida, hago sentidos votos para que mi país, el nuestro, el de los que están aquí y de los que están fuera, regrese también a la vida y retome la fuerza y el vigor de una nación capaz de ofrecer certitudes para un futuro digno y de civilidad y progreso para todos sus ciudadanos. 

MARÍA EUGENIA FUENMAYOR | @mefcal

Experta en mercadeo, comunicaciones y reputación. Directora ejecutiva de Interalianza Consultores.

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