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OPINIÓN · 24 ABRIL, 2023 05:30

Descifrando los ciclos celestiales maya

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Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco

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La cuenta larga de 819 días plasmada en los textos glíficos del calendario maya, había desconcertado a los antropólogos durante décadas. Pero una nueva investigación muestra cómo coincide con los ciclos planetarios en un lapso de 45 años, siendo esta una visión mucho más amplia del calendario maya.

En el pasado se hizo mucho alboroto sobre las interpretaciones numerológicas del calendario maya que llevaron a algunos a predecir un cataclismo que acabaría con el mundo en 2012, lo que claramente no sucedió. Como suele ser el caso cuando los eventos del fin del mundo no ocurren, la fecha se cambió a 2017. Pero en realidad, el calendario maya es un sistema complicado compuesto por calendarios más pequeños, desarrollado hace siglos en la Mesoamérica precolombina.

Los investigadores habían creído durante mucho tiempo que este calendario estaba asociado con los movimientos planetarios, especialmente los períodos sinódicos, que ocurre cuando un planeta parece regresar visualmente a la misma ubicación en el cielo, visto desde la Tierra. Sin embargo, cada planeta se mueve de manera bastante diferente y unir varios cuerpos celestes en un lapso de 819 días no parecía tener sentido. El calendario maya se repite cuatro veces y cada bloque de 819 días se corresponde con uno de los cuatro colores y, según se pensó inicialmente, cada color correspondía a un punto cardinal. El rojo se asoció con el este, el blanco con el norte, el negro con el oeste y el amarillo con el sur.

Fue en la década de 1980 que los investigadores se dieron cuenta de que esta suposición era incorrecta. Dado que el Sol sale por el este, viaja por el cielo hasta su punto más alto (cenit), se pone por el oeste y luego viaja hasta alcanzar su nadir (opuesto al cenit) para levantarse de nuevo en el este. El blanco y el amarillo se asociaron con el cenit y el nadir respectivamente, siendo esta una interpretación que encaja con la astronomía. Pero, los científicos no habían podido hacer coincidir los 819 días de la cuenta larga con absolutamente nada.

Recientemente, en un estudio publicado en la revista Ancient Mesoamerica, un par de antropólogos consideraron que finalmente habían descifrado el código. Todo lo que tenían que hacer era ampliar su visión, estudiando cómo funcionaba el calendario durante 45 años, equivalente a 20 períodos de 819 días. Además, establecieron una relación con el tiempo que tarda en aparecer un planeta en el mismo punto del cielo, lo que se conoce como el período sinódico. «Aunque investigaciones anteriores habían tratado de mostrar conexiones planetarias para el conteo de 819 días, su esquema cardinal del color (de cuatro partes) era demasiado corto para encajar bien con los períodos sinódicos de los planetas visibles» escribieron los autores del estudio. «Al aumentar la duración del calendario a 20 períodos de 819 días, surge un patrón en el que los períodos sinódicos de todos los planetas observables se corresponden con los puntos en el calendario». Eso significa que los mayas tomaron un tiempo referencial de 45 años de alineación planetaria y lo incorporaron en su calendario.

Había otras pistas que sugerían que la cuenta de 819 días estaba asociada con los períodos sinódicos de los planetas visibles del Sistema Solar. Los mayas tenían mediciones extremadamente precisas del tránsito por el cielo de los planetas visibles, como son: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Sin embargo, la dificultad residía en tratar de comprender cómo funcionaban estos períodos sinódicos en el contexto de la cuenta de 819 días. ¡Las matemáticas dieron la respuesta! Mercurio siempre fue el punto de partida para la línea de tiempo del calendario porque su período sinódico (117 días) es una fracción exacta de 819.

Pero ¿cómo encajaba el resto de los planetas? Resulta que cada uno de los planetas visibles tiene un período sinódico que coincide exactamente con una fracción de 819 días, generando períodos definidos. Por ejemplo, el período sinódico de Venus es de 585 días, necesita siete períodos (4.095) para coincidir con cinco cuentas de 819 días (4.095). Marte da una vuelta a la esfera celeste en un tiempo de 780 días, eso es exactamente 20 cuentas de 819 días. Júpiter y Saturno tampoco se quedan fuera. El período sinódico de 399 días de Júpiter encaja exactamente 39 veces en 19 cuentas, y los 378 días de Saturno tiene 13 períodos, con una combinación perfecta de 6 cuentas.

