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OPINIÓN · 14 NOVIEMBRE, 2022 05:30

Algo eléctrico entre tú (abejas) y yo (flores)

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Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco

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Las abejas, esas pequeñas polinizadoras zumbantes están en armonía con las flores, con la forma de sus bulbos, colores y seductores aromas, características que utilizan para saber si hay néctar y polen. Además, las abejas pueden detectar señales que van más allá de la vista y el olfato. Los diminutos pelos que cubren sus cuerpos son muy sensibles a los campos eléctricos, permitiéndole a las abejas identificar las flores. Estos campos eléctricos pueden influir en la forma como las abejas recolectan, pero alteran su comportamiento si estos campos se modifican artificialmente.

Los biólogos apenas comienzan a comprender la importancia de las señales eléctricas en el mundo de los códigos florales. Para distinguir entre flores más o menos ricas en polen y néctar, los insectos utilizan diferentes estrategias. Las abejas, por ejemplo, pueden reconocer patrones visuales específicos en los pétalos como las manchas en la superficie, y recordarlos para futuras visitas. La forma de la flor también es importante: las flores más grandes y abiertas pueden ser una plataforma de aterrizaje para los escarabajos menos ágiles, mientras que los bulbos estrechos en forma de tubo son puntos de acceso para las mariposas con órganos bucales largos, que pueden alcanzar el néctar. También se ha descubierto que los cambios en la humedad alrededor de una flor influyen en las polillas, ya que las flores recién abiertas suelen tener niveles de humedad más altos.

En un estudio de 2016 se reportó que cuando las abejas recolectaban, generaban un cambio en el campo eléctrico de la flor durante unos pocos minutos. Los autores del estudio sugirieron que incluso este pequeño cambio podría ser detectado por otras abejas, informándoles que la flor fue visitada recientemente y tenía menos néctar y polen para ofrecer.

La semana pasada, en la revista PNAS Nexus, los biólogos descubrieron que los fertilizantes sintéticos en aerosol podían alterar las señales eléctricas de las flores, un cambio que hizo que las abejas se posaran con menos frecuencia en las plantas. El equipo también probó un tipo de pesticida neonicotinoide, conocido por ser tóxico y perjudicial para la salud de las abejas, llamado imidacloprid, y también detectó cambios en el campo eléctrico alrededor de las flores.

Curiosamente, los productos químicos no parecieron afectar las señales de visión y olfato, lo que sugirió que la señal eléctrica estaba desempeñando un papel importante en la comunicación con las abejas. “Todo tiene un campo eléctrico” dijeron los autores. “Si eres realmente pequeño, los campos eléctricos débiles se vuelven más importantes, especialmente si tienes muchos pelos, como las abejas”.

El campo eléctrico natural de una flor se crea en gran medida por su potencial bioeléctrico, que es el voltaje producido por el flujo de iones que se genera dentro de los organismos vivos. Pero los campos eléctricos son un fenómeno dinámico, explican los científicos. “Las flores suelen tener un potencial negativo y las abejas tienen un potencial positivo. Una vez que las abejas se acercan, pueden sentir un campo”. El viento, el aterrizaje de una abeja u otras interacciones desencadenan cambios inmediatos en el potencial bioeléctrico de una flor y su campo circundante. Sabiendo esto, los científicos tuvieron la idea de investigar los cambios en el campo eléctrico causado por compuestos químicos y si disuadían a las abejas de visitarlas.

A raíz de los notables resultados obtenidos con los pesticidas, se decidió ampliar el estudio a otros agroquímicos. “Pensaron que el fertilizante también tenía una carga, y también se aplica y es mucho más relevante a mayor escala”, indicó el equipo de biólogos. Estas mezclas químicas utilizadas en agricultura y jardines a menudo contienen diferentes concentraciones de nitrógeno, fósforo y potasio. “Todo el mundo usa fertilizantes, y se afirma a menudo que no son tóxicos”, aunque pueden tener otros efectos negativos.

El equipo realizó un experimento en una zona rural utilizando dos macetas con plantas de lavanda. Rociaron una mezcla de fertilizante en una de ellas mientras regaban la otra con agua desmineralizada (experimento control). Luego, observaron cómo las abejas pasaban por alto la lavanda cubierta de fertilizante. Los aerosoles que contenían pesticida o fertilizante cambiaron el potencial bioeléctrico de la flor hasta por 25 minutos, mucho más que los cambios causados ​​por el viento o el aterrizaje de una abeja.

A fin de confirmar si las abejas evitaban el fertilizante debido a un cambio en el campo eléctrico, y no por los compuestos químicos u otros factores, los investigadores necesitaban recrear el cambio eléctrico en la flor, sin rociarla. Para ello colocaron los tallos en agua, los conectaron con electrodos y transmitieron una corriente con una batería. Esto creó un campo eléctrico alrededor de la planta con el mismo voltaje que el producido por el fertilizante. Observaron que las abejas se acercaban a las flores manipuladas eléctricamente, pero no se posaban sobre ellas.

