Sainete en cápsulas | Un peligro de guerra que nos involucra

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En los últimos días Irán ha lanzado misiles a bases iraquíes donde están asentados soldados estadounidenses | Foto EFE

Arrancó el año con el resonar de tambores de guerra. Los Estados Unidos no se lo pensó mucho para enviar a su dron inteligente y exterminar, como blanco preciso, al general Qasem Soleimani. Lo hicieron en el aeropuerto de Bagdad. Ese aparato volador, que en estos tiempos lo usa hasta el ciudadano común y que llegó sin ser visto por el blindaje defensivo, tiene al planeta entero con la convicción de estar cercano a una confrontación bélica de enormes magnitudes.

Donald Trump, con su beligerancia agria y a toda prueba, trató de dejarnos un aire de estadista de envergadura y de saber lo que hace. Dijo con una tranquilidad pasmosa: “Tomamos medidas para detener una guerra. No tomamos medidas para comenzar una".

Tal vez sea el momento preciso para aniquilar a Hezbolá y detener su resonancia en nuestro continente. Siempre he dicho que las actuaciones poco cautelosas de los movimientos terroristas iraníes en suelo venezolano no pueden pasar desapercibidas. Los norteamericanos no pueden hacer la vista gorda ante tal peligro hemisférico.

Pero el asesinato del enérgico general iraní no pasará a un olvidó noticioso. Esta nación se lo ha tomado como una afrenta nacional y las represalias se escucharán en el planeta entero. Lo convertirán en un mártir instantáneo, un emblema para la lucha y todas las actuaciones que vendrán. Los manifestantes en las calles de Teherán llevan en su poder la foto del jefe de la fuerza de élite Quds. Será su estandarte emocional y ya vociferan: “¡Muerte a América!"

Son varias las razones de este accionar por parte de la nación más poderosa del mundo contra el líder de esta ala de operaciones exteriores de la Guardia Revolucionaria paramilitar iraní. Lo han señalado de estar planeando futuros ataques contra diplomáticos estadounidenses. También el hecho permite mostrar la capacidad estratégica gringa y que rechazan cualquier acción que les perjudique.

Ante estos sucesos, el presidente iraní no se ha quedado callado. Hasán Rohani ha jurado venganza con una voz implacable. Ha advertido a Estados Unidos que será testigo de las consecuencias: “No solo hoy, sino en los años venideros. No se han dado cuenta del gran error que cometieron".

El Pentágono estará alerta. Sus actuaciones son superlativas en estos casos y los ataques serán continuos. Cualquier milicia iraquí con vínculos con Irán será aniquilada en los próximos días. Se tomó la decisión, tal vez con dientes apretados, para resolver los conflictos con el Oriente Medio de una vez por todas. Existe una coalición internacional para este entramado.  

¿Qué pasará con Venezuela y sus vínculos con estos movimientos iraníes? Las operaciones del Hezbolá en nuestro territorio son innegables. Las relaciones con el Gobierno iraní no solo se han reconocido a viva voz en los últimos 20 años, sino que además se ha dicho con persistencia sobre la explotación de uranio por parte de este en zonas inhóspitas venezolanas para su armamento nuclear.

El juramento de venganza iraní fue publicado a toda página en el mundo. No hay mejor manera de resolver esta afrenta que hacerlo desde el propio continente del enemigo. Se vive el momento exacto para que Irán le cobre los favores y el apoyo al régimen venezolano. A Maduro y sus secuaces les tocará cumplir con la encomienda. Podría ser probable que asienten bases de operaciones. No es previsible cómo se desenvolverán, cautelosos o a sus anchas, en los próximos días.

Pero Washington no escarba en sus planes sobre qué hacer. Cuando actúa militarmente ya tiene todo medido y solventadas las discrepancias internas. Tal vez sea el momento de efectuar varias jugadas y resolver con sentido práctico varios resquemores al mismo tiempo.

Es cierto que siempre las narices gringas están donde se encuentre el aroma poderoso del petróleo. En este caso va más allá. No son resoluciones de estantería; se pone en riesgo mucho, hasta la reelección presidencial. Una guerra les puede servir como fórmula notable para el repunte económico. También podría convertirse en el momento perfecto para entrar a Venezuela, sacar a los terroristas, extinguir la flama revolucionaria y acabar con la tiranía.

Estamos en tiempos sin preámbulos. Los norteamericanos tratarán de acabar con las milicias chiítas. Entre los escenarios diversos, Trump se decidió por cortar a los jefes emblemáticos. Se habló de apelar a la acción ante el peligro desventurado que acarreaba lo contrario. Que este general planeaba liquidar a miles de estadounidenses. Por eso seguirán otros cabecillas y otras maneras de accionar el aparataje bélico.

No será una tercera guerra mundial. Tampoco creo que duren mucho las divergencias, las noticias inquietantes y los fragores de la batalla. Quizá sea el año para resolver todos los conflictos y tener el rostro rasurado para las elecciones norteamericanas. El pueblo venezolano está a la espera de cada acontecimiento repentino y de saber si estamos realmente involucrados en esta nueva agenda, que tiene las soluciones extremas y las opciones que tanto se han hablado.

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