«En lugar de limitar el enfoque a cualquier planeta» escriben los autores, «los astrónomos mayas que crearon el conteo de 819 días, lo visualizaron como un sistema de calendario más grande que podría usarse para predicciones de todos los períodos sínodales de los planetas observables, así como sus ciclos en el Tzolk’in y la Rueda Calendárica». El Tzolkʼin es el calendario maya de 260 días con el que la mayoría de la gente está familiarizada, mientras que la Rueda Calendárica es una combinación del calendario de 260 días y otro conocido como Haab, que corresponde más a nuestra concepción moderna de 365 días. Curiosamente, el calendario de 819 días también coincide con el Tzolk’in cuando se permiten múltiples ocurrencias: la repetición de 20 ciclos, que corresponden a 16.380 días del calendario sinódico, coincide con los 63 ciclos del Tzolk’in. Por lo que todo encaja, matemáticamente hablando.

Eso no quiere decir que la reciente propuesta sea numerología disfrazada de academia, sino una nueva explicación basada en coincidencias matemáticas. Cada vez que los investigadores interpretan los calendarios antiguos, corren el riesgo de postular hipótesis cada vez más complejas y pudieran llegar a conclusiones erróneas. Al final, el tiempo nos dirá qué tan cerca estamos de comprender los ciclos celestiales maya.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Los investigadores habían creído durante mucho tiempo que este calendario estaba asociado con los movimientos planetarios, especialmente los períodos sinódicos, que ocurre cuando un planeta parece regresar visualmente a la misma ubicación en el cielo, visto desde la Tierra. Sin embargo, cada planeta se mueve de manera bastante diferente y unir varios cuerpos celestes en un lapso de 819 días no parecía tener sentido. El calendario maya se repite cuatro veces y cada bloque de 819 días se corresponde con uno de los cuatro colores y, según se pensó inicialmente, cada color correspondía a un punto cardinal. El rojo se asoció con el este, el blanco con el norte, el negro con el oeste y el amarillo con el sur.

Fue en la década de 1980 que los investigadores se dieron cuenta de que esta suposición era incorrecta. Dado que el Sol sale por el este, viaja por el cielo hasta su punto más alto (cenit), se pone por el oeste y luego viaja hasta alcanzar su nadir (opuesto al cenit) para levantarse de nuevo en el este. El blanco y el amarillo se asociaron con el cenit y el nadir respectivamente, siendo esta una interpretación que encaja con la astronomía. Pero, los científicos no habían podido hacer coincidir los 819 días de la cuenta larga con absolutamente nada.

Recientemente, en un estudio publicado en la revista Ancient Mesoamerica, un par de antropólogos consideraron que finalmente habían descifrado el código. Todo lo que tenían que hacer era ampliar su visión, estudiando cómo funcionaba el calendario durante 45 años, equivalente a 20 períodos de 819 días. Además, establecieron una relación con el tiempo que tarda en aparecer un planeta en el mismo punto del cielo, lo que se conoce como el período sinódico. «Aunque investigaciones anteriores habían tratado de mostrar conexiones planetarias para el conteo de 819 días, su esquema cardinal del color (de cuatro partes) era demasiado corto para encajar bien con los períodos sinódicos de los planetas visibles» escribieron los autores del estudio. «Al aumentar la duración del calendario a 20 períodos de 819 días, surge un patrón en el que los períodos sinódicos de todos los planetas observables se corresponden con los puntos en el calendario». Eso significa que los mayas tomaron un tiempo referencial de 45 años de alineación planetaria y lo incorporaron en su calendario.

Había otras pistas que sugerían que la cuenta de 819 días estaba asociada con los períodos sinódicos de los planetas visibles del Sistema Solar. Los mayas tenían mediciones extremadamente precisas del tránsito por el cielo de los planetas visibles, como son: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Sin embargo, la dificultad residía en tratar de comprender cómo funcionaban estos períodos sinódicos en el contexto de la cuenta de 819 días. ¡Las matemáticas dieron la respuesta! Mercurio siempre fue el punto de partida para la línea de tiempo del calendario porque su período sinódico (117 días) es una fracción exacta de 819.

Pero ¿cómo encajaba el resto de los planetas? Resulta que cada uno de los planetas visibles tiene un período sinódico que coincide exactamente con una fracción de 819 días, generando períodos definidos. Por ejemplo, el período sinódico de Venus es de 585 días, necesita siete períodos (4.095) para coincidir con cinco cuentas de 819 días (4.095). Marte da una vuelta a la esfera celeste en un tiempo de 780 días, eso es exactamente 20 cuentas de 819 días. Júpiter y Saturno tampoco se quedan fuera. El período sinódico de 399 días de Júpiter encaja exactamente 39 veces en 19 cuentas, y los 378 días de Saturno tiene 13 períodos, con una combinación perfecta de 6 cuentas.

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Eso no quiere decir que la reciente propuesta sea numerología disfrazada de academia, sino una nueva explicación basada en coincidencias matemáticas. Cada vez que los investigadores interpretan los calendarios antiguos, corren el riesgo de postular hipótesis cada vez más complejas y pudieran llegar a conclusiones erróneas. Al final, el tiempo nos dirá qué tan cerca estamos de comprender los ciclos celestiales maya.

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