El recorrido de cientos de kilómetros se convirtió en desilusión para madres, padres, esposas e hijos que esperaban con ansias el reencuentro con sus seres queridos.
Desde el lunes 26 de agosto, más de 230 detenidos en el contexto postelectoral han sido trasladados a la cárcel de Tocuyito. Los familiares, provenientes de Mérida, Lara y Vargas, llegaron con esperanzas y un profundo anhelo de ver a sus seres queridos, solo para enfrentarse a la amarga noticia de que las visitas estaban suspendidas.
A primera hora del jueves, bajo un sol implacable, grupos de familiares se alineaban frente a las puertas del centro penitenciario, cargados con bolsas de comida, artículos de higiene personal y una mezcla de esperanza y ansiedad.
Habían viajado desde sus estados de origen con la promesa de una visita que, según les informaron previamente, comenzaría ese día. Pero la desilusión se hizo presente.
“La noticia llegó por teléfono mientras estábamos en camino”, relató la madre de uno de los detenidos de Mérida. “Nos dijeron que las visitas estaban suspendidas por trabajos de acondicionamiento. No podíamos creerlo, ya estábamos tan cerca”.
Ella, junto a otros familiares, decidió no regresar, aferrándose a la esperanza de que el tiempo y la distancia que habían recorrido no fueran en vano.
La situación fue aún más dolorosa al enterarse de que los funcionarios tampoco aceptarían la comida ni los artículos de higiene que habían llevado.
“Nos dijeron que estaban haciendo trabajos en los espacios y que no podían recibir visitas ni entregas”, explicó un padre que viajó con su esposa e hijos desde Lara. “Es como si nos hubieran lanzado a la nada, sin saber qué hacer con todo lo que trajimos. Y nuestros muchachos están viviendo un secuestro”.
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Los relatos de los familiares están marcados por la desesperación y el gasto incalculable en pasajes, comidas y otros pagos necesarios para el largo viaje.
“No sabemos cómo está nuestro hijo, solo nos dicen que está bien de salud, pero no lo hemos visto”, afirmó la tía de uno de los cinco adolescentes de 17 años que se encuentran entre los detenidos. “Queremos que lo trasladen a un centro adecuado para su edad, es una necesidad urgente”.
Desde la llegada de los detenidos a Tocuyito, el lamento de las familias ha sido constante. Los funcionarios aseguran que el estado de salud de los detenidos es estable y que están recibiendo alimentación, pero la falta de contacto directo con sus seres queridos ha generado una atmósfera de incertidumbre y angustia.
El drama se intensifica con el paso de los días, mientras las familias permanecen en las inmediaciones del centro penitenciario, esperando una nueva oportunidad para ver a sus seres queridos.