Iban vestidos de negro, pero aún así los vecinos pudieron distinguirlos en la noche bajo la débil luz de las farolas de las calles principales. Las casas permanecían a oscuras, en silencio. Un grupo de hombres, con la cara cubierta y armas en las manos, apuntaban a ventanas y puertas. Desde alguna de las viviendas una voz de mujer maldijo en voz alta a los encapuchados que entraban a la zona 6 de José Félix Ribas el martes 30 de julio.
El eco que dejó el insulto se apagó de inmediato. Al sitio llegaron también un par de tanquetas y vehículos blindados. Varios habitantes observaron tras persianas cerradas el camino que recorrieron y a los funcionarios que se bajaron e ingresaron a los laberinticos callejones que caracterizan al barrio más grande de Petare.
Fue el segundo día de incursión de personas armadas en el sector, al este de Caracas, en el municipio Sucre. Horas antes, hombres y mujeres golpearon ollas y cacerolas, en protesta contra los resultados de las elecciones presidenciales en Venezuela, cuya victoria el CNE se la atribuyó a Nicolás Maduro frente a Edmundo González Urrutia, de la oposición.
El 29 de julio también se manifestaron en las calles.
«Nos quieren asustar, por eso mandan a esos tipos. Vienen policías y colectivos (paramilitares) para amenazar, para que no toquemos cacerola, para que no salgamos. Se están llevando a la gente que consiguen en la calle. Tenemos tres días sin dormir bien; el que sube tarde, después de las seis, lo agarran», contó una vecina que pidió permanecer en el anonimato.
Desde el 29 de julio los cacerolazos en el sitio no son solo para mostrar rechazo a la proclamación de Maduro como presidente del país, sino para avisar que intrusos van subiendo por el sector. Se presentan primero funcionarios policiales y luego colectivos, aseguran los vecinos. Varios enfrentamientos se han registrado entre los miembros de la banda criminal que gobierna el barrio y los efectivos de organismos de seguridad.
«Cuando ellos, la policía o los colectivos, van subiendo, empieza la gente a tocarles cacerolas y a gritarles groserías. Pero eso es un ratico, luego se quedan callados», dijo un residente de la localidad, que pidió resguardar su identidad, a Efecto Cocuyo.
En las zonas altas de José Félix Ribas (de la 6 hasta la 10) ahora se acuestan temprano. Es un mutuo acuerdo de los vecinos para no caer en manos de la represión policial, que se ha intensificado en apenas 76 horas tras la apresurada proclamación de Nicolás Maduro por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
La banda ordena apagar todas las luces temprano y no hacer ruido. Buscan ventaja sobre los efectivos de órganos de seguridad: solo aquellos que viven en el barrio lo conocen en su totalidad, y pueden moverse ágilmente para esconderse, aunque no haya luz suficiente para iluminar sus pasos.
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Un barrio en pausa
Entre las 6 y las 7 p.m. del 28 de julio, la avenida principal de José Félix Ribas se llenó de personas que rechazaron el gobierno de Nicolás Maduro y pidieron contar los votos en el principal centro electoral del sitio. Fue un escenario inédito, en un sector que apoyó el chavismo durante medio cuarto de siglo y que hoy sufre una crisis agravada de servicios públicos, alimentos, infraestructura y educación.
Al menos 120 mil personas viven en la localidad, que se caracteriza también por ser una de las más peligrosas de la capital venezolana y estar bajo el control de la megabanda de Wilexis.
El 29 y 30 de julio se registraron varios cacerolazos a lo largo del día. Esas dos noches se denunció una fuerte presencia policial no solo en José Félix, sino en otras barriadas en Petare: La Alcabala y Barrio Bolívar. Tras la represión policial, las protestas han disminuido en la parroquia para el 1 de agosto.
«Ayer a las 7 p.m. empezaron a tocar cacerolas y alguien soltó dos tiros al aire. No sabemos si fueron ellos o los malandros. Pero se acabó el cacerolazo», dijo el vecino anónimo.
La dinámica de José Félix Ribas se rompió desde el lunes. Desde las zonas altas y hasta la principal, los negocios abren apenas seis horas y algunos locales se han mantenido cerrados desde el domingo. Las tardes son largas y llenas de tensión, no hubo celebraciones tras el anuncio del CNE que dio como ganador a Maduro, ni cornetas con remix de canciones ni tarimas. El barrio es un armatoste de casas construidas encima de otras, oscuro y sumido en un mutismo casi obligado.
«Los negocios abren hasta las 3 p.m. y a las 4 p.m. ya todo está cerrado. Hoy no sé cómo van a hacer. La gente no sabe qué pensar. Ahora lo que dicen es que los malandros nos defienden, porque la policía no hace nada por nosotros. Lo que estamos es protestando, pero resulta que si protestas el gobierno te acusa de terrorista», aseguró el residente a Efecto Cocuyo.
No hay cifras oficiales de cuántas personas han sido víctimas de la represión en Petare. Foro Penal ha identificado, en todo el país, a 711 personas detenidas en un período postelectoral de tres días y al menos 11 fallecidos.
Otros sectores afectados
La zozobra también se vive en El Silencio, también en Los Magallanes de Catia, Ruiz Pineda y el 23 de Enero, todas zonas populares de Caracas, donde siguen llegando denuncias de incursión policial para reprimir a la gente.
Organizaciones de defensores de derechos humanos han llamado a detener la persecución y el hostigamiento. No obstante, hasta ahora no ha habido respuesta del Estado a estas exigencias.
El 30 de julio, El fiscal general de la República designado por la Constituyente de 2017, Tarek William Saab, aseguró que hay «749 delincuentes detenidos» por las protestas, sin dar mayores detalles sobre sus edades o localidades de procedencia.
El mandatario Nicolás Maduro afirmó este jueves que reactivó las cárceles de Tocuyito y Tocorón, en Aragua y Carabobo, para recluir a los manifestantes arrestados durante las decenas de manifestaciones que se documentaron en lo que va de semana.