El acoso escolar es discriminación

“En el aula de clases todos sus compañeros le excluían de las actividades escolares, de tal forma que mi hijo hacía sus exposiciones y los talleres solo, porque sus compañeros acordaban no incluirlo, le escondían los cuadernos y los trabajos que tenía que presentar, le colocaban otros candados en su locker.

Fuera del salón nadie jugaba con él. A pesar de realizar los talleres y las exposiciones solo, obtenía buenas calificaciones, pero sus compañeros lo desmotivaban haciéndole burlas y diciéndole que esa nota era regalada porque sus profesores le tenían lástima.  Le rompían los exámenes y los trabajos.

Fue perseguido en la calle y amenazado por uno de sus compañeros de aula. En fin fueron tantas cosas que me da muchísima tristeza recordar. Como consecuencia de tanta angustia el niño presentó una gran erupción en su rostro y cuero cabelludo, igualmente presentó alopecia, situación por la cual sus compañeros le hacían burlas y se asqueaban de él. Presentó problemas respiratorios (neumonía), defensas bajas” (Rocío).

Tenemos que hablar

El testimonio es de Rocío, una madre cuyo hijo estudió en un centro educativo venezolano. El 1° de marzo se celebró mundialmente el Día de la Cero Discriminación

El acoso, también conocido como bullying, constituye un acto de discriminación. Es una especie de tortura, intencionada  y sistemática, en la que el agresor utiliza  a la víctima, con  la complicidad de otros compañeros, para  burlarse, ocasionando daño psicológico, verbal o físico. 

El estudiante es humillado,  excluido o agredido debido a su apariencia física, color de piel, nivel intelectual o índice académico, actitudes, procedencia social, creencias de la familia y  orientación sexual. Este tipo de violencia implica el abuso de poder por parte del agresor quien se considera  más fuerte, con poder y liderazgo.

La víctima es agredida  física y emocionalmente, generando como consecuencia una serie de secuelas psicológicas: se siente aterrorizada con la sola idea de asistir al centro educativo; se muestra tensa, nerviosa, triste o solitaria y en ocasiones puede tornarse  agresiva para que tomen medidas disciplinarias y así la suspendan por varios días.

En algunos casos, como resultado del  acoso se pueden generar autoagresiones e incluso ver el suicidio como una alternativa.

¿Por qué pasa?

Vivimos en una sociedad en la que la diversidad se concibe como una desventaja  o amenaza hacia aquellos que  no cumplen  con lo que consideramos “normal o ideal” desde el punto de vista físico, moral, intelectual, psicológico y social.

Hay una aceptación social de que «echar broma», burlarse del otro, “chalequear”, forma  parte de nuestra forma de relacionarnos y de nuestra cultura. También se asume que el humor, divirtiéndose a costa de los demás, “es sano”.

¿Qué podemos hacer?

Actuar cuanto antes para que los muchachos no sigan sometidos a una situación tan dolorosa e indignante. Es importante lograr  su confianza y que sientan nuestra atención, respeto, consideración, tiempo y comprensión, intentando que nos cuenten lo que está sucediendo. Lo que más necesitan estos adolescentes es sentirse escuchados, aceptados  y acompañados.

Escucharlos sin juzgar.  Cuando las personas son excluidas por alguna condición, suelen sentirse culpables por poseer una determinada característica que las hace diferentes a las demás. Puede que nuestros hijos sientan temor de comunicarnos lo que está pasando, por temor a que nos sintamos avergonzados o culpables.
Es muy importante que las personas víctimas de acoso se sientan apoyadas y aceptadas, contando  con el soporte emocional que les permita recuperar la confianza en sí mismos.

Comunicar al centro educativo lo que está sucediendo, siempre con el acuerdo de nuestro adolescente, para decidir juntos las medidas a adoptar. Tratar de elegir en el centro educativo  a la persona adecuada: un profesor, el orientador del centro, la trabajadora social o el director.

Hacer un seguimiento en permanente  comunicación con nuestro hijo y con el centro, acerca de las medidas adoptadas. Si la situación persiste hay que hacer la denuncia en el Consejo de Protección del Niño, Niña y Adolescente.

Solicitar apoyo profesional. Si no tenemos las herramientas para apoyar a nuestro hijo, es importante que busquemos asesoría, especialmente cuando se torna depresivo, pierde el interés por el entorno o se resiste a ir al centro educativo.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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