El ingrediente más poderoso de la democracia

Las tentaciones autoritarias siempre estarán presentes para concentrar el poder en pocas manos. “Mandar” sin contrapesos es demasiado agradable para quienes tienen vocación de poder. La humanidad está llena de ejemplos por doquier.

Las desviaciones que muchas veces sufren los sistemas políticos democráticos conducen a la concentración de quienes toman las grandes decisiones en círculos muy pequeños que, difícilmente, pueden ser permeables a los grandes intereses y demandas de la sociedad.

La historia de la humanidad está atada a la dialéctica de las luchas por el poder, pero la democracia apareció en el horizonte como la herramienta necesaria para poner límites y ordenar ese procesamiento de las diferencias en las disputas de los intereses contrapuestos. A la par y más importante aún, se configuró conceptualmente y en la práctica, el denominado estado de derecho, que le dio soporte y estructura a una forma de autogestión social que permitía viabilizar la voluntad general tal como la concebía Rousseau.

Desviaciones

Diversas teorías, conceptos y nociones fueron apareciendo a lo largo de las épocas para posicionar en la psiquis colectiva, la necesidad de impulsar procesos para garantizar un ejercicio democrático del poder. Fue tan efectivo ese proceso que hoy día en todo el planeta, es absolutamente mayoritario el deseo de vivir en democracia, pero, lamentablemente, este no se ha podido cristalizar en muchos países con severas tendencias y regímenes autoritarios.

De hecho, mucho más de la mitad de la población mundial está circunscrita a vivir bajo condiciones extremas de concentración del poder y sin mecanismos de participación política que les permitan encausar sus anhelos de democracia.

La democracia como elemento aglutinador de voluntades y anhelos es la primera fuerza política del planeta, solo que en la práctica se usan sus narrativas para justificar cualquier forma de gobierno. Los líderes autoritarios de nuevo cuño celebran muchas elecciones, pero usan las estrategias de utilización de la polarización, el populismo y la construcción de las posverdades para afianzar su poder sobre una narrativa que pretende mostrar un lado democrático que no es tal. Ante ello surge la interrogante sobre ¿qué se debería o podría hacer para impedir estas desviaciones?

Apelar a la fuerza popular

Y la respuesta es más que evidente. Apelar al ingrediente más poderoso de la noción de democracia: la fuerza popular. Todo el poder para el pueblo, como algunos “avispados” lo reflejan en sus discursos, pero en la práctica concentran el poder para sí. Si las poblaciones se organizaran, activaran y adquirieran conciencia de su rol y lo encausaran hacia los fines de la participación masiva en los asuntos públicos, no habría tiranos o seudo líderes que aguantaran el poder de la fuerza popular.

La clave está en la participación. Tanto en lo electoral como en lo político en general. Aquellas sociedades que se involucran, que se “mojan” en función del interés colectivo son las que pueden gozar de gobiernos más abiertos y transparentes.

En la actualidad es indispensable apuntalar una nueva cruzada democratizadora alrededor del planeta más allá de los intereses geopolíticos que siempre serán mezquinos. La ola democratizadora de la década de los 60 ya luce lejana y distante. Frente a los nuevos desafíos que surgen en el horizonte cabe un reflotamiento de la participación pública.

Hace mucha falta que el concepto de soberanía y fuerza popular se reposicione con mucha conciencia colectiva para avanzar en la consolidación del poder para el pueblo, pero de verdad, no de letra muerta como hemos tenido y tenemos en muchos países en el actual estadio civilizatorio. Ese ingrediente está por todas partes como la arena. Quizás por eso, a veces, pasa desapercibido.

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Del mismo autor: La noción de “democracia viva”

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