Afortunadamente, los cambios en el campo eléctrico duraban relativamente poco, lo que hace que sea más fácil para los agricultores encontrar soluciones alternativas. Por ejemplo, se podrían rociar productos químicos agrícolas durante el mediodía, cuando los polinizadores recolectan con menos frecuencia porque muchas flores se abren por la mañana y, por lo general, se quedan sin polen para ese momento.

Este estudio ofrece una nueva idea sobre la interacción flor-abeja, que es necesario tener en cuenta al momento de rociar las plantas de manera efectiva. Plantea preguntas sobre qué otros tipos de cosas podrían influir en ese potencial o cómo los compuestos en el aire o la contaminación que cae con la lluvia puede afectarlo. Estos nuevos hallazgos podrían tener implicaciones en la preservación de las abejas, muy importante en este momento al encontrarse en peligro de extinción.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Los biólogos apenas comienzan a comprender la importancia de las señales eléctricas en el mundo de los códigos florales. Para distinguir entre flores más o menos ricas en polen y néctar, los insectos utilizan diferentes estrategias. Las abejas, por ejemplo, pueden reconocer patrones visuales específicos en los pétalos como las manchas en la superficie, y recordarlos para futuras visitas. La forma de la flor también es importante: las flores más grandes y abiertas pueden ser una plataforma de aterrizaje para los escarabajos menos ágiles, mientras que los bulbos estrechos en forma de tubo son puntos de acceso para las mariposas con órganos bucales largos, que pueden alcanzar el néctar. También se ha descubierto que los cambios en la humedad alrededor de una flor influyen en las polillas, ya que las flores recién abiertas suelen tener niveles de humedad más altos.

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Curiosamente, los productos químicos no parecieron afectar las señales de visión y olfato, lo que sugirió que la señal eléctrica estaba desempeñando un papel importante en la comunicación con las abejas. “Todo tiene un campo eléctrico” dijeron los autores. “Si eres realmente pequeño, los campos eléctricos débiles se vuelven más importantes, especialmente si tienes muchos pelos, como las abejas”.

El campo eléctrico natural de una flor se crea en gran medida por su potencial bioeléctrico, que es el voltaje producido por el flujo de iones que se genera dentro de los organismos vivos. Pero los campos eléctricos son un fenómeno dinámico, explican los científicos. “Las flores suelen tener un potencial negativo y las abejas tienen un potencial positivo. Una vez que las abejas se acercan, pueden sentir un campo”. El viento, el aterrizaje de una abeja u otras interacciones desencadenan cambios inmediatos en el potencial bioeléctrico de una flor y su campo circundante. Sabiendo esto, los científicos tuvieron la idea de investigar los cambios en el campo eléctrico causado por compuestos químicos y si disuadían a las abejas de visitarlas.

A raíz de los notables resultados obtenidos con los pesticidas, se decidió ampliar el estudio a otros agroquímicos. “Pensaron que el fertilizante también tenía una carga, y también se aplica y es mucho más relevante a mayor escala”, indicó el equipo de biólogos. Estas mezclas químicas utilizadas en agricultura y jardines a menudo contienen diferentes concentraciones de nitrógeno, fósforo y potasio. “Todo el mundo usa fertilizantes, y se afirma a menudo que no son tóxicos”, aunque pueden tener otros efectos negativos.

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A fin de confirmar si las abejas evitaban el fertilizante debido a un cambio en el campo eléctrico, y no por los compuestos químicos u otros factores, los investigadores necesitaban recrear el cambio eléctrico en la flor, sin rociarla. Para ello colocaron los tallos en agua, los conectaron con electrodos y transmitieron una corriente con una batería. Esto creó un campo eléctrico alrededor de la planta con el mismo voltaje que el producido por el fertilizante. Observaron que las abejas se acercaban a las flores manipuladas eléctricamente, pero no se posaban sobre ellas.

Afortunadamente, los cambios en el campo eléctrico duraban relativamente poco, lo que hace que sea más fácil para los agricultores encontrar soluciones alternativas. Por ejemplo, se podrían rociar productos químicos agrícolas durante el mediodía, cuando los polinizadores recolectan con menos frecuencia porque muchas flores se abren por la mañana y, por lo general, se quedan sin polen para ese momento.

Este estudio ofrece una nueva idea sobre la interacción flor-abeja, que es necesario tener en cuenta al momento de rociar las plantas de manera efectiva. Plantea preguntas sobre qué otros tipos de cosas podrían influir en ese potencial o cómo los compuestos en el aire o la contaminación que cae con la lluvia puede afectarlo. Estos nuevos hallazgos podrían tener implicaciones en la preservación de las abejas, muy importante en este momento al encontrarse en peligro de extinción.

***

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