La noción de “democracia viva”

El reconocido filósofo español Fernando Savater en su obra “política para Amador”, nos cuenta que la invención de la democracia fue un evento a todas luces, revolucionario para la época en la que se comenzó a implementar.

Aunque, obviamente los griegos la practicaron de un modo imperfecto, dejando de lado a un montón de gente que no entraba en la categoría de “ciudadanos” como los esclavos y los extranjeros, por ejemplo. Dieron el primer paso, quizás el más importante, para delinear algo que siglos más tarde comenzó a ganar un protagonismo importante en la relación individuo-Estado.

Desde su concepción y nacimiento hasta bien entrados los siglos y después de tantos conflictos crueles, la humanidad internalizó el concepto de democracia. En muchos países alrededor del mundo, se adoptó la narrativa de los “hombres y mujeres iguales ante la ley” y se fueron desmontando mayoritariamente los argumentos del “derecho divino” que justificaba que ciertos linajes tenían la facultad de gobernar, sin que nadie cuestionara los orígenes de su autoridad.

Las 3P

Sin embargo, muchos ensayos de democracia no han funcionado, en honor a la verdad, porque la naturaleza autoritaria de ciertos líderes y grupos humanos han distorsionado sus principios para asegurarse una centralización excesiva del poder.

Modernamente, y gracias al posicionamiento que la noción de democracia ha alcanzado en los imaginarios populares en todo el mundo, han surgido mecanismos aparentemente “constitucionales y legales” para destruirla desde adentro con las mismas herramientas y narrativas tal y como la ha demostrado categóricamente Moisés Naím en su reconocida obra “la revancha de los poderosos”.

Con las 3P (polarización, populismo y posverdad) se ha delineado una ecuación altamente peligrosa que ha impulsado una reaparición con mucha fuerza del fenómeno autoritario y ha frenado drásticamente la evolución de los regímenes democráticos alrededor del mundo.

Tanta fuerza ha alcanzado este fenómeno que hoy en día la gran mayoría de la población mundial reside en países con serios cuestionamientos en su ejercicio del poder.

Debe sentirse y vibrar

Aunque desde mediados de los años 60 se alcanzó una mayoría de países que ostentan sistemas políticos democráticos, estos tienen menor población en comparación con los que pregonan abiertamente una excesiva centralización del poder. Por ello es extremadamente importante crear conciencia sobre la necesidad de sembrar una noción de democracia viva que pueda ser perfeccionada en el ejercicio ciudadano de cada día.

La democracia debe estar viva. Debe sentirse en cada fibra de cada ser humano que integra el sistema político respectivo. Debe articularse en redes ciudadanas que se constituyan en un poder real más allá de los poderes formales del Estado. Debe vibrar ante cada circunstancia o intento de desviación, tanto de líderes autoritarios como de organizaciones con intereses restringidos, que no les importa el bienestar colectivo de la población sino la consecución de sus propios fines.

Esta es la única manera de construir barreras humanas en torno a los deseos egoístas y de control autoritario. Hacer y mantener viva la noción de democracia permite corregir sus fallas, muchas veces estructurales, para ir acoplándola a los anhelos de las sociedades. Reposicionar el nombre de la democracia pero ahora como cuerpo vivo, es una tarea ciudadana insoslayable en pleno siglo XXI.

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