Madrid.- Los genes pueden determinar que algunas personas desarrollen formas graves de COVID-19. Así, tener sangre tipo A se asocia a un 50 % más de riesgo de necesidad de apoyo respiratorio, mientras que el grupo O confiere un «efecto protector» frente al desarrollo de insuficiencia respiratoria.
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Esos son algunos resultados de un estudio internacional con participación española, el cual señala que la vulnerabilidad de ciertas personas al desarrollo de formas clínicas graves de la enfermedad puede estar influenciada por sus características genéticas.
El estudio, que publica New England Journal of Medicine y ha contado con participación del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER) del Instituto de Salud Carlos III, trata de responder a por qué algunas personas son asintomáticas o presentan cuadros leves, mientras otras desarrollan formas graves de COVID-19.
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«Hemos buscado la respuesta en los genes y hemos encontrado una fuerte asociación entre ciertas variantes genéticas en los cromosomas 3 y 9 y la gravedad de la enfermedad causada por el coronavirus», señalan en una nota del CIBER los directores del estudio.
Variantes en esas dos regiones del genoma humano se asocian, según la investigación, con «un mayor riesgo de desarrollar fallo respiratorio en pacientes con infección por SARS-COV-2».
Una de esas regiones se localiza en el cromosoma 3 y puede afectar a la expresión de genes que favorecerían la entrada del virus, así como la generación de la «tormenta de citoquinas», causada por una reacción excesiva del sistema inmunitario, que acaba atacando al organismo.
Los datos mostraron que «tener el grupo sanguíneo A se asocia con un 50% más de riesgo de necesidad de apoyo respiratorio en caso de infección por el coronavirus. Por el contrario, poseer el grupo sanguíneo O confiere un efecto protector frente al desarrollo de insuficiencia respiratoria (35% menos de riesgo)».
Los equipos recogieron muestras de sangre de 1.610 pacientes con COVID-19, entre ellos españoles, que necesitaban apoyo respiratorio (oxigeno o ventilación mecánica), de las que se extrajo ADN para estudiar casi nueve millones de variantes genéticas, con la participación de expertos genetistas y bioinformáticos.
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