Como cualquiera persona de mediana cultura y centimetraje de lectura sabe, la obra “Fuente Ovejuna” fue escrita por el célebre dramaturgo español Lope de Vega, uno de los más importantes representantes del Siglo de Oro de la literatura española.
La trama se desarrolla en el pequeño pueblo de Fuente Obejuna durante el reinado de los Reyes Católicos. La historia comienza con la llegada del Comendador Fernán Gómez de Guzmán, un tirano que abusa de su poder y oprime a los habitantes del pueblo. Su conducta despótica y las múltiples injusticias que comete, especialmente contra las mujeres, llevan a los aldeanos al límite de su paciencia.
En un acto de desesperación y buscando justicia, los habitantes de Fuente Obejuna deciden unirse y rebelarse contra el Comendador y, en una muestra de solidaridad y valentía colectiva, todos los ciudadanos participan en el asesinato del tirano. Cuando las autoridades reales envían a un juez para investigar el crimen, ninguno de los aldeanos confiesa, y todos responden con la misma frase: “Fuente Obejuna lo hizo”. Esta respuesta unánime simboliza la unión y la resistencia del pueblo frente a la tiranía.
La obra resalta temas universales como la lucha contra la opresión, la justicia social y la fuerza de la comunidad cuando se une por una causa común. “Fuente Ovejuna” no solo es un testimonio del talento literario de Lope de Vega, sino también un reflejo de la capacidad del ser humano para resistir y luchar por sus derechos.
Más tarde alguien hizo rimar la célebre frase, para convertirla en “¡los de Fuenteovejuna, todos a una!”
En los días que precedieron al 23 de enero de 1958 actuamos los venezolanos como guiados por Lope de Vega: todos a una, nos deshicimos del dictador Pérez Jiménez, en una gesta donde, unos más, otros menos, todos nos unimos contra la dictadura del militar tachirense, quien pretendió perpetuarse en el poder, mal aconsejado por Laureano Vallenilla Lanz y otros “enchufados” en el corrupto circuito llamado “Nuevo Ideal Nacional”.
Venezuela no ha vivido desde entonces una gesta como esa; ni siquiera cuando los títeres de Fidel Castro y sus “cabezas calientes” pretendieron implantar otro sistema totalitario, esta vez con tinte rojo, rojito.
Hoy, cuando se necesita que todos los autonombrados dirigentes políticos de oposición actúen “todos a una”, parece que otros oscuros intereses y ambiciones los hacen comportarse como una orquesta con muchos directores y ningún instrumento: ningún sonido sale, excepto los ruidos que hacen sus batutas, al entrechocarse en el estúpido intento de sus esgrimidores por subirse al podio, sordos ante los reclamos del público que espera escuchar marchas y fanfarrias triunfales.
El pueblo venezolano espera escuchar a líderes que convoquen al unísono, cuando se pongan de acuerdo, a otra cosa que inofensivas y simbólicas marchas, para que cesen los alaridos de los torturados, y los lamentos de los migrantes que buscan salir de tal parafernalia, arriesgando sus vidas, al atravesar inhóspitas sendas a través de selvas y desiertos, o navegando en peligrosas aguas.
¿Llegarán a comprender, en medio de su egoísmo e ínfulas de autoridad auto asumida, que se necesita algo más contundente que el ampuloso discurso y las frases rimbombantes, más efectivo que las declaraciones en entrevistas y discursos llenos de lugares comunes, o que ingenuas propuestas que se pierden en “reels” de Tiktok o Instagram, pero que no tumban gobiernos?
Es hora de releer a Lope de Vega, a ver si agarran mínimo.